viernes, 30 de noviembre de 2007

15. Una Buena Charla - Parte 1

Volviendo a casa, un viernes totalmente cansado celebrando que sería el último mes más interminable desde que tenía memoria, cuando decidí parar en la casa de Lucio. La última vez que charlé con él, me había dicho "más tarde puede que pasemos por tu casa con Juan" por lo cual tuve que mentir descaradamente para no verlos.

Así que supuse que el chico se merecía una explicación, porque sino, iba a intentar a toda costa querer volvernos a juntar y como sé que eso a Juan no le molestaría, el único perjudicado en ese chiste, vendría a ser yo.

- Lucio, tengo que decirte algo - le dije, al chico, una vez que me hizo pasar a su habitación. - Es sobre la vez pasada, cuando dijiste que ibas a venir con Juan y yo te dije que iba a salir.

- Ah, sí, lo recuerdo - dijo, mirándome intrigado. - ¿Dónde fuiste?

- Ahí está el problema - continué, más nervioso de lo que hubiera deseado estar. - Yo jamás tuve ningún plan esa noche. Te dije eso porque no quería que Juan estuviera en mi casa.

Lucio me miró como si acabara de decir la cosa más ilógica que alguien pudiera pronunciar. Me guardé unos segundos esperando su respuesta. Sabía que Lucio no era un rival fácil, mucho menos teniendo en cuenta la frase de "tú deberías darle gracias a la vida por ser amigo de Juan".

- Yo todavía no estoy listo para estar en un mismo espacio físico que Juan - dije, luego de ver que Lucio no me respondía nada. Y pese a que no me agradaba la idea, supuse que si quería que esa charla quede en claro, tenía que ser lo más sincera posible. - Hace como un mes, Juan decidió no aparecer más. Mi gran amigo - bueno, no tan sincera - , la persona que estuvo conmigo durante casi todo el año, de repente me había borrado de su agenda. El caso es que las cosas en mi vida no me están saliendo bien y eso hace que no me sienta completamente fuerte como para estar frente a una persona que me sacó de su vida. Espero que entiendas por qué prefiero mentir, antes de que enfrentarme a eso.

Lucio se cruzó de brazos, con cara de no demostrar ningún pensamiento. Aquello me estaba desesperando, sobretodo porque mi monólogo casi me quebró e hizo que yo tuviera ganas de llorar. Pero me mantuve fuerte.

- ¿Y por qué nunca me lo dijiste? - fue su pregunta, totalmente descolocada. - Sé que no somos muy amigos, pero nos caemos bien. ¿Por qué nunca me pediste ayuda?

- Es que no soy bueno para pedir ayuda - reconocí. - No sirvo para confesar que estoy mal. Además, odio molestar a los demás con mis problemas.

- Pero quiero que sepas que puedes contar conmigo.

14. Escape

Me sentía atrapado. No podía encontrar algo que me diga que las cosas estaban por cambiar para bien. Que iba a venir algo que me de un poco de esperanza. Me sentía triste, sin esperanza y sin ganas de poder seguir luchando.

Estos sentimientos, desde que Juan y yo terminamos, venían casi todo el tiempo. Eran inevitables. Pero lo bueno, y aunque es triste y rebuscado es el único punto positivo que tenían, es que se iban pronto.

Mi charla con Julieta, por chat, fue breve, pero me encontró en uno de esos momentos en donde ya no sé para donde correr.

- ¿Cómo estás? - me preguntó.

- No estoy muy bien - confesé. - Necesito una salida. Estoy buscando desesperadamente un poco de calma, porque ya no soporto todo lo que está sucediendo. Desde que Juan y yo dejamos de ser amigos, todo mi mundo se ha caído a pedazos. No sé cómo buscar ayuda. No puedo encontrar equilibrio por ningún lado.

- Lo sé - dijo Julieta, como si no hubieran sido necesarias tantas explicaciones. - Escucha, yo tenía pensado ir para la ciudad para el 10 de diciembre, pero si vienes para esa fecha a quedarte en mi departamento, entonces podemos quedarnos hasta el 17. Tendrás siete días libres de todos los malos recuerdos que te trae la ciudad, ¿qué dices?

La idea me pareció alucinante.

- ¿Me lo dices en serio? - pregunté. - Es la mejor idea que alguien pudo tener. No sé cómo te lo podré agradecer.

- Tú eres mi amigo y sabes que puedes contar conmigo - dijo la chica. - Aparte de todo eso, nos estaríamos ayudando mutuamente. Tú necesitas escapar y yo no tengo ganas de volver.

Finalmente, después de esa breve charla, supe que había una luz al final de aquello. Sólo tenía que esperar diez días más para encontrarla.

13. Quien Vuelve

Patricio y yo teníamos una amistad demasiado morbosa. Él, pese a ser dos años menor que yo, era una persona tremendamente madura, con la que podía entenderme y con la que podía tener buenas conversaciones.

Pero tampoco podía negar que era una persona infantil. De todos modos, por el único motivo que me servía Patricio, es porque odiaba en secreto a su propio hermano. Y debido a que yo necesitaba que alguien cercano a Juan esté en su contra, juntarme con él se había vuelto en una charla de ayuda para el alma. Desafortunadamente, lo que menos hicimos fue hablar de Juan, de quien en ese momento era de quien más quería saber. Así que esa conversación pasó absolutamente sin pena ni gloria.

Por la tarde, decidí ir a estudiar a la casa de Ana. Sabíamos que Leo se encontraba trabajando, así que sólo seríamos ella y yo.

Cuando llegué, se encontraba tremendamente histérica, como nunca antes la había visto.

- Ayer tuve una llamada de Hugo - comentó, entrelazando sus manos.

- ¿Quién es Hugo? - pregunté, por no decir "¿otro chico más?".

- Hugo es mi gran relación de hace tres años - confesó. - Nos conocimos en el secundario. Él empezó a averiguar por mí y yo estuve interesada. Estuvimos juntos un par de veces pero cuando parecía que lo nuestro iba a ser oficial, él dijo que no se sentía listo para una relación, que lo espere un tiempo, como un mes. Bueno, han pasado tres años desde que lo estuve esperando, debido a que al final nunca se decidió.

Miré a Ana, sin mencionarle que justamente había caído en manos equivocadas si quería que yo intente solucionar un problema sobre una persona que reaparece de la nada.

- Pero entonces ayer me llamó - continuó. - Me dijo que me había visto cuando fui a mi ciudad y que me veía hermosa. No supe que decirle. Es injusto. Yo ya lo tenía completamente olvidado y ahora él vuelve, aparece, y cambia todo mi modo de ver la vida.

- Espera, si te pones así porque él apareció, significa que nunca lo habías olvidado por completo - razoné. - Es decir, si te pones tan histérica por una simple llamada de una persona que había desaparecido de tu existencia, significa que jamás lograste llegar a la indiferencia.

- Pero es un cretino por volver a aparecer - dijo ella, furiosa.

- No es su culpa por querer aparecer - contesté. - Es tu culpa por haberlo dejado volver a entrar.

En el momento que sonaron mis palabras, me puse a pensar en Juan. Tal vez no era culpa de Juan el haberme hecho tanto daño. Tal vez era mi culpa el haberle permitido que me lo hiciera. Después de todo, él jamás me obligó a confiar en él. Él jamás me hizo una promesa de amor eterno. Él, simplemente se fue. Y yo tengo que tener las defensas bien altas para que nunca pueda volver a entrar en mi mundo.

jueves, 29 de noviembre de 2007

12. El Mismo Error

Tres días después, envuelto en estudios, soledad y presiones, no había tenido ninguna noticia sobre Juan. Sobretodo, dudaba que él se haya percatado que decidí no ir a verlo. Así que, con los días que continuaron, me dediqué a concentrarme en mi estudio, sin que pase ninguna noticia interesante.

Entonces, camino de regreso a casa, decido pasar un segundo por la casa de Lucio, sabiendo que Juan, con su nuevo empleo, no se encontraría allí a esas horas. Aparte de eso, tenía que saber qué había sucedido con Patricio el fin de semana y si Lucio me había mentido sobre el tema.

- Patricio nos hizo ir a buscarlo, pero al final no era nada grave - comentó Lucio, sonriente. - Luego de eso, Juan y yo nos encontramos con una amiga tuya, Julieta, quien me cayó muy bien. Estaba con su novio, creo. Pero nosotros dos estábamos muy enojados con Patricio porque nos hizo asustar, que nos pasamos la mitad de la noche criticándolo.

La buena noticia es que no me había mentido. Había estado tan paranoico que ya me estaba imaginando que el mundo era un complot en mi contra.

- Escucha, ahora tengo que salir - me dijo Lucio, luego de unos diez minutos de charla. - Si quieres esta noche podemos ir a tu casa con Juan.

Me quedé unos segundos paralizado. Lucio había sido la persona que más insistía en que yo recupere mi amistad con Juan (sobretodo después de decirme la frase "deberías darle gracias a la vida por ser amigo de él"), pero no estaba con ganas de someterme a una situación que hice todo lo posible por evitar.

Tenía que decidir y no había tiempo. ¿Confesaba?

- No voy a estar esta noche, Lucio - volví a mentir, volviéndome, de repente, interesamente nervioso. - Lo siento, pero organizaremos para otra ocasión, ¿de acuerdo?

- ¿Está todo bien? - preguntó, al ver mi cambio de rostro, de repente.

- Luego hablamos - dije.

Me alejé corriendo de allí. No podía enfrentarme a Lucio y confesar la realidad. Tendría que encontrar una manera sutil para decirle lo que pensaba. Aquella situación no daba para más. De nada me servía evitar a Juan, si todavía había vínculos en común que iban a intentar ponernos en contacto.

lunes, 26 de noviembre de 2007

11. Imposible

Luego de una intranquila mañana en mi última semana de facultad, no podía dejar de pensar en si realmente había tomado la decisión correcta el día anterior. Decidir no ir.

Todavía estaba sin saber qué es lo que había pasado con Patricio, el hermano de Juan, debido a que Lucio me había comentado que tuvo un problema y por eso ambos tuvieron que partir, para intentar solucionarlo.

Estaba calmado. Increíblemente calmado y deprimido. Necesitaba una pequeña esperanza en aquél mundo. No encontraba mi camino y había pasado casi un mes. Tenía que solucionarlo de alguna manera. Tenía que encontrar la forma de salir adelante. Después de todo, Juan me había hecho lo peor que pudo hacerme, ya no me podía causar más dolor, ¿o sí?

Pero si por las dudas, el día me había encontrado suceptible y con muchas amarguras en el alma, la situación aún podía ponerse peor.

Julieta era una amiga sexy e increíblemente llamativa. Era una amiga desde hace tiempo y tuvo la oportunidad de ver a Juan en dos oportunidades, pese a que no le cayó para nada bien.

Me encontraba con ella, a punto de volver a mi casa, luego de un día en donde lo que menos quería hacer era ver gente. No podía explicar, ni tampoco quería, lo vacío e inútil que me sentía. Sólo me puse a pensar en aquellos tiempos donde yo era feliz. Feliz con la persona que cree que va a pasar el resto de su vida. Feliz por haber encontrado a alguien a quien amar. Feliz porque finalmente alguien me aceptaba como era y a quien jamás quise esconderle nada.

- El sábado me encontré con Juan - me contó ella, como si tal cosa. - Estaba con un amigo, Lucio. Estaban tomando unos tragos en un bar, donde yo estaba con mi supuesto novio.

Aquello debería tener una buena explicación. Lucio no me mentiría. No me diría que tenían que ir a ver a Patricio, sólo como una excusa para sacarme de sus planes. No, Lucio no haría una cosa así. Aunque yo también pensaba que Juan no me iba a traicionar, así que podríamos decir que no me va esto de fiarme en las personas.

- ¿Y qué hablaron? - pregunté, como si no me importara.

- Me dijo que mi novio y yo no hacíamos nada ayer, que te mandaría un mensaje y organizaríamos una salida - comentó.

Genial. Juan, que hasta ese momento de la noche habrá creído que yo y él nos veríamos el día anterior, había propuesto a una amiga mía juntarnos entre todos. ¡Divino!

- Por supuesto, nunca llegó tu mensaje invitándome - comentó.

- Es que no lo vi a Juan - expliqué. - Tampoco sabía que había organizado una hermosa salida. Este chico es siempre una caja de sorpresas.

Aquello tenía menos sentido todavía. ¿Acaso Juan pensaba que yo lo volvería a ver y que luego de eso, tranquilamente, saldríamos a tener algún evento social? ¿Por qué seguía haciendo eso?

Dios, ¿cuándo va a parar todo?

¿Cuándo va a parar todo?

domingo, 25 de noviembre de 2007

10. Ir o No Ir

Desperté con una extraña pregunta sobre mi cabeza, luego de la rara conversación que tuve la noche anterior. Juan, la persona que hace casi un mes me traicionó y desapareció de mi vida dejándome en un derrumbe abismal, de repente había dicho "mañana ven a casa o voy a la tuya, como prefieras".

Mientras que la mañana del domingo me desayunaba una ronda de estudio con Leo, que se había separado unos segundos de la lengua de su novia, y Ana, que había regresado de su viaje, la intriga aún seguía en mi cabeza.

Jamás les comenté a los dos nada de lo que había sucedido y tampoco tenía intenciones de escuchar sus reproches, ya que creo que, si en definitiva pensaba ir a ver a Juan, ninguno de ellos dos lo aprobaría.

- Entonces finalmente no vi a Javier - comentaba Ana, disgustada. - El fin de semana pasado lo vi con otra chica, pero anoche vi a esa chica con su mejor amigo, a lo cual, cuando Javier se entere de eso se armará un gran desastre. Ya que ellos dos compiten siempre. Voy a gozar de ese situación.

- Sí, me imagino la rabia que le dará a Julio - comenté, y luego me quedé meditando en mi oración. - Espera, ¿dije Julio? ¿Quién rayos es Julio?

- Es mi ex novio - me contestó Ana. - Cortamos a principios de año. Ustedes me soportaron hablando de él los primeros meses que nos conocimos. Este chico, Javier, es otra persona.

- ¿En qué momento cambiaste de novio? - preguntó Leo, tan en la incertidumbre como yo.

- Hace dos meses - dijo Ana, enojada, a ambos. - Hace dos meses que les vengo hablando de Javier. ¿Por qué nunca se dieron por enterados?

- Es que los dos nombres suenan parecidos - dije, excusándome. - Aparte, no conocemos a ninguno de los dos.

Ana siempre trae historias de sus viajes a su ciudad natal, a la que va una vez por semana. Resultó ser que Javier, el chico que la tenía traumada ahora, era su diversión de sábado. Un capricho que ella misma reconocía tener.

- La cosa es que yo sé que si me hago la difícil con él, la única que termina perdiendo soy yo - confesó la chica, sin pudores. - Porque él fácilmente se olvida de mí y va detrás de otra.

Sonreí. No por maldad, si no porque la historia que estaba escuchando me parecía extrañamente similar a la mía, pero con otra versión.

Juan era como Javier. Si él me invitaba, yo accedía, pero si no iba, su vida continuaba de todos modos, así que el único que terminaba perdiendo era yo.

Realmente, ¿valía la pena ir a ver a una persona así? Es decir, si su mundo seguía de todas maneras, ¿qué importaba si me veía o no? ¿Qué ganaba con sólo pasar un tiempo con una persona que nunca me dio la importancia que yo merecía?

Tenía dos opciones, ir a su casa, vivir una incómoda situación de encuentro y tal vez, llegar a pasar una entretenida tarde. O seguir con mi vida, que está mal desde que él se fue y que aún anda sin encontrar su camino, pero que estaría peor si volviera a repetir la misma historia.

Decidí optar por lo segundo. Mandé un mensaje disculpándome por no ir y me dediqué esa tarde de domingo, a dormir tranquilamente.

Sí, de los males, el menos.

9. Tres en Uno

Resignado a que en esos momentos, por medio del MSN, Juan y Lucio estarían organizando hacer algo a lo cual, si es que era invitado, iba a rechazar la oferta, por lo que tendría que soportar otra noche conmigo.

Pero en eso... Juan me habló.

- Hola - saludó. - ¿Cómo estás?

- ¿Cómo estás? - pregunté, sin responderle.

- Bien, acabo de salir de trabajar - dijo, y recordé que gracias a Walter había conseguido un empleo que le consumía todo el tiempo.

- Me enteré que comenzaste a trabajar - dije. - Te felicito. Supongo que te debe llevar todo el día.

- Es hasta que aprenda a manejarme bien y pueda controlar mis tiempos - me explicó, como si estubiéramos en una conversación completamente normal. - Y hoy estuve de viaje. Pensé que íbamos a un lugar cerca de la ciudad, pero resultó que terminé más lejos.

Genial. No sólo me bastaba con el hecho de imaginar que Juan ahora había comenzado su vida y era feliz sin mí, si no que ahora tenía que confirmármelo. Genial.

- Me alegro por ti - mentí descaradamente. - ¿Y te gusta lo que estás haciendo?

- En realidad todavía estoy en cursos de capacitación - me respondió. - Pero desde el martes empiezo y luego te podré decir si me gusta o no.

Que divertido. Ahora encima tiene ganas de encontrarse conmigo para que podamos hablar sobre lo bien que le va laboralmente. ¡Grandioso!

Por dentro mío rogaba que no saliera a la luz la pregunta "¿qué haces esta noche?", porque lo que menos necesitaba en ese momento era darle otro motivo para que vea que mi vida se había convertido en una existencia patética y sin sentido.

En medio de esa inoportuna, extraña e incómoda charla con mi ex pareja, Lucio vuelve a hablarme. Imaginé que era para decirme que había hecho planes con Juan y que se iban a ir posiblemente a algún sitio en busca de mujeres, pero lo que Lucio me dijo me dejó más desconcertado de lo que ya me encontraba.

- Acaba de llamarme Patricio - me contó Lucio, refiriéndose al hermano de Juan. - Me dijo que tuvo un problema en la casa de su novia y que su cuñado está a punto de matarlo. Quiere que vaya a buscarlo, así que voy a tener que decirle a Juan para ir.

No era nada raro imaginarse que el hermano de Juan se estaba metiendo en problemas con las demás personas. Patricio solía ser una persona altanera, peleadora y de muy mal carácter. Todos los que lo rodeábamos nos habíamos acostumbrado a vivir con ello, o, por lo menos, acostumbramos a ignorar sus intentos de iniciar una discusión.

Dicho eso, y a parte de causarme gracia el hecho de imaginarme a mi ex cuñado en problema, fui hasta la ventana de Juan y vi que me estaba comentando lo mismo.

- Me estoy yendo - dijo, concluyendo la charla Juan.

- Está bien, mucha suerte y que Patricio se encuentre con vida - le deseé.

- En realidad, no estoy muy seguro sobre si quiero que eso sea cierto - concluyó.

Sonreí con eso último que dijo. Debió ser la primera vez que algo de lo que Juan decía últimamente me había causado gracia. Pero luego mi sonrisa quedó perdida entre mis pensamientos. Ahora él está bien. Ahora él es feliz. ¡No es justo!

Así que justo en el momento en que estaba por cerrar el MSN, ir a dormir y tal vez suicidarme, Juan vuelve a hablarme, para decirme lo más impensable que podría decirme:

- Mañana ven a mi casa o yo iré a la tuya, como prefieras.

sábado, 24 de noviembre de 2007

8. Planes Arruinados

El MSN. Ese nuevo sistema que tiene casi todo el mundo para comunicarse con personas que pueden llegar a vivir a dos metros de tu casa.

Después de una tarde con mi amiga Julieta, y sin tener noticias algunas de mi ex cuñado, Patricio, decidí que lo mejor era dormirme.

No quise ni pensar que estaba frente a un sábado y que no tenía planes. No quise ni pensar en que mis sábados anteriores los ocupaba Juan. Estaba envuelto en una mezcla de sentimientos difíciles de controlar. Así que preferí dormirme.

Cuando me desperté, ya faltaban dos horas para la medianoche, a lo que nunca pude pensar en que realmente me iba a encontrar con un sábado lleno de soledad. ¡Yo! ¡Un adolescente!

Ana se encontraba de viaje, así que me era imposible ir a verla. Mientras que Leo decidió salir con su novia, a lo cual era preferible quedarme solo antes de que tener que verlos besarse y esas cosas que sólo me darían alivio si llegara la muerte por mí.

Inicié sesión, esperando no encontrar a nadie, pero para mi sorpresa, Lucio, el mejor amigo de Juan estaba en línea.

- ¿Cómo estás? - saludé, y viendo que casi siempre hablamos, no eran necesarias tantas presentaciones. - ¿Qué haces esta noche?

- Todavía no tengo nada planeado - responde. - Así que si nadie me dice nada para hacer, creo que me quedaré en mi casa. ¿Tú haces algo?

- Dormí toda la tarde - dije, sinceramente. - Así que me desperté hace un instante y ya era muy tarde para planear algo. Pero si tú no haces nada, avísame, y hacemos algo.

Pese a lo ridícula que sonaba la frase "debes darle gracias a la vida por ser amigo de él", Lucio me caía bien. O por lo menos, me caía mucho mejor ahora que ambos estábamos sin planes.

- No hay problema, por mí - respondió él.

La idea estaba a punto de concretarse, cuando de repente, algo sucedió. Alguien inició sesión. Alguien que tenía entre sus contactos tanto a Lucio como a mí. La persona con la que menos esperaba hablar: Juan.

No era necesario pensar en lo que iba a seguir. Juan hablaría con su mejor amigo. Harían algún plan y luego seguirían felices por la vida. Yo, claro, no iba a estar en el medio de los dos, por lo que di por sentado que iba a terminar de pasar aquella noche entre mi soledad.

7. Es tu Oportunidad

Julieta era una persona totalmente cínica. No creía en el amor. No creía en la ternura y había afrontado que no podía confiar en los hombres nunca más. Tratando de superar a un amor que viene y se va, creía que todo en su mundo era de color gris, hasta que apareció en su vida una leve luz. Ernesto. Él era todo lo contrario al prototipo masculino de hombres que habían destrozado su corazón durante su vida.

Ernesto era dulce, tierno, lindo y muy agradable. O por lo menos, eso me decía ella, porque yo todavía no lo conozco.

- Es una relación que ya tiene fecha de caducidad - comentó. - Al finalizar el año, él va a viajar a otra ciudad y yo, bueno, me quedaré sin él. Así que por eso decidí no ser su novia oficialmente.

- ¿Tienes miedo de que te lastime? - pregunté. - ¿Lo estás queriendo?

- Aún no lo quiero - respondió. - Y espero no hacerlo, porque no quiero sufrir cuando se tenga que marchar de mi lado. Él es completamente dulce, y si en el futuro yo tampoco llego a sentir ese amor, posiblemente pueda llegar a jugar con sus sentimientos, cosa que no deseo hacer. El domingo pasado, me pidió para ser su novia. Y le dije que no era el momento.

- Entiendo lo que dices - contesté, pensativo. - Pero yo lo hubiera hecho. Yo me hubiera arriesgado. No por sacar un "clavo con otro clavo", sino por el simple hecho de que hace tiempo estás buscando a una persona que te quiera como te lo mereces. Y este chico, Ernesto, o como se llame, parece que te quiere de verdad.

- Pero el hecho de que seamos novios oficiales no cambiaría para nada nuestro ritmo de vida. - me dijo. - Aparte, tengamos presente que yo todavía estoy enamorada de mi ex. Entre él y yo, todo marcha bien así como está. El otro día caminábamos por la calle y hasta me daba la mano, frente a sus amigos. Pasé mucha vergüenza.

- Como máximo pensarán que son novios - dije, como si aquella conversación cada vez tuviera menos sentido. - No es la gran cosa. Debe estar feliz por haber encontrado una chica sexy y quiere presumirte delante de sus amigos. Es natural.

Después de hablar con ella me puse a pensar en nuestra amistad de hace algunos años. Julieta y yo estábamos atravesando casi la misma situación, nada más que ella desconocía la mía. Pero ella también se había enamorado de la persona más errónea posible. Afortunadamente alguien le dio una mano para salir del muro. Alguien que se interesa y se preocupaba por ella. Aún sí, creo que estaba dejando escapar una buena oportunidad para comenzar a ver la vida un poco más del color rosa.

Bien por ella.

6. Un Nuevo Encuentro

Una lluvia fina y fresca estaba cayendo por la ciudad. Esos días grises, donde la cama parece el mejor sitio en el mundo donde se podría estar. Tal vez fue el día, tal vez el hecho de tener noticias de Juan después de tanto tiempo, era lo que me tenía con una golpe de melancolía en donde volví a recordar todo lo que pasamos en nuestra relación. Las cosas que hice bien, los momentos en donde lo habré vuelto loco, los instantes en donde nuestros cuerpos se unían para formar sólo uno, el dormir abrazados toda la noche sólo protegidos por las sábanas. Esa serie de eventos volvieron a mí de un sólo golpe, y para cuando llegué a la casa de Ana, mi amiga de la facultad con quién había hecho planes para salir ese viernes, esos pensamientos estaban a punto de volverme loco.

- Por favor, háblame mal de Juan, porque creo que lo estoy extrañando - confesé, como un comentario simpático que se le dice a cualquiera, mientras íbamos camino a la presentación de su hermano. - Necesito recordar que es una porquería de persona que nos sacó de su vida a todo nuestro grupo.

- Oliver, por favor, ¿por qué clase de persona me tomas? - preguntó, indignada. - ¿Acaso me crees la clase de gente que se la pasa criticando a los que están ausente y no tienen la oportunidad de defenderse?

- Sí.

- Es una visión muy acertada de mi personalidad, pero hoy no estoy de humor para criticar a nadie - concluyó. - Ya tengo suficiente con tener que ir a la presentación de mi hermano.

El hermano mayor de Ana era profesor de educación física, y hacía una presentación con todos sus alumnos por parte del colegio. Ana no conseguía comprender por qué tenía que ir a alentar a una persona que ya había realizado toda su vida, pero noté que ella estaba sin planes igual que yo.

El salón donde se realizaba la exposición era bastante amplio y tenía gradas donde podríamos sentarnos. Así que fuimos y tomamos haciendo entre toda una multitud de personas. Como si fuera un lugar donde nunca te esperas encontrar a nadie importante, allí estaba Cristian.

Cristian era un ex-compañero-sexual con quien estuve un par de veces hace unos años, cuando ambos éramos jóvenes. Jamás nos peleamos ni nada, simplemente un día dejamos de saludarnos, así que imaginé que no habría ningún problema si me acercaba a saludar. Dejé a Ana entre las gradas, excusándome con ir a saludar a un amigo, y fui hacia donde se hallaba el muchacho.

Él me vio cuando me encontraba a unos metros y también caminó un poco hacia mi dirección. Finalmente nos encontramos y estrechamos nuestras manos.

- Oliver, ¿cómo estás? - me saludó, sonriente. - Hace mucho que no sé de ti.

- Y, aquí, ya me ves - dije. - Vine a acompañar a una amiga, porque su hermano es profesor de uno de los grupos que se presentan hoy. ¿Tú qué haces aquí?

- Bueno, mi hermana menor es una de las alumnas - contestó, mirando a un grupo de niños que estaban haciendo un baile extraño en medio de un escenario. - Por suerte no pertenece a este año, porque me daría vergüenza admitir que es mi hermana.

Sonreí ante su comentario. Realmente los que estaban bailando parecían monos que salían del zoológico.

- Me tengo que ir - dijo, de pronto, cortando todo el clima del momento. - Mis amigos quieren ir a hacer tiempo hasta la hora en que mi hermana baile.

- De acuerdo - comenté. - Fue un gusto verte. Me voy con mi amiga, entonces.

Nos estrechamos la mano y cada uno se giró sin decir más. Me sentí completamente extrañado ante esa charla. Pensé que si hubiéramos durado un poco más, podríamos haber programado otro encuentro sexual o algo así. Pude notar que él también quería decírmelo, pero es típico de dos personas, no saber si la otra estaría dispuesta a aceptar.

Una vez finalizado el espectáculo, dos horas después, nos volvíamos nuevamente a la casa de Ana, pero esta vez acompañados por su hermano mayor, Ignacio. Ambos iban comentando lo que había sucedido, mientras que mi cabeza lo único que pensaba es que podría haberle sacado, por lo menos, el número de celular a Cristian, ya que no tenía idea de cuándo sería la próxima vez en que lo volvería a ver.

- De verdad, tu grupo fue el mejor de todos - le decía Ana a su hermano. - Las otras dos horas que desperdiciamos y casi nos suicidamos del aburrimiento, equiparan perfectamente el ver tu hermosa presentación.

Regresé a casa y me puse a pensar en los planes que tenía para aquél sábado. Una amiga mía venía a la ciudad y había quedado en ir a visitarla, ya que la veo poco. Mientras que Patricio, el hermano de Juan, me había dicho que iría a verme también.

Miré la llovizna que azotaba aquella tranquila noche y sonreí. Tal vez Juan ahora había conseguido empleo y era una persona completamente feliz, pero más que seguro que no podría apreciar como yo una hermosa noche como aquella.

viernes, 23 de noviembre de 2007

5. Noticias de Él

Durante toda la clase estuve meditando sobre si era o no conveniente ir con el grupo de gente a ayudarlos con el proyecto, al cual ya me había ofrecido hace unos meses. No sabía qué reacción iba a tener cuando me cruzara con Juan o no sabía si iba a poder verlo y que mis ojos no me traicionaran y comenzaran a llorar por el recuerdo del dolor.

Así que, sutilmente, le pedí ayuda a Leo para que me acompañara. Jamás le expliqué el verdadero motivo. Sólo le pedí que me acompañara unos segundos y que luego podríamos marcharnos tranquilamente.

Terminó nuestra clase, nos despedimos de Ana, a quien le prometí encontrarnos esa noche, y luego caminamos por uno de los pasillos de la facultad hasta llegar a un salón iluminado, donde un grupo de personas que yo conocía se encontraban haciendo distintas actividades. Todos me saludaron sonrientes, pero ninguno tampoco hizo una fiesta por mi presencia. Me pregunté si tal vez Juan había hablado de mí con ellos, lo cual resultaba algo ilógico, debido a que ni con su propio mejor amigo lo hacía.

Resultó que Leo conocía a varias de las personas que se encontraban en ese salón, así que cuando menos me di cuenta, mi compañero de estudio se había esfumado de atrás de mí. Me encontraba bastante nervioso. Tenía miedo de que Juan se encontrara escondido en algún rincón y me viera allí. Podría decir algo o podría ignorarme. También podría saludarme como una persona civilizada. Cualquiera de las tres opciones era mala. Sin embargo, luego de unos cinco minutos de hablar con Gladis, me di cuenta que Juan no se encontraba en aquél salón.

- La cosa es que ahora no hemos tenido muchas cosas para hacer - me comentaba Gladis, como si realmente me importara lo que decía. - Aparte también estamos contando con poca ayuda. ¿Recuerdas a Walter?

Si bien Walter era uno de los amigos de Juan, era el que mejor me caía. Era una persona simpática, muy alegre y totalmente divertida. Es uno de los que podría incluír en mi grupo de amistades, pese a todo. En simples palabras, Walter era una persona maravillosa.

- Sí, recuerdo a Walter - dije. - Hace mucho tiempo que no lo veo.

- Bueno, resulta ser que Walter está trabajando - me contó Gladis. - El trabajo le está ocupando mucho tiempo, pero ahora también consiguió que Juan ingrese a trabajar con él.

Walter era un estúpido.

En ese momento me sentí completamente desalmado. Ahora Juan estaba trabajando. No era posible aquello. Pareciera que desde que me dejó sólo le están pasando cosas hermosas y bellas. No tiene sentido, no era justo. Apenas conseguía ser feliz sabiendo que él era un inútil, pero ahora que consiguió trabajo, me hacía sentir todavía inferior a él. ¿Cómo iba a tener la posibilidad de ver que el dejarme fue lo peor que le pudo pasar en la vida si al muy cretino sólo le estaban ocurriendo cosas buenas?

Sonriendo lentamente, me giré sobre mis talones y comencé a caminar hasta donde se encontraba Leo. Si bien ya no corría peligro de encontrarme con Juan, tampoco mi cara demostraba gran felicidad.

- No puedo creer que estés trabajando, Leo - le dijo un hombre que yo no conocía a mi compañero. - Me da mucho gusto por ti.

- Sí, por eso es que ya no estaba saliendo mucho - continuó mi amigo. - Entre la facultad y el trabajo, realmente me queda poco tiempo.

- Me alegro que los adolescentes de hoy en día se estén molestando en conseguir trabajo - dijo el hombre. - Igual que Juan, que creo que lo conoces.

- Sí, lo conocemos - confirmó Leo.

- Bueno, él comenzó a trabajar esta semana, aunque con su inestabilidad lo más probable es que no dure mucho - dijo el hombre, con un dejo a que eso sonaba a una crítica. - A veces ese muchacho se comporta como una mujer histérica.

Y cuando salimos del salón, en mi cara se dibujaba una hermosa sonrisa. Si bien la noticia de que Juan haya rearmado su vida había conseguido que yo pierda mi tan poco desarrollado equilibrio, la crítica de aquél hombre desconocido, me había hecho sentir mejor.

4. Obligaciones Pasadas

Cuando una pareja se termina, está claro que no por eso el mundo que sigue girando también. Es por eso que si con tu pareja de ese entonces habías hecho compromisos, conocido personas y elaborados planes a futuro, no puedes evadirlos sólo porque tu romance fracasó. Esta regla pesaba más aún todavía si ese romance era secreto ante toda la humanidad.

Al día siguiente después de la charla con Lucio, el mejor amigo de Juan, me encontraba con Ana y Leo nuevamente en la facultad, terminando la semana y esperando que llegara la noche para poder salir a entretenerme.

- Me dijo que debía darle gracias a la vida por ser su amigo - les conté a los chicos, luego de comentarles que me encontré a Lucio de camino a mi casa. - ¿Qué clase de persona le dice eso a otra? Debe estar en el puesto número 1 de las frases más ridículas que escuché a lo largo de mi vida.

- Yo siempre quise estar en ese ranking - me dijo Ana. - De todos modos, es cierto, Lucio realmente ha dicho una de las cosas más estúpidas del mundo.

- Tal vez es cierto - exclamó Leo, ganándose una mirada sorprendida de sus dos amigos. - Tal vez deberías darle gracias a la vida haberte hecho amigo de una persona que cuando quiso, desapareció por completo. Eso te enseñará a no volver a cometer esos errores.

Como siempre, Leo nos dejaba sin saber cómo responderle. Era increíble como ese chico era capaz de ahogar hasta el chiste más absurdo intentando encontrarle un fundamento válido. Así que totalmente deprimidos porque nos cortaron la alegría de aquella frase ridícula, nos dirigimos hacia unos de los salones. Estaba por entrar cuando una joven se me acercó, rápidamente.

- Oliver - me llamó.

Leo y Ana la miraron, giraron su cabeza y continuaron. No era necesario excusar aquella actitud, ya que estábamos frente a Gladis. Una mujer que tiene de bella lo que tiene de malvada. Es detestable, creída y egocéntrica. Podríamos definir como la versión de Juan en femenino.

- Disculpa, pero últimamente no te vi colaborando con el proyecto que teníamos que presentar - comentó, como queriendo hacerme sentir culpable. - ¿Por qué no estás viniendo a reunirte con nosotros?

Tenía ganas de revelarle que el verdadero motivo por el que no me estaban encontrando era porque Juan también pertenecía a ese grupo y el hecho de tener que cruzármelo en un trabajo del cual me había comprometido a hacer hace unos meses, no me llamaba absolutamente para nada la atención.

- La verdad es que estuve muy ocupado - mentí, descaradamente. - ¿Avanzaron en algo?

- Realmente no - respondió Gladis, alizándose el cabello, como hablando para sí misma. - No estamos avanzando mucho y realmente no te culpo por ocupar tu tiempo en otras cosas. De todos modos creo que deberías aparecer, debido a que diste tu palabra y eres de gran ayuda. Así que te veré luego.

Y sin que yo pueda objetar nada, se alejó de mí. Genial. Aquella situación era sencillamente genial.

jueves, 22 de noviembre de 2007

3. Su Mejor Amigo

Si alguna vez pensé que cuando me enfrenté a la ex novia de mi ex pareja, era algo que sólo lo haría una persona estúpida y que se busca su propio dolor, no lo había meditado seriamente. Ahora descubrí que hay algo peor que enfrentarse a la ex. Sí. Falta salir airoso del encuentro con su mejor amigo. Y, pueden creerme todos, Lucio era un rival completamente difícil de transpasar.

No recordaba bien la historia de la amistad entre Lucio y Juan. Sólo sé que ellos dos eran dos gotas de agua, por lo que siempre supe que Lucio no era una de las personas con las que yo mantendría contacto a lo largo de mi vida. Sólo siempre hubo una gran muestra de respeto, pero absolutamente nada más.

Regresaba tranquilamente caminando de la casa de mi amiga Ana, cuando me encuentro a Lucio en la vereda de su hogar. Cuando me vio cruzar, vino a saludarme, justo al mismo tiempo que mi mente lamentaba no haber tomado otra calle.

- ¿Cómo estás? - preguntó. - ¿Sabes algo sobre Juan? Estoy intentando llamarlo, pero creo que su celular no funciona.

¿Este chico verdaderamente es estúpido? ¿Acaso no había notado que hace más de tres semanas que no me veía? Eso era algo que me incomodaba, pero que a la vez agradecía, sobre Juan. El hecho de que sea una persona tan reservada que ni siquiera era capaz de hablar con sus amigos sobre mí. Es cierto, me hacía sentir poco importante, pero por otro lado, me daba placer tener, por lo menos, un grado de dignidad ante la gente que había conocido gracias a él.

- La verdad es que Juan y yo últimamente no nos estamos vinculando mucho - respondí, sinceramente. - Así que no tengo idea sobre su existencia.

- ¿Qué es lo que pasó? - preguntó, como si acabara de decir algo totalmente absurdo y que no tenía cabida en la mente de nadie. - Ustedes dos pasaban mucho tiempo juntos.

Mi parte herida tenía ganas de contarle a ese joven toda la dolorosa realidad debido a que tal vez me podría dar algunas respuestas a todo lo que yo estuve queriendo saber desde hace tanto tiempo. Mi parte coherente prefirió decir lo justo y necesario, ya que después de todo, estaba ante uno de sus mejores amigos. Es una regla establecida que los ex no deben llorarles a los amigos del victimario. Dirán y te harán creer que te consuela, pero sólo es un truco para luego poder reírse de ti.

- Es que creo que se enojó con alguien del grupo y desapareció por completo - comenté, como si esa historia tuviera credibilidad. - No tengo mucha idea. Pero estamos bien, simplemente ya no nos hablamos como antes.

Lucio se quedó un segundo en silencio, como intentando leerme entre líneas. En ese momento me encontraba tan asustado que pensé que el letrero de "fui traicionado" brillaba en mi frente. Lo único que quería era salir corriendo de aquella desesperante situación, llegar a mi casa y rogar que Lucio jamás le cuente a Juan que nos vimos.

- Juan no es una mala persona - dijo Lucio, finalmente, como si logró entender claramente todo lo que yo quería decir. - Algo le habrá pasado que haya decidido alejarse. De todos modos, tú tienes que darle gracias a la vida por ser amigo de él.

Y ahí estaba. La respuesta a una de las preguntas que surgieron en esos minutos y se respondió sola. El mejor amigo de Juan era completamente estúpido.

2. Mis Amigos de Estudio

En un año donde muchas de las cosas cambiaron: terminar el secundario, afrontar la vida con personas desconocidas y finalmente elegir la carrera que definiría tu rumbo laboral, ya era bastante complejo como para tener que agregar el hecho de enamorarme y sufrir porque una persona de mi mismo sexo de un día para el otro decidió sacarme de su vida.

Pero si de facultad hablamos, estamos en unas fechas donde los estudiantes llegamos a nuestros picos de stress y donde el suicidio no nos parece tan mala opción: los finales. Las mesas finales, donde nos sentamos frente a tres profesores a decirles cosas que fingimos saber pero que nunca entendemos completamente, sólo para que nos digan que lo hicimos bien o que tenemos que volver a intentarlo.

Si bien era cierto que ahora estaba afrontando la vida solitariamente después de una ruptura, por lo menos no me encontraba solo. Tenía a Leo y a Ana, mis dos compañeros de estudio, a quien había conocido a principios de año y por quienes se me hizo más fácil la tarea de soportar tanta miseria que me rodeaba.

Después de mi charla con Maya, la ex novia de Juan, me encontraba con los chicos a la salida de la facultad, luego de una clase tremendamente aburrida pero una de las últimas, gracias a Dios.

- Chicos, me tengo que ir a trabajar - dijo Leo, quien había conseguido un puesto en una prestigiosa oficina de la ciudad. - Ayer estuve hablando con mis compañeros de trabajo. Me dijo que si quería recibirme en esta carrera, debía comenzar por dejar de trabajar y dedicarme completamente al estudio.

Ana y yo miramos a Leo. Sabíamos que el chico vivía solo desde que había declarado su independencia paterna hace dos años y que su trabajo era su único sustento. Dejar de trabajar simbolizaría vivir del aire, cosa irreal en este mundo.

- Se dio cuenta que era algo ilógico lo que me estaba diciendo - continuó. - Porque si dejo de trabajar, luego ¿qué comeré? Pero si el trabajo me sigue ocupando tanto espacio, no podré recibirme.

- No te preocupes - le dijo Ana, acariciando su hombro. - Oliver y yo no trabajamos y, al paso que vamos con nuestro estudio, no nos vamos a recibir nunca.

Media hora después, Ana y yo nos encontrábamos charlando sobre nuestras vidas. Le conté que hace unas horas atrás estuve con Maya, pero que la conversación fue tan agradable como poco productiva.

- Esa chica sí que tuvo que tener estómago para poder estar con Juan - comentó, venenosamente, Ana.

Y es que a simple vista, Juan no era una persona para nada atractiva. Es más, si buscáramos en un diccionario de antónimos la palabra Atractivo, una foto de Juan estaría allí. Ana lo conocía, como también Leo y muchas de las personas de la facultad, debido a que Juan estudiaba con nosotros. O por lo menos, era de nuestro grupo de estudio hasta el momento de su pelea conmigo, donde no solamente desapareció de la faz de mi existencia, sino también de la mis amigos. Por un momento tuve la duda sobre si seguía con vida, debido a que nunca lo volvimos a cruzar en los pasillos.

- Si eso dices sobre tus amigos - le comenté, luego de escuchar su comentario. - Por favor, nunca seas mi amiga.

- Es que lo dije con toda la objetividad del mundo - aclaró. - No sólo porque el muy desgraciado se marchó un día de nuestra vida sin explicarnos por qué. De veras, no tengo rencores hacia el pobre infeliz. Por cierto, hablando de amores pasados, tú nunca me has relatado ninguna historia sobre tus ex novias.

- Tal vez porque no tuve ninguna ex novia - comenté. - Pero sí un largo romance con una chica durante el secundario. Era una historia de encuentros y desencuentros. La típica pareja que todo el mundo cree que cuando finalice el drama adolescente se encontrarán y vivirán felices por siempre. Pero nunca prosperó.

La historia era cierta. Si bien Juan no era mi primer amor homosexual, también tuve romances igual de duros y tormentosos con muchas mujeres. Y si una persona durante cinco años te complica la vida, dudo que la puedas olvidar de un momento para el otro. Sólo que ya no me dolía esa historia. Tenía un nuevo dolor del cual preocuparme, pese a que Ana, como Leo y como todo el resto de la humanidad, sólo pensaban que era el dolor de un amigo que se marchó sin explicaciones.

- Yo tuve una historia similar con mi mejor amigo de la infancia - comentó. - A dos meses de que termines el año anterior, me confesó que siempre estuvo enamorado de mí. Pero yo me tenía que mudar para venir a estudiar, así que decidimos que lo mejor era dejar las cosas así. Las relaciones a distancia no funcionan, o por lo menos, yo estoy en contra de eso.

- ¿Se volvieron a ver? - pregunté.

- Sí, hace un par de meses, pero decidimos no iniciar nada y quedar como grandes amigos - prosiguió. - Y por el momento yo tampoco busco novio, sólo personas con las cuales pasar un tiempo y listo. Escucha, mañana tengo que ir a ver a mi hermano mayor que va a hacer una representación en un club. Si quieres, puedes ir conmigo. No te garantizo diversión.

Acepté. La idea de hacer algo fuera de lo común un viernes me llamaba poderosamente la atención, debido a que todos mis fines de semana estaban ocupados en Juan, de repente una parte de mí se encontraba sola hasta en esos momentos.

Ese fue mi gran error, acostumbrarme a creer que estaría conmigo por siempre. Era utópico y sólo me arriesgué a salir herido.

Aún lo extraño.

1. Maya

Quizá fue por el hecho de que buscaba respuesta o tal vez por el simple motivo de querer tener mi cabeza ocupada, pero hoy fui a ver a la persona menos adecuada que uno tiene que visitar si intenta olvidar a una persona: su ex.

La ex de Juan era Maya. Sí, una joven bella con la que el chico tuvo una relación de meses y que luego se vio interrumpida cuando ella lo engañó.

- Antes de que nosotros comencemos a salir yo le había dicho a Juan que no lo quería - me comentó, mientras compartíamos una tarde calurosa. - Si comenzaba una relación conmigo, lo más seguro es que saldría herido. Yo no sirvo para tener novio.

Conocí a Maya por medio de Juan, obviamente. Ella era una persona que a simple vista no demostraba ser muy simpática, pero una vez que pude establecer un diálogo, me di cuenta que era una persona con la que se podía pasar unos buenos y agradables momentos.

Maya, por supuesto, jamás supo y espero que siga así, lo que pasaba entre su ex novio y yo. Para ella sólo eramos unos amigos que tenían una relación tormentosa, pero que se entendía.

Cuando le comenté que Juan había decidido apartarse de mí, no le sorprendió para nada la noticia, como si fuera algo que todo el mundo estaba esperando que suceda, menos yo.

- Es una persona bastante inestable - me comentó. - Por días está bien, por otros no. El problema es cuando comete un error, por su inestabilidad, se queda en ella. No retrocede ni lo reconoce.

- Eso es por orgulloso - comenté, como si no lo hubiera conocido a Juan para saber que su orgullo impedía reconocer sus errores. - Una vez que hace o dice algo, lo sostiene. No hay vuelta atrás. No importa cuánto querramos encontrarle la vuelta.

Eso me dio a entender que jamás se retractaría de su decisión. No entendía cómo una persona podría sacar de su vida a otra sin un por qué, después de tanto tiempo. Después de tantas cosas pasamos. No entendía simplemente.

Maya me comentó que a fin de mes dará una fiesta y quería que yo asistiera. Me sentí bastante bien con respecto a eso, puesto que no pensé que yo le agradaba tanto a la chica. De todos modos, yo asistiría. El problema sería que tarde o temprano me encontraría con Juan también en ese sitio y seguramente mi alegre noche, de alguna u otra forma, se vería arruinada.

No sé si Juan aún ama a Maya, o si Maya aún siente algo por Juan. No sé y tampoco tuve intenciones de averiguar, por miedo a no saber cuál sería la respuesta. Ella se mantiene firme en que sacarlo de su vida fue una buena idea, pero ¿es eso tan cierto?

Introducción

Juan y yo simulábamos ser amigos delante de todo el mundo. Y para todo el mundo, nuestra amistad resultaba envidiable. Éramos respetuosos, atentos y con muchos códigos entre nosotros. Nunca hubieran pensado que podríamos llegar a entendernos tan bien, debido a que cuando nos conocimos éramos totalmente distintos.
Nadie hubiera pensado, tampoco, que en una de esas noches donde estábamos hablando, una cosa llevaría a la otra y nuestros cuerpos se terminarían uniendo para darme, a lo largo de casi seis meses, el romance más hermoso y doloroso de mi vida.
Seis meses donde fui feliz, me emocioné, lloré, esperé y disfruté de esos encuentros a escondidas. Pero un día, como cualquier otro, sin previo aviso, vino la noticia desagradable.
- No me siento bien contigo - dijo, sin mirarme a los ojos. - Creo que lo mejor es que sigas tu camino y yo debo seguir el mío.
¡Traición!
El mundo no fue el mismo desde entonces. Hoy, a un mes de aquella charla, todavía estoy buscando la forma de superar tanto dolor. A partir de hoy, empieza un recorrido por la vida. A partir de hoy, habrá vivencias y, finalmente, intentaré entender por más que rebusque entre las miles de cosas de mi cabeza, qué fue lo que impidió que todo siga como hasta entonces.
1º Parte: Vivo y Enterrado