domingo, 25 de noviembre de 2007

10. Ir o No Ir

Desperté con una extraña pregunta sobre mi cabeza, luego de la rara conversación que tuve la noche anterior. Juan, la persona que hace casi un mes me traicionó y desapareció de mi vida dejándome en un derrumbe abismal, de repente había dicho "mañana ven a casa o voy a la tuya, como prefieras".

Mientras que la mañana del domingo me desayunaba una ronda de estudio con Leo, que se había separado unos segundos de la lengua de su novia, y Ana, que había regresado de su viaje, la intriga aún seguía en mi cabeza.

Jamás les comenté a los dos nada de lo que había sucedido y tampoco tenía intenciones de escuchar sus reproches, ya que creo que, si en definitiva pensaba ir a ver a Juan, ninguno de ellos dos lo aprobaría.

- Entonces finalmente no vi a Javier - comentaba Ana, disgustada. - El fin de semana pasado lo vi con otra chica, pero anoche vi a esa chica con su mejor amigo, a lo cual, cuando Javier se entere de eso se armará un gran desastre. Ya que ellos dos compiten siempre. Voy a gozar de ese situación.

- Sí, me imagino la rabia que le dará a Julio - comenté, y luego me quedé meditando en mi oración. - Espera, ¿dije Julio? ¿Quién rayos es Julio?

- Es mi ex novio - me contestó Ana. - Cortamos a principios de año. Ustedes me soportaron hablando de él los primeros meses que nos conocimos. Este chico, Javier, es otra persona.

- ¿En qué momento cambiaste de novio? - preguntó Leo, tan en la incertidumbre como yo.

- Hace dos meses - dijo Ana, enojada, a ambos. - Hace dos meses que les vengo hablando de Javier. ¿Por qué nunca se dieron por enterados?

- Es que los dos nombres suenan parecidos - dije, excusándome. - Aparte, no conocemos a ninguno de los dos.

Ana siempre trae historias de sus viajes a su ciudad natal, a la que va una vez por semana. Resultó ser que Javier, el chico que la tenía traumada ahora, era su diversión de sábado. Un capricho que ella misma reconocía tener.

- La cosa es que yo sé que si me hago la difícil con él, la única que termina perdiendo soy yo - confesó la chica, sin pudores. - Porque él fácilmente se olvida de mí y va detrás de otra.

Sonreí. No por maldad, si no porque la historia que estaba escuchando me parecía extrañamente similar a la mía, pero con otra versión.

Juan era como Javier. Si él me invitaba, yo accedía, pero si no iba, su vida continuaba de todos modos, así que el único que terminaba perdiendo era yo.

Realmente, ¿valía la pena ir a ver a una persona así? Es decir, si su mundo seguía de todas maneras, ¿qué importaba si me veía o no? ¿Qué ganaba con sólo pasar un tiempo con una persona que nunca me dio la importancia que yo merecía?

Tenía dos opciones, ir a su casa, vivir una incómoda situación de encuentro y tal vez, llegar a pasar una entretenida tarde. O seguir con mi vida, que está mal desde que él se fue y que aún anda sin encontrar su camino, pero que estaría peor si volviera a repetir la misma historia.

Decidí optar por lo segundo. Mandé un mensaje disculpándome por no ir y me dediqué esa tarde de domingo, a dormir tranquilamente.

Sí, de los males, el menos.

2 Culpables:

Unknown dijo...

buena decision, es un paso para el olvido, pero no te planteastes que el tambien se puede arrepentir, y no le vaya todo tan bien como aparenta? no se es otro enfoque
saludos

Anónimo dijo...

Bueno, decirte que desde que comentaste en mi blog te leo ;) Me está encantando tu blog. Yo tambien te agrego ;)