lunes, 31 de diciembre de 2007

65. Malhumor

Lo malo de estas fechas es que te encuentras con todo el mundo que creías que habías encerrado en un cajón y de donde nunca pensabas que saldrían. Así que sin aún poder creer haber sido testigo del regreso de Pamela, me crucé con otra persona inesperada en un kiosco. ¿A cuántos más iba a encontrarme aquella noche antes de regresar a mi casa?

Esta vez se trataba de Hugo, el hombre con quien estuve por primera vez. Hugo tenía 4 años más que yo. Era muy sensual, pero lo que tenía de hermoso lo tenía de despreciable y, conmigo, era una de las personas con las que más mostraba esa faceta.

Lo vi comprando unos cigarrillos y me observó. Simuló una falsa sonrisa a la que yo respondí. Luego ambos salimos de ese local, y la acera fue testigo de una vana conversación.

- Así que estás en la ciudad - dije. - ¿Hasta cuándo?

- Hasta los primeros días de enero - respondió. - Luego me iré. Tengo que seguir estudiando.

- ¿Qué harás para recibir el año?

- Posiblemente vaya a una disco - dijo, prendiendo un cigarrillo. - Por lo menos esa es la idea. En Navidad intentamos llegar a una pero estaba tan repleta y había tanta fila que decidimos ir a otro sitio, donde con mis amigos tomamos champagña hasta las 9 de la mañana.

Así era Hugo, siempre queriendo hacerse ver por su dinero. Siempre queriendo demostrar que su vida social era perfecta. El chico que jamás tenía fallas. Tan arrogante, que el simple recuerdo hizo que recordara por qué lo aborrecía tanto.

- ¿Tú qué hiciste en Navidad? - me preguntó.

- Lo de siempre - dije. - Fui a ver unos amigos y nos quedamos tomando hasta el amanecer.

- ¿Siempre son así de divertidas tus Navidades? - preguntó, irónicamente.

- Vaya - dije. - No demoraste ni cinco minutos en demostrar cuán despreciable puedes llegar a ser.

Hugo se río con mucho sarcasmo, como celebrando el hecho de que pudo hacerme enojar. No le costaba demasiado.

- Me aburriste - dijo, una vez terminada su risotada. - Te deseo un feliz año, porque seguro no te veré.

- No, no creo que tengas esa suerte - retruqué.

Y dándome media vuelta, seguí mi camino hacia mi hogar. Esta vez fui con la cabeza agachas. No quería correr el riesgo de encontrarme a alguien más por el camino.

64. La Ex de Lucio

Hace unos meses atrás, cuando era el novio secreto de Juan, me presentó a Lucio y a su novia, Pamela. Era una chica bella que, según me iba contando Juan, había apartado a su mejor amigo de todo mundo real. Era absorvente, posesiva y celosa. Algo que a Juan jamás le agradaba de ella y fue uno de los motivos por el cual siempre fue su rival.

Pamela y Lucio convivieron por unos meses hasta que la relación no dio para más y decidió llegar a su fin, por eso fue brutal mi sorpresa cuando, caminando hacia mi casa y pasando por la casa de él, me la encontré a ella en la vereda.

Cuando me vio, me hizo un además con la mano para que vaya a verla. Un poco sorprendido, fui a saludarla.

- ¿Cómo estás? - pregunté, sin entender mucho. - ¿Qué haces por aquí?

- Estoy en la ciudad por unos días - me comentó Pamela. - ¿No te dijo Lucio que iba a venir?

Lucio había mencionado que tal vez Pamela iba a regresar a su vida por unos días, pero jamás había tocado el tema con mayor intensidad, por lo que si bien existía esa alternativa, nunca se me cruzó por la mente que fuera posible.

- Lo mencionó - respondí. - Lo había olvidado.

- ¿Y te lo mencionó de buena forma o de mala manera? - preguntó la chica, dando a entender su paranoia por su estadía en la casa de Lucio.

- Me lo había dicho por chat - contesté, de forma rápida al ver su rostro. - Me lo contó hace unas semanas, pero que bueno verte.

Ya me estaba sintiendo un poco incómodo. Pamela tenía la costumbre de interrogar a todo ser viviente que tuviera una especie de vínculo con Lucio, y yo no quería estar debajo de la luz blanca cegadora mientras respondía un cuestionario.

- Luego iremos a tomar algo juntos - me invitó. - Bueno, si tú quieres.

- Por supuesto - dije. - No hay problema. Hablaremos luego, ahora me tengo que ir.

Y despidiéndome con una sonrisa me marché de allí. Ver a Pamela no modificaba para nada mi existencia, pero impedía que yo pueda volver a disfrutar del ardiente sexo que tuve con Lucio hace una semana. Por lo menos, mientras esa chica se encuentre allí.

domingo, 30 de diciembre de 2007

63. El Muchacho Desagradable

No soy muy adicto al alcohol, ni a tomar todos los fines de semana, pero últimamente la oferta me estaba resultando algo tentadora. Así que acepté la oferta de Jessica de sentarnos a la mira de las estrellas junto con un par de amigos suyos.

No eran muchos. Éramos unas cinco personas de las cuales nos dedicábamos a hablar entre nosotros.

Paola era una mujercita regordeta y simpática que estaba allí junto con su novio, Ramiro, quien a su vez estaba en una charla ininterrumpida con el hermano de Jessica. El chico en cuestión hablaba a los gritos y, por lo poco que lograba escuchar, estaba hablando del fantástico sexo que tenía con su novia. Estaba claro que estaba ebrio, pero de todos modos resultaba un espectáculo desagradable.

- Paola irá con nosotros estas vacaciones - me comentó Jessica, como intentando opacar los gritos de Ramiro, que pese a todo se seguían escuchando.

- Pero no hablen del tema - suplicó la chica. - Ramiro no sabe que irán chicos también. Esa fue la forma de que no quiera ir. Le dije que será una reunión solamente de mujeres y él solo dio el brazo a torcer.

Parece ser que la relación entre Paola y Ramiro era tempestuosa. Ella se quejó de que el muchacho, después de dos años de novios, no era tierno ni romántico y luego se culpó de seguir con él por la pura costumbre de tenerlo a su lado. Si bien la muchacha no era la mujer más guapa del mundo, el chico en cuestión no le llegaba a los tobillos. Era bastante feo el pobre y con sólo unos segundos de escucharlo hablar, bastaba para que fuera repugnante.

Se acercó hacia nosotros con una sonrisa fingida y miró a Jessica.

- ¿Alguna vez practicaste sexo anal?

Paola agachó la cabeza en señal de vergüenza. Jessica sólo sonrío ante su pregunta sin responder, mientras que yo clavé mi vista en el cielo para no mirarlo ni pegarle. Realmente, aparte de todos los calificativos anteriores, era un desubicado.

- No es algo que te incumba, amigo - respondió la chica, en tono dulce.

Ramiro se encogió en hombros y le pegó una palmada en el trasero a Paola.

- ¿De quién es esto? - preguntó el muchacho.

- No hagas eso, me molesta - se quejó Paola, mordiéndose los labios de la ira. - Y compórtate.

- De todos modos sé que es mío - respondió el chico. - Así que no sé por qué haces tanto escándalo.

No conforme con ese espectáculo que estaba brindando el muchacho, decidió que era más fácil ir a orinar al árbol frente a la casa que caminar dos metros para ingresar al baño. Las primeras horas del penúltimo día del año nos invadían y todos deseábamos, por dentro, que sea el último año de vida de aquél sujeto.

Cuando regresó, traía algo entre sus manos. Le hizo señas a Paola para que lo agarra y ella cedió a extender la suya.

- Es la piel de una cucaracha - le dijo, sonriendo. - La encontré en la vereda.

Paola soltó su hermoso presente de un sólo salto. El muchacho no era gracioso aunque él pensaba que sí.

- ¿De dónde diablos lo has sacado? - le pregunté a la chica, sin comprender lo que sucedía. - ¿Estaba en oferta?

Paola sonrío ante mi comentario y yo, por dentro, agradecí que aquél sujeto no nos acompañara a nuestro viaje. No por lo desagradable que era, sino porque su forma de ser, por algún extraño motivo, me resultaba excitante.

sábado, 29 de diciembre de 2007

62. Cena Desconocida

No soy adicto a los eventos sociales. Las cenas, cumpleaños y demás cosas, no son de mi estilo. ¿Amargado? Sí, tal vez. Pero más allá de eso, simplemente no me llaman la atención, así que si se presenta alguna ocasión de alguna cena familiar o de alguna clase de evento de esa índole, trato de evitarlos.

Pero fue Jessica la que me dejó entre la espada y la pared, por lo cual no pude negarme y tuve que aceptar su propuesta de ir a la cena que organzaba su novio por su cumpleaños, debido a que era una completa desconocida para todo el montón. Y que hablar yo.

- No somos novios oficialmente -me dijo, una vez que estuviéramos sentados siendo observados por algunas personas que pasaban por allí, dándonos el placer de sentirnos incómodos. - Y no conozco absolutamente a nadie de sus amigos, de su familia o de sus ex novias. Por eso decidí traerte conmigo.

- ¿Pedro sabe que vienes conmigo? - pregunté, intrigado ante tantas miradas. - Porque no quiero causar un ambiente de incomodidad.

- No te preocupes, le dije que vendría con un compañero de juego - respondió, sin calmarme. - Es que nuestra relación es complicada. No quiere que seamos novios porque dentro de unos meses se mudará y no tiene sentido. ¿Por qué elijo a los hombres de esa forma?

Pensé que la misma pregunta se haría mi amiga Julieta, con respecto a su relación con Ernesto. Y me dejó algo en claro: por alguna extraña razón estaba condenado a lidiar con parejas que estén al borde de la ruptura o sean complicadas. ¿Dónde quedó el viejo final de "y vivieron felices por siempre"?

- Si quieres sentirte mejor contigo misma mira Sex and the City - respondí, siguiendo la conversación. - O lee Confesiones de una Chica Deliciosamente Cruel, y verás que no eres la única que tiene esta clase de problemas.

- Es que parece tan surrealista tratar de encontrar a la persona ideal - se quejó. - Pedro es divino, pero sé que no me quiere como dice hacerlo. Dentro de las cuatro paredes de su habitación es pura dulzura y amor, pero saliendo de allí, de repente, soy sólo una gran amiga.

Odiaba cuando se me presentaban estas clases de planteos. Generalmente diría "háblalo con él", pero sé que no sería una solución. No para Jessica. Así que la dejé continuar y fui su oído durante toda la noche. Ella no buscaba la conclusión al conflicto. Sólo buscaba quejarse. Y, por mi parte, estaba bien. Porque si quería una salida, vino a parar a mal puerto.

Yo no era capaz de encontrarle una solución a mi vida. Mucho menos sería capaz de encontrarle una solución a la vida de los demás.

viernes, 28 de diciembre de 2007

61. Te Extraño

Dos días después de Navidad, dos tormentas en dos días distintos. Y hablo literalmente, porque mientras afuera el mundo parecía caerse abajo y ya estaba pensando en comprar maderas para construir un Arca, por dentro, todo era tranquilidad.

Había sobrevivido a ver a Juan después de mucho tiempo de esquivarlo, de evitar los lugares donde él está y de alejarme de la gente con la que se relaciona. Pero, como siempre pasa en la vida real, ese encuentro no reavivó las llamas de su pasión, ni las ganas de volver por mí. De todos modos, sabía que si sentía algo de eso, de igual forma no daría señales de vida. Así era Juan, siempre reservado.

Tal vez por el estar solo durante estos dos días es que hacía que lo extrañe de una forma desmedida. Un par de lágrimas me acompañaban durante este trance de soledad. No sabía por qué.

Melancolía, que le dicen.

Hubo una noche de juego más y una invitación por tres días al Río. Una casa de verano de Jessica, una de mis compañeras de allí, que me integró al grupo de forma rápida. Tal vez acepte. Nuevos aires. Nuevas personas. Lejos de Juan.

martes, 25 de diciembre de 2007

60. Finalmente el Encuentro

Situación absurda. Me encontraba en el auto con Maya, quien es la ex novia de Juan. Iba a encontrarme con Juan, quien también es mi ex novio pero que nadie sabe. Juan estaba con Lucio, su mejor amigo y con quien tuve sexo el día anterior. Y además me iba a encontrar a Patricio, quien hace más de dos semanas que no me hablaba porque yo había hecho que se pelee con Maya. Sí, situación absurda. Ni en un cuento se hubiera ocurrido una historia mejor.

Y entonces los vimos. Tres figuras vestidas de camisas negras, dignos de un grupo de rock que terminó su recital y sale a dar una vuelta por la ciudad. Ahí estaba, el encuentro.

Bajamos del auto y fuimos hacia ellos. Las damas primeros, por lo que Maya comenzó a saludar a Lucio que luego vino hacia mí y, en contra de todas nuestras costumbres de estrechar manos y demás, me dio dos besos en el cachete. Y detrás de él, estaba Juan.

Nos abrazamos por un instante. Juan, tal vez intentando imitar a su mejor amigo, quiso darme un beso en el cachete al cual yo no respondí. Lo noté nervioso y eso me encantaba.

- Ha pasado mucho - saludé, sonriendo.

- La verdad que sí - fue toda su respuesta.

Y luego Patricio, al final, con quien también nos dimos un abrazo.

Con Juan sobreviví al primer encuentro después de dos meses de no vernos. Por suerte, me aseguré de producirme y mostrar un papel de chico encantador y feliz, que hace mucho no lo usaba.

Había dos bares en la ciudad a los cuales no me agradaba ir, y era todo un calvario cuando mi relación con Juan estaba a pedir de boca, tratar de evitar esos sitios. Pero esta vez no había "peros". No iba a oponerme. Dijeron dónde querían ir. Al Bar 1. Estaba bien, podría hacerlo. Por lo menos por unos minutos.

- ¿Te parece bien? - me preguntó Juan, luego de proponerlo, como si todavía me tuviera que pedir permiso.

- ¡Encantador! - dije, notando una gran ironía. - Haremos todo lo posible por ir.

El bar estaba a dos cuadras, por lo que los chicos siguieron su trayectoria a pie, mientras que Maya y yo tuvimos que hacer cinco cuadras más para que nos de mano y estacionar frente. Cuando lo hicimos, el bar estaba cerrado.

- Este lugar no cierra nunca, pero parece que se toman su tiempo los 25 de diciembre - dijo Juan.

- Lo hemos notado - comenté, sintiendo cómo ese diálogo que siempre teníamos, de hablarles a todos pero a la vez hablar sólo él y yo, no se había perdido.

- Iremos al otro - dijo, para mi disgusto. - ¿Van, verdad?

Maya y yo dijimos que sí, pero ambos sabíamos que sería mentira. Por suerte, Maya compartí mi mismo gusto por el Bar 2, por lo cual no costó mucho convencerla de no asistir.

Dejamos a los chicos a pie y Maya y yo nos dirigimos a la casa de Julieta de nuevo. Compartimos una agradable velada tomando un poco de alcohol y riendo como hace tiempo. No pensé en el drama de Juan ni Lucio durante toda la noche.

Navidad, de repente, no me resultó tan mala.

59. Blanca Navidad

De acuerdo, en el lugar del mundo donde yo vivo no nieva para estas fechas. De hecho, hace que sienta pena por todos aquellos que deben disfrazarse de Papá Noel, que seguramente odiarán ser un invento norteamericano creado para las fechas donde por allí es invierno. Aún así, la Navidad no es de mi agrado. Es decir, obliga a que elabore una salida, a que tenga vínculos con las personas sin excusas y cuando la noche de Navidad entró en sus primeras horas yo me encontraba agotado.

Y si de planes obligados se trataba, en aquella noche tenía dos opciones, a las cuales o tendría que dividirme o tendría que convinarlas. Opté por la segunda interesante opción.

La primera persona que he visto ha sido Maya.

- Hablé con Lucio - me comentó la muchacha. - Le dije que lo encontraríamos cerca de las 2 de la mañana, en una plaza cerca de aquí. Pero ha presentado un problema.

Me quedé mirando a Maya esperando que dijera algo más sobre la historia, pero cayó como queriendo que yo lo adivinara. Y no costó mucho esfuerzo. Tenía un nombre aquél problema, y se llamaba Juan.

- No es muy seguro que se encuentre con Juan - se defendió la chica, al ver mi rostro. - Pero dijo que existe la posibilidad, debido a que él hoy no trabaja.

- Trabaja en un puesto de comidas - dije, quejándome. - Todo el mundo come en Navidad, ¿por qué se le ocurrió no escuchar a sus clientes?

- Tal vez porque no deben tener clientes - bromeó Maya. - De todos modos iremos un rato, saludaremos y luego, si quieres, nos vamos.

Después de esa breve charla introductoria a la interesante noche que Navidad me traería, decidí vincular a Maya, mi Plan A, con Julieta, mi plan B.

Julieta se encontraba con toda una multitud de personas, a los cuales ya conocía de otras ocasiones, y con los cuales no me costaba sociabilizar. Maya y Julieta también se cayeron bien al instante, por lo que por mis adentros pensé que tal vez sería más divertido si solamente nos quedáramos allí.

- Pero no podemos dejarlo a Lucio solo - alegó Maya, al escuchar mi egoísta idea. - Puede que no haya salido con Juan. Puede que esté solo y esperándonos.

- Tienes razón - dije, y se me ocurrió una idea, así que le extendí mi celular. - Llámalo para asegurarte de que esté solo. Si se encuentra sin nadie, iremos a verlo.

Maya agarró mi celular e inició una llamada con Lucio que no pude escuchar, debido a que se apartó de la multitud que estaba a los gritos, ya casi ebrios, festejando las primeras horas de aquél día que sólo era un motivo más para reunirnos entre semana sin sentir culpas. Al instante volvió.

- Está acompañado - dijo, entregándome mi teléfono. - Pero sólo por Patricio y como él está enojado contigo por mi culpa, sería lindo que fuéramos a verlo también.

Nuevamente tenía razón. Después de todo era Navidad y Patricio no podía odiarme en aquella fecha. Inexplicablemente, le había encontrado otro sentido a la Navidad también.

Pero no fue hasta cuando partimos de lo de Julieta, en el auto de Maya, que me enteré que la Navidad, pese a que es todo lo que expliqué anteriormente, también puede tener mentiras y engaños ocultos.

- Está bien si está con Patricio - dije, alegando.

- Sí, y además está con Juan también - dijo la chica, sonriendo. - Pero si te lo decía antes de arrancar, no ibas a querer subir.

lunes, 24 de diciembre de 2007

58. Puntuación

Regresé a casa e hice lo que Lucio me había solicitado. Otra vez el MSN, mi amigo más fiel. Ya el Sol se estaba despertando y yo todavía no había pegado un ojo. Estaba conforme, estaba contento. Lo que a Juan y a mí nos llevó cierto tiempo para desenvolvernos así en la cama, Lucio lo había conseguido de una forma veloz y sin pudores. Me encantaba.

YO: Dime.

LUCIO: Verás, cada vez que inicio el acto sexual con alguien nuevo, quiero un calificativo. Una puntuación. Quiero que seas totalmente sincero, aunque el puntaje sea cero y haya sido la peor experiencia de tu vida. No me importa la respuesta ni la cantidad de puntos. Es algo mío y personal para poder ir mejorando.

YO: De acuerdo, seré honesto.

LUCIO: ¿Te gustó o fue horrible?

YO: Si lo que voy a decir llena tu ego, estuviste fabuloso. Pese a que fue la primera vez que estoy contigo, fue una de las mejores sesiones de sexo que tuve en mi vida.

LUCIO: Eres con la primera persona de mi mismo sexo con la que estoy, por eso, por momentos, me desconcentraba. Había momentos en donde no podía llegar al potencial que normalmente tengo cuando estoy con una mujer.

YO: Es distinto, es cierto. Pero me encanta ser el primer hombre de tu vida.

LUCIO: Para la próxima tal vez logre desatarme mejor.

YO: Ah, ¿entonces habrá próxima vez?

LUCIO: ¿Por qué no?

YO: No lo sé. Tal vez esto era algo que solamente querías experimentar.

LUCIO: No, si quieres, volveremos a hacerlo.

Y por mi parte, sí, quería.

57. Salvaje y Tierno

Finalmente sucedería. Finalmente tendría sexo con Lucio, el mejor amigo de Juan, quien sería mi ex. La charla, que al principio pensé que pasaba por ser parte de una calentura momentánea del chico al proponérmelo, finalmente ahora se iba a concretar.

Cuando llegué a su casa no estaba nervioso. Era más bien un estado natural. Era como una visita más a aquél lugar donde fui un millón de veces acompañado por Juan, donde aparentábamos sólo una hermosa amistad que nos unía. Nada más que esta vez no sería Juan quien se desnudara para mí.

Lucio me atendió sin remera nuevamente, sólo con sus jeans. Nuevamente su torso marcado.

Ambos estábamos nerviosos pero intentábamos aparentar normalidad. O tal vez Lucio era así. Aquella era la primera vez que me fijaba en él, debido a que siempre era Juan el centro de mi atención y tanto Lucio como todo el resto de la humanidad, pasaban a un segundo plano, como voces que se escuchan pero que apenas se entienden.

Entramos a su habitación hablando de temas superficiales. Ya era muy entrada la madrugada y el Sol saldría en menos de una hora. Yo debía volver a casa, por lo que tendríamos poco tiempo. Apagué la luz, mientras Lucio me decía algo sobre su computadora. Entendió que no quedaba mucho tiempo que perder. Era ahora o nunca.

Y fue. Lucio fue una mezcla de tierno y salvaje. Sabía lo que hacía. Sabía cómo hacerlo. Rudo y a la vez suave. Con pasión pero a la vez superficial, como un encuentro sexual más del montón. Nos susurrábamos cosas. Era excitante. Era fuego. Él era una bestia y yo, me dejé dominar. Me encantaba.

Cuarenta minutos más tarde, todo se había acabado. No hubo tiempo de saber qué hacer. Corrí al baño a mojarme la cara y a limpiarme. Luego, me acompañó hasta la puerta.

- Conéctate - me dijo, al despedirme. - Quisiera hablar contigo.

Y volví a casa, sin poder creerlo todavía. Con una mezcla de felicidad y con unas ganas de gritarle al mundo "tengan sexo con Lucio porque es fabuloso". No sabía qué pasaría después. No sabía que iría a decirme, pero poco me importaba. Volví a sentirme vivo. Volví a sentir esa pasión.

56. La Venganza de Patricio

Tres horas después, decidí volver a enfrentarme al MSN. Ya era entrada la madrugada del lunes. Vísperas de Navidad, según le dicen. Esperando la noche de paz y la noche de amor, pero el único cambio que hubo en ese momento fue el clima. Un viento bruzco salió de la nada y comenzó a azotar a la ciudad, como anticipando que tendríamos una Navidad con un clima quizá no ideal para los fuegos artificiales.

LUCIO: ¿Qué te sucedió? ¿Por qué te fuiste? ¿Te enojaste?

YO: ¿Está Patricio todavía contigo?

LUCIO: No, se marchó hace una hora. ¿Qué sucede?

YO: Es lo último que dijiste. No sé por qué me afecto. Es decir, es algo absurdo. Sé que fue una mentira, pero en ese momento me dolió, lo cual es patético y humillante, porque no debería ser así.

LUCIO: En realidad, el que te dijo todas esas cosas fue Patricio. Es su venganza por lo que pasó con Maya.

YO: Debe odiarme con todo su corazón.

LUCIO: Así es Patricio. Sabes que nunca olvida nada y queda resentido por pequeñeces.

YO: Lo sé. Y está bien, aunque igual, si no hubiera estado enojado, hubiera hecho algo así. También sabes que a Patricio le encanta hacerle mal a las personas.

LUCIO: Eso es cierto. Ah, y me olvidaba, hoy no fui por tu casa. Sólo te mentí un rato.

YO: ¿Y me hiciste todo ese escándalo porque estabas aburrido?

LUCIO: Así es.

YO: ¿Saben qué pueden Patricio y vos mamarme, verdad?

LUCIO: (risas) Yo no hago esas cosas. De última puedo dejarte a ti que lo hagas, como premio consuelo. Vas a mamar algo bueno.

YO: Está bien. Si quieres voy.

Minutos donde ni él ni yo escribimos. Sabíamos que la conversación ahondaría en algo similar. Alguno de los dos tenía que tocar el tema tarde o temprano.

LUCIO: Bueno, ven, y así se te irá la bronca por lo que hizo Patricio.

domingo, 23 de diciembre de 2007

55. Shock

Lucio había dicho que pasaría a visitarme a la tarde del domingo, pero como dio la situación de que tuve que salir de compras con Ana y Leo, debido a que un día antes de la Navidad la chica descubrió que como presente quería una cámara digital fotográfica, jamás pude estar para recibirlo.

Entonces luego me encontró en el MSN. Maldito MSN a estas alturas.

YO: ¿Sabes algo sobre Patricio?

LUCIO: Sí, ahora se encuentra conmigo.
YO: Pregúntale si todavía me odia por lo que pasó con Maya hace dos semanas.

LUCIO: Dice que aún sí te sigue odiando.
YO: Deséale una feliz Navidad a él también.
LUCIO: Y yo también te odio porque no me atendiste hoy.

YO: Disculpa, pero yo te avisé que no estaría. No tengo por qué sentirme culpable por no atenderte cuando te dije que no iba a estar.

LUCIO: Tú sigues siendo el culpable. Y no me ataques.

YO: No te estoy atacando, solamente me estoy defendiendo.

LUCIO: Eres malo. Me dejaste afuera. Mira si llovía o si hacía frío.
YO: Digamos que un baño no te vendría nada mal y si hace un poco de frío es mejor al calor que tenemos que estar soportando últimamente.

LUCIO: Encima me dices sucio. ¡Acabas de firmar tu sentencia! Ahora voy a torturarte por todo un mes y de la forma que más te duele.

YO: ¿Me vas a dejar de hablar? Haz como Patricio entonces. ¡Que gente tan suceptible!

LUCIO: No, mi vida. No te voy a dejar de hablar. Te haré algo mucho peor.
YO: ¿Qué harás? Si tú me dejas de hablar, me dolerá en el alma. Figúrate, Patricio dejó de hablarme y caí en un pozo depresivo tan grande que ni pude salir de las cuatro paredes de esta habitación.

LUCIO: No mientas. Eso ni te afecta. Pero sé que sí te afecta cierta cosa grande que camina. Tú sabrás que yo no tengo límites.

YO: No juegues con fuego. Porque tú puedes lanzar tus cartas pero no tienes ideas de cuáles pueden ser las mías. Y si de jugar se trata, puedo no ser el Oliver dulce y tierno que todo el mundo conoce y quiere.
LUCIO: Tú puedes hacer lo que quieras. Mientras tanto yo iré al trabajo de Juan, comeré algo y cuando él termine su turno, iremos a beber algo y a tener sexo con algunas putas. Seguramente tendremos una orgía. A nosotros nos encanta hacer eso. Luego, si quieres, pasamos toda la multitud a saludarte por tu casa.

Si bien sabía que aquello que decía era mentira, no entiendo por qué entré en shock. El hecho de que nombre a Juan teniendo sexo con alguien era algo que me paralizó por completo. Y quién sabe cuántas veces ya lo había hecho desde hace mes y medio que dejamos de hablarnos.

Esa conversación era todo un juego, pero el golpe bajo que Lucio pegó hizo que reconociera que él había ganado esa guerra.

54. Por ser Bueno

Cuando esa noche de sábado acepté la invitación de Gladis para ir a una cena, le dejé muy en claro que sólo iría "por un rato", debido a que luego, cerca de la medianoche, tendría que ir a la casa de Iván a seguir con mi juego. Por supuesto, todo era una vil mentira, debido a que no tenía planes para la esa noche, pero es preferible estar solo que toda una noche con Gladis. Si bien acepté, fue por la falta que tuve hacia su persona.

- Me dijo una amiga que hubo un Encuentro de Bandas anoche - comentó, en un momento de la aburrida cena. - Es una pena, porque me lo he perdido.

Intenté sonreír ante ese comentario y cambiar magistralmente de tema, debido a que siempre soy conocido por evitar ese tipo de lugares y si esa chica se llegara a enterar que anoche todos me vieron presa del alcohol en ese bar, festejando a bandas que ni siquiera escuché lo que cantaban, posiblemente iba a comenzar otro planteo. No estaba siendo la persona más sincera del mundo y honestamente, ya me comenzaba a sentir asfixiado.

- ¿Y cómo se juega a ese juego que ustedes juegan? - preguntó.

- Es un juego de mesa, en realidad - dije. - No lo sé. Todavía no lo logro entender mucho. Pero es apasionante.

- ¿Y puedo ir a ver? - preguntó, sonriendo.

Aquello fue lo peor que pudo haber sucedido. A partir de allí llegaron las miles y una excusas de por qué no quería que viniera conmigo, pero ninguna surtía efecto. Gladis estaba prendida a mí como garrapata y yo no podía tolerarlo. Le dije que el anfitrión de la casa era una persona poco amigable y que no lo conocía muy bien y que llevarla sería como un abuso de confianza, pero ni eso funcionó. De última, tuve que mandarme un mensaje diciéndome que el juego se suspendía esa noche, agendando con el nombre de otra persona mi propio número de teléfono.

Y así pasé el resto de la noche con Gladis. La buena noticia es que me contó que se marchaba de la ciudad el año próximo, así que la vería de forma esporádica. Ella no es una mala persona, el único problema es que no entiende que mi mundo no gira alrededor de ella.

sábado, 22 de diciembre de 2007

53. Y Otra Fiesta

No sé si ya he comentado que no soy muy adicto a los eventos sociales. En cualquier caso, todo depende del grupo con quien me encuentre. Pero ir a un Encuentro de Bandas Locales no estaba dentro de mis parámetros de una salida, donde seguramente lo que haríamos era estar de pie, ante el estilo dark de todos, sin entender nada de lo que se cantaba.

Y así pasó.

Pero la ironía del destino, no se por qué, hizo que me encuentre con personas a las que tampoco estaba preparado para ver. No había pasado ni un día en que me había cruzado con Gladis en una cena, que ahora tenía ante mí otro encuentro inesperado. Afortundamente, este encuentro era agradable.

Había partido con Ana y Leo hacia aquél bar. Un encuentro fuera de las habitaciones del estudio universitario, era algo agradable para pasar una noche de viernes.

- No pude haber salido mal en esa materia - se quejaba Leo, por enésima vez en aquella noche, mientras estábamos llegando al bar. - Joaquín saltó a defenderme y, enojado, dijo que esa fue la gota que derramó el vaso y que dejaba la carrera por culpa de los profesores. Fue un momento muy incómodo para todos. Pero no nos quiso aprobar a ninguno.

- Por eso Ana y yo ni siquiera hicimos el intento de aprobar - alegué.

Leo solamente nos miró. Ana y yo sabíamos perfectamente que al chico le molestaba nuestro poco interés en el estudio, por lo que en lugar de sentirnos culpables, simplemente nos reíamos de eso.

Cuando llegamos, el ambiente del lugar estaba lleno de gente con botellas de cerveza en la mano y otras bebidas alcohólicas. Reconocí a un par de personas allí, pero no me vieron. Después, con asombro, vi que dos personas se acercaban a saludar a Leo. Eran Iván y Jose, mis compañeros de juego.

Jose me sonrió y me estrechó su mano. Dijo algo que no pude entender por el ruido de una banda que tenía un cantante que aullaba sobre una especie de escenario. Por lo que sólo le sonreí y fingí que entendía.

Jose estaba lindo. Tan lindo como lo recordaba. Su sonrisa en su rostro me hizo entender que yo también le agradaba. Iván, por otro lado, con la misma seriedad de siempre, simplemente se limitó a decir cosas un poco complicadas de entender.

Pero desafortundamente, Jose se perdió al instante. Lo busqué con la mirada y lo vi detrás de una barra, así que para mi sorpresa descubrí que tal vez él trabaja en aquél lugar. Aquél bar se iba a convertir en mi sitio favorito si es que mi obsesión por Jose continuaba.

La que por un momento se me perdió de vista fue Ana, que cuando giré para hablarle ya no estaba más a mi lado. La vi hablando con un sujeto musculoso y visiblemente mucho mayor que ella. A los dos segundos volvió sonriendo y feliz.

- Acabo de chocar con mi personal trainer - dijo, saltando de alegría. - Me dijo que necesitaba volver al gimnasio. ¿No es fabuloso? Me extraña.

- Me alegro que le veas el lado positivo a esa oración - dije, sonriendo. - Porque sino, es una persona con una pésima elección de frases que decir en un reencuentro.

Así fue como murió aquella noche. Sin pena ni gloria. Sin malos pero sin eufóricos momentos. Cuando nos fuimos, no me pude despedir de Jose, pero Iván me dijo que me avisaría cuándo volvíamos a jugar.

Por mi parte, por lo menos estaba contento. Pero no sabía si fue por volverlo a ver a Jose, o si fue por el alcohol que tenía en mi interior.

viernes, 21 de diciembre de 2007

52. Sexo de Madrugada

Cuando llegué a la casa de Fernando me hizo pasar, en silencio, hacia su dormitorio. No pregunté si se encontraban sus padres, porque tampoco me importaba mucho. No me hizo preguntas sobre mi vida, supongo que tampoco le interesaban. Estábamos ahí para intentar terminar algo que había quedado a medias y ya no me importaba quién le había hablado de mí. Tuve recuerdos de Juan que me perseguían y tenía que buscar la manera de sacármelos. No podía seguir así.

En silencio, comenzamos a besarnos apasionadamente. Otra vez, nuestras lenguas se entrelazaban. Besos. Era lo más espectacular. Eran fuertes, potentes, duros. Nuestras manos frotaban nuestros cuerpos como si fuera la lámpara de donde saldría un genio. Me encantaba. Tenía que poseerlo ya.

Me sacó la remera y se quitó la suya, tirando ambas al piso. Nuestros torsos desnudos se chocaban, gracias a nuestras bocas que estaban inseparables.

Por un momento recordé a cuando Juan y yo hacíamos el amor. Era la misma pasión, la misma intensidad, la misma mezcla de hacer que dos cuerpos se transformen en uno. Un momento totalmente desubicado, aunque lógico, para tener ese pensamiento.

Uno de los mayores conflictos de la vida gay, es cuando te encuentras por tener sexo con otra persona. Sobretodo si jamás han pactado antes qué rol cumplirá cada uno. Así que es incómoda la situación de saber si serás activo o pasivo.

Pero cuando Fernando comenzó a desbrochar mi pantalón, creí encontrar la respuesta. Como era un jean bastante ajustado, decidí ayudarlo y sacármelo por mis propios medios. Momento en el que Fernando aprovechó para sacarse sus pantalones también.

Y ahí estábamos, los dos completamente desnudos. En una misma cama. Lo inevitable tenía que suceder y yo estaba más ardiente que nunca. Sus manos acariciaban ferozmente mis nalgas, y las mías hacian lo mismo con las suyas. Nada revelador hasta el momento para saber quién haría qué.

- Lo siento, pero no vamos a poder hacer nada ahora - me dijo, de repente. - Están mis padres en la otra habitación y... ya sabes.

Me quedé helado. No me podía decir que me desnudó por completo para no tener que hacer nada. Es cierto que tenía sus motivos, pero en ese momento tenía ganas de asesinarlo.

- Perdón, culpa mía - se disculpó.

Fingí que no importaba y seguí besándolo. Al cabo de una hora de besos, abrazos y lamidas por todo el cuerpo, llegó la hora de vestirme e irme.

- ¿Cuándo te vas? - susurré.

- El sábado - respondió. - O el domingo, depende.

- ¿Cuándo vuelves?

- En Febrero, recién, así que espero volver a encontrarte para esa fecha.

Cuando me fui de la casa de él, con los labios morados de tantos besos, rogué para mis adentros que mi vida se resolviera un poco para aquellas fechas. Por lo menos no resolverse, pero al menos que avance un par de casilleros.

51. No era como Pensaba

Finalmente Gladis alzó su mirada y me vio entre la multitud. Se levantó de su mesa y vino a saludarme cálidamente con un abrazo. Aquello me resultaba raro, pero pronto vi cuáles eran realmente sus intenciones de aquél cálido encuentro.

- Necesito fumar y está toda mi familia - dijo, susurrándome al oído. - Salgamos de aquí.

Victoria nos siguió. Victoria era la mejor amiga de Gladis a quien yo tuve oportunidad de ver en un par de ocasiones. La chica era dulce y simpática, además de muy agradable. Todo lo contrario a Gladis, si se me permite opinar, que no es por tacharla de bruja, pero tenía algunos dotes que podría ponerla en esa categoría.

Fue por Gladis y por ese grupo de personas con los que me reunía a trabajar que conocí a Juan, hace ya casi nueve meses atrás. Ella no lo soportaba, así que en el momento en que Juan y yo comenzamos a hacer "amigos" y pasar mucho tiempo juntos, Gladis optó por separarse de mí debido a que no aceptaba que yo me acerque a él. Siempre pensé que entre Gladis y Juan tal vez hubo una historia de amor nunca contada, pero ninguno de los dos jamás me lo confesó. La simple verdad es que ambos se odiaban y eso, en un primer momento, siempre resultó complicado para mí.

- Anoche no pude ir a la reunión - dije, como si me excusara. - Te mandé un mensaje diciéndote que no iba a poder asistir. Como un e-mail pidiéndote disculpas por no haber ido a tu fiesta.

- Sí, a ambos los recibí - dijo, como si no importara, escondiendo en su sonrisa una crítica hacia mi persona que habrá volcado hacia sus alrededores en el momento en que tenía bronca. - Y con respecto a la reunión, lo único interesante fue que en el grupo ya no se encuentra Juan. El profesor ha decidido sacarlo de allí.

- ¿Por qué? - pregunté.

- Porque Juan ya no aparece - continuó. - Juan ahora que está con su nuevo trabajo ni siquiera aparece por donde estamos nosotros. Yo, gracias a Dios, no lo veo hace mucho tiempo.

El resto de la cena transcurrió con normalidad. Victoria se puso a cantar en el karaoke que tenían contrado y descubrimos una buena voz de su parte, mientras que Ana me sonreía diciendo "¿viste que no era tan malo como pensabas?".

Finalmente, entrada la madrugada, un mensaje llegó a mi celular.

"¿Quieres venir a mi casa?"

Era de Fernando. Sabía que en estos días iba a estar próximo a viajar, por lo que, cuando los padres de Ana me devolvieron a mi hogar, decidí poner mi camino hacia la casa del chico. Por lo menos, trataría de tener sexo con él antes de que se marche, después de todos mis intentos frustrados anteriormente.

50. Dar la Cara

Hacía bastante tiempo ya que no veía a Ana, y aunque no tuve tiempo para extrañarla con todas las situaciones, absurdas algunas, que he vivido, cuando se presentó en mi casa aquella noche, me sorprendió. En lo general, detesto que lleguen a verme sin avisar, pero no iba a presentar una queja en ese momento.

- ¿Estás ocupado? - preguntó, dedicándome una de sus mejores sonrisas. - Porque quiero que vayas conmigo a una cena. Es por el trabajo de mi padre.

- No, está bien, vamos - respondí.

Así que en cinco minutos me cambié y me encontré en el asiento trasero de un auto dirigido por el padre de mi amiga. Estuve un poco callado. No tenía idea de a dónde me dirigía ni a qué clase de cena me iba a presentar. Por dentro rogaba que no sea muy formal, porque eso significaría que me había equivocado de vestimenta. Para colmo de males, me daba cuenta que la cena quedaba a mucha distancia de mi hogar, y me comencé a preocupar cuando tuve una certeza sobre dónde estábamos y con terror comprendí que aquello era "Territorio de Juan". Un escalofrío recorrió mi espalda y lo único que pudo calmarme en ese momento fue pensar que el chico debería estar trabajando y, según Lucio, su trabajo quedaba en la otra punta de la ciudad.

Cuando nos bajamos del auto, Ana vino hacia mí, sonriendo.

- Ah, y otra cosa que no te la quise decir antes porque sino no ibas a querer venir - dijo, sonriéndome pícaramente. - ¡Aquí está Gladis!

Me paralicé por completo. Entré en pánico. Aquello era casi lo mismo que ver a Juan. ¡Gladis! Con todo lo que había hecho para esquivarla, el destino nos volvía a juntar en una fiesta. Me estaba sintiendo descompuesto. Me encontraba en el otro extremo de la ciudad y no tenía forma de volver.

- ¿Acaso estás demente? - pregunté. - La estoy evitando.

No quería armar una escena, pero el terror cruzaba por mis ojos. Me imaginé a Gladis lanzándome una mirada de odio y entré en pánico. Estaba atrapado. Ana abrió la boca sorprendida y volvió a sonreír. Jamás pensé que podría odiarla con sólo una oración que diga.

- Vamos, Oliver, no pasará nada - intentó calmarme, mientras yo no sabía por qué me encontraba tan histérico. - Te sentarás lejos de ella, conmigo. No te dirá nada. Ni ella ni nadie de su familia.

- ¡¿Está con toda la familia?! - pregunté, alarmado.

Ana estaba haciendo un pésimo trabajo para intentar que yo encuentre un poco de estabilidad.

Necesitaba un cigarrillo. No tenía ninguno. Genial. Necesitaba un kiosco abierto. No veía ninguno en aquella esquina. Me preocupé. Inconscientemente comencé a jugar con mi celular como si él me daría la respuesta o como si le estuviera escribiendo a alguien para que me busque. No podía pensar. Tenía que huir.

- Vamos, a dar la cara - me animó, algo cansada por mi comportamiento infantil.

- No quiero, no quiero - chillé, y me di cuenta que sonaba como una criatura que había perdido la cabeza.

Agaché la cabeza. Caminé detrás de Ana y entré al salón. Al final de la mesa se encontraba Gladis con toda la familia. Todavía no me había visto pero reconocí a su mejor amiga. Suspiré. Tenía que mostrar toda mi dignidad posible y, luego tal vez, salir vivo de allí.

jueves, 20 de diciembre de 2007

49. Charla con Walter

El día fue largo y cansador. Decidí evitar nuevamente a Juan y al grupo con el que me tenía que encontrar, mandándole un mensaje a Gladis diciéndole que no llegaba y que luego me avisara qué es lo que se habló. Había pocas posibilidades de que Juan asistiera aún, pero no quería correr ese riesgo de cruzármelo. Era muy pronto y apenas lograba mantener mi equilibrio entre todas las situaciones ridículas y absurdas que me estaban sucediendo.

Por otro lado, Gladis seguramente me odiaría. En menos de dos semanas ya la iba evitando un par de veces. Jamás respondí mi e-mail donde le pedía disculpas por no haber asistido a su fiesta. Si tan sólo ella entendiera el por qué, pero no se lo contaría. Jamás se iba a enterar, al giual que el resto del mundo.

Esa noche decidí visitar a Walter, el hermano de Lucio. Walter y yo éramos amigos superficiales. Nos contábamos cosas o situaciones pero jamás ahondamos en problemas personales. Era una persona con quien pasar un rato agradable y con quién te hará reír un poco. Nada más. Eso incluía contarle sobre el juego que Iván me había propuesto jugar. Pero la charla, como si no pudiera ser de otra manera, tuvo que tocarse por un tema que yo trataba de evitar: Juan.

- Tu amigo me dejó muy mal parado delante de todos mis superiores en el trabajo - comenzó a contar. - Yo lo sugerí para que comenzara a trabajar allí y él, de un día para el otro, consiguió un trabajo mejor y decidió irse sin avisarle a nadie. Mi jefe dijo que agradezca que yo soy bueno, porque sino me hubiera echado a mí por ese chiste que hice.

- Tan simpático Juan como siempre - atiné a comentar.

- Aunque ahora en su puesto de comida le va bien - continuó, desesperándome la conversación. - He ido a comer allí un par de veces. De paso, también le hago compañía. Tienes que ir algún día conmigo.

- No tengo ganas de verlo a Juan - dije, sinceramente.

- ¿Por qué no? - preguntó.

- Porque hace dos meses que no nos hablamos - respondí. - Y digamos que él jamás me escribió, por lo cual debo suponer que tampoco estaba muy interesado en verme.

Por suerte Walter no era muy receptivo con respecto a mis frases disfrazadas, así que tomó eso que dije como si fuera algo natural.

- De todos modos tenemos que ir a comer en su lugar de trabajo, vas a ver que...

- Walter, Walter, no me importa absolutamente nada de la vida de Juan - dije, para ver si terminábamos la conversación. - Así que puedes sacar cuentas de cuánto me importa su trabajo.

Walter sonrío solamente, y por suerte para mí, no mencionó a Juan en lo que duró toda nuestra conversación.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

48. El Análisis de un Sueño

Cuando volvía de la casa de Iván, después de quedar pegado al recuerdo de Jose, de quien no sabía si alguna vez me volvería a llamar, cometí el usual error de pasar por la casa de Lucio. No fue hasta estar en esa esquina que me di cuenta, así que ya fue demasiado tarde para dar media vuelta y salir corriendo. Lucio, nuevamente y para variar, estaba en su vereda.

Me acerqué a saludarlo y me sonrío. Era la primera vez que nos veíamos a la cara después de las insinuaciones que tuvimos para comenzar a tener sexo. Fue un raro encuentro, pero al menos los dos estábamos actuando con naturalidad. Como si aquella insinuación jamás hubiera pasado.

- ¿Hace cuánto que has regresado? - me preguntó.

- Hace unos días - respondí, sin saber bien cómo establecer el diálogo. - Y ayer recibí una llamada de Walter.

Lucio hizo una indudable mueca reprobatoria. Me pregunté si la separación entre los dos hermanos había quedado en buen estado o si la partida de Walter hacia una nueva casa había sido por una discusión.

- ¿Y ahora qué quiere? - preguntó. - Porque cada vez que te llama es para pedirte algo.

- Eso no es verdad - respondí, intentando defenderlo. - Bueno, no del todo. Pero esta vez no fue por un objetivo subliminar. Simplemente me llamó para saludar y que nos juntemos a vernos algún día.

Lucio visiblemente no lo aprobaba, así que antes de que comenzara un sermón en contra de Walter, preferí que sería más sensato comenzar a contarle sobre el sueño que tuve la primer noche que estuve en la ciudad. Después de todo y pese a lo que habíamos dicho entre Lucio y yo, él era un gran analista sobre estas cosas.

- Tuve un sueño rarísimo - confesé. - Me encontraba en una plaza, con unos amigos, y desde una esquina vi a Juan. No recuerdo si él me logró ver, pero simplemente recuerdo que pasó. Y me desperté al instante.

- Muy simple y claro - dijo, como si yo acabara de decir la obviedad más grande del mundo. - Reprimido. Fue un deseo reprimido que habita en tu inconsciente y que la barrera de la censura se cansó de protegerlo. Por eso salió a flote en tu sueño.

Sea cierto o no lo que decía, tenía mucha lógica.

- Tu sueño es la necesidad de verlo a Juan - continuó, como si yo estuviera esperando explicaciones. - Y por lo tanto, es un deseo reprimido que se incuba en tu inconsciente.

- Mientras siga siendo un deseo reprimido, creo que sobreviviré - concluí, meditando un poco.

En ese momento, mi celular sonó. Un mensaje de texto había llegado. Era de Gladis. Antes de leerlo, me pregunté si ella había leído mi e-mail donde le pedía disculpas por no haber asistido a su fiesta. Pero su mensaje me hablaba de un tema totalmente distinto. Un tema que era peor que un insulto por no haber asistido a su fiesta.

"Mañana tenemos una reunión con el grupo donde debes ir sí o sí."

Interesante. Una reunión sobre estas adorables personas donde también pertenecía Juan. No sé si si nuevo empleo le permitiría asistir, pero ¿me arriesgaría? Era mejor que no. Tenía que inventar una excusa para poder hacer valer mi inasistencia, pero para ello, tenía más de 24 horas para meditarlo.

47. En el Antro de Iván

Jamás fui a visitar a mi amigo Walter. Jamás tuve intenciones de llamarle tampoco porque Iván me interceptó primero. Cuando me pidió ir a su casa, lo hice con una mezcla de nervios y adrenalina. Sabía que un nuevo juego iba a empezar y con ello, la oportunidad de conocer gente y empezar a vivir en un mundo de fantasía por estos días. Si tenía suerte y duraba todo el verano, mi mente podría llegar a estar muy ocupada.

- En realidad es todo un juego de mesa - me explicó Iván, haciéndome pasar ante todo un grupo de extraños que estaban sentados frente a una mesa. Saludé en general y algunos me devolvieron la sonrisa. - Habrá desafíos, conversaciones y todo lo demás, que debes imaginarte que es real. Y habrá batallas. Muchas batallas y guerras donde tendrás que intentar sobrevivir, pero para ello, los dados definirán tu suerte. Así que no depende tanto de ti.

No había entendido absolutamente nada de su explicación pero me sumé al juego, quien tampoco me aclaró mucho las ideas. Pero el grupo de personas, alrededor de ocho, eran agradables. Una joven, quien estaba sentada a mi lado, fue simpática e intentaba decirme qué es lo que se debía hacer. Los demás también fueron codescendientes.

Resultó que los dados estaban a mi favor. Eso enfurecía a todos y yo no sabía por qué, por lo cual el juego me estaba dando gusto.

Pero entre todo el grupo de personas había un muchacho. Jose era musculoso, de ojos saltones y se pasó toda la hora sin remera, mostrando su formado torax. No sé si de dio cuenta de mis miradas sutiles, pero cuando llegó la hora de despedirme, me acompañó hasta la puerta.

- Realmente es bueno que hayas empezado el juego - me dijo, mientras nos despediámos. - Te necesitábamos en nuestro equipo. Vas a entender mucho más con el paso de los tiempos y vas a ver que es entretenido.

- Sí, pude llegar a entender algo de lo que se trataba - mentí descaradamente.

- ¿Me das tu número? - preguntó, luego. - Para avisarte cuando es la próxima reunión para jugar.

Intercambiamos teléfonos. En ese momento me pregunté si solamente lo querría para el juego o tal vez algún día me encontraría con un mensaje para conocernos mejor. Me gustaba, y por suerte, aquello no era parte de la fantasía.

martes, 18 de diciembre de 2007

46. Un Juego Interesante

Una vez mandado el e-mail a Gladis pidiendo disculpas por no haber podido asistir a la fiesta, que esperaba que no lo respondiera gritándome por medio de una llamada de teléfono o insultándome por medio del chat al día siguiente, me dediqué a pensar en qué haría esa noche. Tenía todas las vacaciones, o por lo menos unos días, por delante, antes de volver a concentrarme en estudiar.

Había conseguido mantenerme al margen de todos los fantasmas de mis relaciones que me perseguían y había sobrevivido a mi primer día en la ciudad luego de volver de la tierra de Nunca Jamás, donde pasé una semana maravillosa.

Pero no podía manterme al margen de la sociedad por siempre, así que había algo que tendría que hacer. La respuesta, por primera vez, llegó antes de empezar la pregunta. Walter, el hermano de Lucio, llamó por teléfono.

- Disculpe - saludó el muchacho. - Usted tiene una promoción especial de su empresa teléfonica donde puede averiguar, si es que alguna vez tiene ganas, de qué es de la vida de Walter.

- ¡Hola, Walter! - dije. - Le dije un millón de veces a tu hermano que te diga que quería una señal de vida de tu parte. Veo que él nunca te transmitió el mensaje.

- Nunca lo hizo - respondió. - ¿Cómo estás? ¿Qué ha sido de ti?

- Acabo de volver de viaje - respondí. - ¿Y tú?

- Me mudé - respondió. - Ahora vivo solo. Así que te llamo para que organicemos cuando vendrás a conocer mi casa. Tenemos que ponernos al día. Nosotros ultimamente ni hablamos como antes.

- Lo sé, es verdad -reconocí. - Pero, ¿qué te parece si mañana nos juntamos y hablamos?

- Me parece perfecto - dijo. - También te llamo porque Iván te estaba buscando. Me pidió que te avisara que está formando un nuevo grupo de juego y quiere saber si estás interesado en participar. Yo no podré, porque el trabajo me ocupa mucho tiempo, pero si tú dispones de tiempo libre, puedes hacerlo.

Iván era un amigo de Walter al que yo había visto un par de ocasiones. Me habló sobre un juego que jugaban entre su grupo. Iván era un líder que daba misiones y los jugadores tenían que cumplirlas y pasaban de nivel. Era un juego real, aunque de imaginación. No entendí nunca cuando me lo intentaban explicar pero recordé haberle dicho que me interesaba participar. No podía creer que me hubiera recordado.

- De acuerdo - dije. - Te llamaré para verte y luego me reuniré con Iván.

Y así nada más, se presentó ante mí lo que me tendría ocupado todo el verano. Un juego, del cual no entendía nada, pero me emocionaba ser parte de él.

45. Sin Confrontación

Mi celular comenzó a sonar en los primeros minutos del martes, despertándome de una rara siesta de dos horas. Ya era medianoche y había olvidado por completo sobre ir a la fiesta de Gladis. Seguramente sería ella para gritarme por no haber asistido. Mientras corría para agarrar el celular, recordé a Maya gritándole a Lucio por no haber ido a la suya. Tuve miedo de que eso me llegara a pasar a mí, pero cuando finalmente vi de quién se trataba, me calmé. Era Leo.

- ¡Hola! - saludó. - ¿Cómo estás?

- Bien, Leo, ¿cómo te encuentras tú? - respondí, algo dormido.

- Bien, acabo de llegar a mi casa después de un agitado día de trabajo - me comentó. - Así que me estaba cocinando algo y pensé en llamarte para saber cómo la estabas pasando con tu amiga Julieta.

- Leo, ya me encuentro en la ciudad - le conté.

- ¿De verdad? - preguntó, desilusionado. - ¿Sabes a dónde te puedes ir, cierto?

- Es que llegué ayer y no tenía ganas de que nadie se enterara que estoy en la ciudad - confesé.

- Y siempre hay un imbécil que te arruina los planes - concluyó Leo.

- En este caso se te adelantaron - respondí. - Gladis me dijo que hacía una fiesta. Dije que iría pero me dormí. Así que ahora debe estar odiándome.

- ¿Una fiesta? - dijo retóricamente Leo. - No sabía que Gladis hacía una fiesta hoy.

- No te habrá invitado - comenté, como si no hubiera sido obvio. - De todos modos creo que la fiesta la iba a dar el viernes, pero me enteré que se suspendió por lluvia.

Recordé que Gladis me había invitado hacía ya dos semanas a esa fiesta, a la que rechacé ir porque le informé que me encontraría lejos de la ciudad. No pudo reprocharme nada, pero que su fiesta se haya postergado era algo totalmente inesperado para mí, a lo cual no me quedaron excusas para faltar. Aunque, el dormirme, no era un excusa, era algo que realmente había pasado. Independientemente de si Gladis me perdonara o no por ello.

- Sí, aquí llovió - contestó el chico.

- ¿Y tú en qué andas? - pregunté.

- Bueno, yo estoy estudiando para una materia, a la que ni tú ni Ana se quieren presentar a rendir - dijo, subrayando la falta de imporancia que mi amiga y yo le dábamos a la carrera. - Así que salgo del trabajo y vengo a estudiar. El viernes la rindo así que hasta ese día estaré ocupado.

- De acuerdo, cualquier cosa, si quieres que nos veamos antes, sólo mándame un mensaje - dije.

Y corté la comunicación. Tenía que mandar un pedido de disculpas a Gladis y preferí hacerlo por la forma en la que menos me sometería a una confrontación. Usé el e-mail.

44. Un Mensaje

Viaje. Día 4.

Tres días después, Julieta no había vuelto a hablar con su amiga Débora, por lo que me sentía terriblemente culpable de que las dos se hayan peleado por mi culpa. Claro que esa culpa era compartida, debido a que gran parte de la responsabilidad era de Débora que hace unos días tuvo un ataque hacia mi persona. Totalmente incomprendido e inaceptable.

Ernesto, el novio de Julieta quien tuvo que marchar a su ciudad natal en pleno romance con mi amiga, había pospuesto su visita un día más tarde. Por lo que estaría con nosotros el viernes y parte del sábado, para luego volver. Julieta lo esperaba con ansias.

- Estuve hablando con Débora hoy - me comentó, mientras desayunábamos aquél viernes. - Le dije si quería venir esta noche, ya que Ernesto vendrá también. Me dijo que no entendía por qué cada vez que tú venías a verme, inexplicablemente ella y yo nos peleábamos.

- Esa chica tiene algo en contra mío - reconocí. - Pero es verdad. Hace unos meses, vine a verte y tú y ella estabas peleadas, ¿recuerdas?

Julieta puso cara de no recordarlo, pero yo sí aún tenía ese recuerdo en mente. Cuando Julieta tenía su relación con su ex, Débora se intrometía todo el tiempo intentando dejar sin créditos al muchacho. Julieta, que tiene poca paciencia para ese tipo de actitud, comenzó a esquivarla para no escucharla. Justo sucedió en una época donde yo me encontraba de visitas en lo de Julieta y fue la primera vez que ni siquiera vi el cabello de Débora en ningún momento.

Ernesto resultó ser una persona agradable, pero casi no pude verle la cara debido a que su boca estaba muy ocupada metiéndole la lengua a Julieta. Cuando ambos chicos se encontraron, practicamente dejé de existir. Pero no podía culparlos. Era la última vez que ambos se verían.

Durante el resto del viaje no obtuve respuestas hacia la actitud de Débora y Pedro. No sabía qué pude haber hecho para caerle mal o qué pudo haber pensado el muchacho, porque dudo mucho que un "hola" se confunda con un "me quiero acostar contigo", así como si nada.

Cuando Ernesto y Julieta se despidieron y se fueron a dormir tuve unas ganas repentinas de hacer algo precipitado. No lo pensé demasiado porque era posible que cuando la lógica me encuentre, me diría que era una idiotez, así que comencé a escribir un mensaje para Juan.

"No sé si este sigue siendo tu número. Me enteré que cambiaste de trabajo así que te felicito y espero que estés bien".

Se lo mandé y me dormí. Jamás obtuve respuesta.

lunes, 17 de diciembre de 2007

43. La Amiga de Julieta

Viaje. Día 1.

- Ahora tengo que salir un segundo a la facultad - dijo Julieta, una vez que acomodamos mis cosas en un cuarto. - Voy a encontrarme con Débora y Pedro. De paso arreglaremos qué haremos en estos días que estarás aquí.

Débora era una amiga de Julieta, a la que yo había llegado a conocer gracias a la cantidad de veces con las que iba a su ciudad a visitarla, y me quedaba por unos días. Era una chica agradable, simpática y entendía mis códigos. Pedro era su "peor es nada". Me enteré que se habían puestos de novios hace unos meses, pero que en realidad él siempre estuvo enamorado de ella, desde que se conocieron, hace unos años. Yo conocí a Pedro la última vez que visité a Julieta. Él era un muchacho agradable, visiblemente sin muchas luces y algo introvertido. También habíamos hablado un par de veces más por MSN después de pasarnos nuestras direcciones, pero pasó a ser esa gran parte de contactos con los que sólo hablas una vez en la vida y después te olvidas de que existieron por más que los veas conectado.

- ¿Quieres que te acompañe? - dije, aunque en realidad me moría del sueño.

- ¡No! - exclamó Julieta, y noté un dejo de desesperación en su respuesta.

No comenté nada sobre el tema y me acosté a dormir. Ella me despertaría una vez que volviera. Pero ese "¡no!" tendría su explicación ya entrada la noche de mi primer día de visita y como si fuera un comentario al azar.

- Ernesto dijo que vendrá el jueves a la ciudad - comentó Julieta, en referencia a su novio que sorpresivamente la semana pasada se había marchado. - Y luego yo volveré contigo y no nos veremos hasta el año entrante... si es que nos vemos.

- Hay posibilidades de que vuelvan a encontrarse - dije, intentando alentar esperanza.

- Sí, pero es mejor resignarnos a que tal vez no regrese - comentó la chica. - De todos modos, estos días son para que estemos juntos tú y yo.

- ¿Y Débora y Pedro? - pregunté. - ¿Vendrán?

- Es que tuve un problema con ellos en la facultad hoy cuando fui a verlos - confesó Julieta. - Te contaré la historia. Débora tuvo un ataque, que no sé de dónde salió, y comenzó a fastidiar a Pedro y a mí diciéndonos que la dejaríamos por estar contigo. Eso molestó a Pedro y comenzaron a pelearse y yo también me enojé con ella.

- ¿Qué? - dije, sin encontrarle lógica a la historia. - ¿Qué diablos le sucedió a Débora?

- No lo sé - respondió Julieta. - Parece que por medio del chat, tú intentaste seducir a Pedro.

- ¡Eso es mentira! - me defendí. - Por Dios, eso no es cierto. Y ahora, ¿tú y Débora están peleadas por mi culpa? Me siento responsable.

- Salté a defenderte - dijo Julieta. - Ella no pudo soportarlo.

En ese momento caí en la cuenta de que hacía tiempo que no veía a Pedro conectado. En la computadora de la chica, inicié sesión y gracias al Plus del MSN pude ver que Pedro ya no me tenía entre sus contactos. ¿Quién sabe hace cuánto tiempo que esto sucedía y yo jamás me había enterado?

Era grandioso. Podría estar a miles de kilómetros intentando escapar de Juan, pero mi parte fantasma homosexual me perseguía donde quiera que yo vaya.

42. La Indirecta del Chofer

Viaje. Día 1.

El martes pasado, siendo ya las 6 de la mañana, un auto se detuvo en la puerta de mi casa. Dos días atrás lo había llamado yo mismo. Era un taxi que se encargaba de hacer viajes a larga distancia, con la buena noticia que me dejaba en la puerta de la casa donde yo quería ir, aunque el precio era un poco más elevado que el de los autobuses.

No había podido dormir nada debido a que Leo, Maya y Ana estaban despidiéndome, lo que impidió que yo pudiera verme con Lucio a tiempo y por ese motivo no tengamos sexo. Así que para cuando me subí al taxi, lo único que pensaba hacer era dormir todo el camino.

No supe en qué momento mis ojos se cerraron y los demás pasajeros junto con el chofer dejaron de existir para mí. Pero cuando mis ojos volvieron a la vida, ya me encontraba a unos 30 kilómetros de la ciudad donde Julieta me esperaba.

Escuché que el chofer comenzó a preguntar las direcciones donde dejarnos y comenzó a repartir a los pasajeros. Cuando finalmente nos quedamos solos, le dije la dirección de Julieta y fue hacia allí.

- Realmente no conozco mucho esta ciudad - me comentó. - Además algunas personas creen que por decirme el nombre del edificio donde tienen que ir yo voy a recordar en qué calle queda. Es tan cansandor.

En ese momento mis ojos lo vieron. Era rubio, de anteojos y piel blanca. No debía de tener más de 30 años. Todo un bombón. Tentador para el desayuno.

- Yo lo único que conozco de aquí es la dirección a donde me tienes que llevar - dije, queriendo a toda costa sacar un tema de conversación. - No conozco más.

Vi que el reloj marcaban las 10 de la mañana. En un abrir y cerrar de ojos me encontraba frente a la casa de Julieta. Estacionamos enfrente, cuando se lo indiqué. Pagué mi pasaje e hice un ademán para bajar.

- Y ahora tengo que vagar por la ciudad hasta el mediodía - comentó, casi para sí mismo. - Es muy aburrido.

En ese momento, maldije con todo mi corazón no vivir en aquella ciudad e invitarlo a hacer tiempo. Cuando Julieta me recibió y el taxi se marchó, me quedé anhelando la indirecta. Si hubiera sabido que ese momento sería lo más cercano que estaría de tener sexo durante los seis días de viaje, hubiera dicho o hecho algo más.

41. Llegar a la Realidad

Podemos estar una semana lejos de todos los problemas. Escapando del drama adolescentes. Viviendo en un mundo paralelo donde nadie te conoce y hacer lo que hace mucho tiempo no hacías: sonreír.

Pero todos esos sueños tienen que tener un despertar. Y no hay peor sueño que el de llegar a la realidad de tu ciudad y ver que, si bien tú estuviste ausente durante una semana, las cosas allí no cambiaron. Siguen igual. Siguen vigente. Siguen allí.

Cuando me acosté a dormir ese domingo por la noche, lo hice en la misma cama de siempre. Ya no me encontraba con Julieta y su bella casa. Ya no tenía a nadie que me hiciera reír antes de dormir. Ya no estaban sus mascotas jugando por mi cama. Estaba solamente yo y mi soledad, otra vez.

Esa noche tuve un sueño horrible. Era la repetición de la noche del sábado. Julieta, su novio Ernesto, Clara, su amiga, y yo, estábamos en una plaza. Teníamos vasos de bebida alcohólica en nuestras manos y reíamos entre nosotros. De repente, de una esquina, un sujeto de remera blanca aparecía caminando. Sin mirarnos, como hablando para otra persona. Ese chico era Juan.

Desperté. Fue un sueño raro. Era la primera vez que yo soñaba con Juan. Y el sueño llegó en el peor momento, cuando, después de una semana de pura diversión y enredos nuevos, yo pensé que lo había olvidado.

Mi celular me dijo que tenía un mensaje de texto nuevo. Lo leí. Era de Gladis, la molesta compañera de facultad, quien me escribía preguntándome si me encontraba en la ciudad, debido a que esa noche teníamos una fiesta. ¿Lunes? ¿Una fiesta?

Me quedé sin saber qué responder. Si faltaba a aquella fiesta, no sería la primera vez que le fallaba a Gladis, que podría ser un asco de persona, pero me tenía en cuenta. Pero si aparecía en ese lugar, sería indicarles a todo el mundo que ya me encontraba de nuevo en la ciudad. Y tampoco tenía ganas de que eso suceda.

Decidí asistir. Conocía a algunos de los allegados a Gladis, por lo que no me encontraría totalmente solo en aquella fiesta. E iría, al menos por unas horas.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Introducción - Parte 2


Escapar.

Tal vez la mejor opción, tal vez la peor manera.

Porque podemos irnos por unos días. Olvidarnos de todo. Intentar creer que donde estemos, los pensamientos y recuerdos no nos perseguirán. Grave error.

Pero de todos modos, eso de tomarnos unos días para meditar, para ver otras caras y para llenarnos de otra energía, es bueno.

Es como intentar comenzar desde cero con el mundo.

Pero la verdad es que no importa que tan lejos vayas. Ni que tal lejos te quedes. Las cosas estarán allí cuando tú vuelvas.

Y de eso, no hay escape que pueda salvarte.

martes, 11 de diciembre de 2007

40. Es Mejor Así

No pude dormir bien. Estaba a menos de 24 horas de marcharme y no encontraba tranquilidad después de la conversación con Lucio. ¿Qué debía hacer? ¿Debía ceder o sería un error? ¿Y si cuando hablamos estaba con Juan? Esta paranoia era algo de lo que me caracterizaba, pero quería saber si la charla con Lucio era real o no.

Todo fue por culpa de Fernando, que no pudo encontrarse conmigo. Tampoco lo volví a ver conectado, así que ya estaba tan loco que llegué a pensar que me estaba evitando.

Lucio y yo nos encontramos en el MSN y quedamos en hablar a la noche para ultimar los detalles. Pero visitas sorpresas llegaron a mi casa. Ana, Leo y Maya llegaron a saludarme y no se quisieron ir de repente.

El tiempo corría y la noche dio paso a la madrugada del martes. Faltaban 5 horas para mi viaje, que sería a las 6 de la mañana. El tiempo corría y no sabía si Lucio me estaría esperando todavía despierto. Yo intentaba concentrarme en ellos, pero la necesidad de tener algo con el mejor amigo de mi ex, me llamaba fuertemente la atención.

Una vez que se marcharon, inicié mi conversación con Lucio. Había llegado el momento de la verdad. Él vendría a mi casa o yo iría a la suya. Tendríamos sexo. La hermosa amistad que teníamos, posiblemente se perdería. Pero entonces, algo cambió.

- Ya son las 2 de la mañana - dijo. - Estoy muy cansado. Es mejor si dejamos las cosas así.

- ¿Lo meditaste bien, entonces? - pregunté, como si yo hubiera tenido la idea.

- No es que lo medite - respondió. - Ni siquiera lo pensé. Pero no tengo ganas de salir de mi casa.

No era necesario agregar más palabras. Me sentí un poco confundido. Hasta ayer todo eran rosas, y hoy, de repente, no había ni pasto... sólo desierto. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo pude ser tan ingenuo? Es mejor así.

La escapada finalmente sería lo mejor que me podría haber pasado. Una semana lejos de todo lo que me rodeaba. Lejos de Juan, de Fernando y hasta de Lucio.

Pero sé que al volver las dudas seguirían. ¿Juan alguna vez pensaría en mí? ¿Patricio volverá a hablarme después de lo que pasó con Maya? ¿Lucio realmente se arrepintió de haber propuesto que tengamos sexo? Y, una de las que más me llenaban de dudas... ¿quién le había hablado a Fernando de mí?

Esas preguntas seguirían existiendo cuando volviera. Pero, por lo menos, sólo tenía en mente estar una semana sin nadie. Bien lejos. En un lugar donde nadie me conoce. Finalmente mi asfixia tendría un alivio. Y podré jurarme nunca creer en las palabras de nadie. Tenía que olvidar todo lo que había pasado.

Tenía que volver a nacer de nuevo.

Hasta el próximo lunes.

lunes, 10 de diciembre de 2007

39. Los Precios de Lucio

La madrugada del lunes me había encontrado enojado. Fernando me había cancelado los planes de volver a encontrarnos, a sabiendas que difícilmente nos podamos volver a encontrar hasta el próximo año una vez que yo marchara a la ciudad donde Julieta estudiaba.

Lucio estaba conectado e iniciamos una charla por medio del MSN.

- ¿Qué haces a estas horas? - preguntó. - ¿Cómo estás?

- En estos momentos debería estar teniendo sexo pero estoy en el chat - respondí. - Así que imagina que no estoy con mucho humor.

- Si quieres yo te atiendo y me pagas con tarjeta de crédito - dijo, en broma.

- Lo siento, pero no tengo tarjeta - respondí. - ¿Me aceptas un cheque?

- Prefiero efectivo - me contestó. - Así, al menos, pagaré la nafta del auto.

- Espera, ¿cuánto cobras?

- Todo depende de lo que quiera el cliente.

- Ah, entonces hazme una lista de precios y dime qué corresponde a cada uno - sugerí, encantado por saber qué me respondería.

- $30 sale la tarifa que incluye caricias, penetración y compañía por dos horas. $45 incluye besos en la boca, caricias, penetración y compañía por tres horas. Y $100 incluye toda la noche, todo lo que el cliente quiera. Así que, ¿me pagarías para que te haga algo?

- Sí, creo que pagaría - respondí, pensando en que Lucio tenía mucho tiempo libre.

- Sería más fácil si lo pidieras - dijo. - Si pidieras en lugar de pagarme.

- ¡No le ando pidiendo a mis amigos que tengamos sexo! - afirmé.

- Eso es cierto - dijo. - Creo que si seguimos hablando así, vamos a terminar en la cama nosotros.

Me reí por ese comentario. Adoraba como Lucio se tomaba aquél tema de la homosexualidad. El habérselo confesado, me abrió mucho a poder conocer su parte cómica.

- Ya sé, pero es porque tú me deseas - dije, siguiendo la corriente.

- No te deseo, yo no soy gay - dijo, como si tenía que recalcarlo. - Aunque me gustan ciertos hombres, pero no los dejo penetrarme.

- No pienso que eres gay - dije, sin saber qué responder ante lo dicho. - En realidad, tampoco me puse a meditarlo. Eres tú el que analiza a las personas, no yo.

- Es que hace mucho no estoy con nadie - continuó. - Y además soy adicto al sexo. Por eso no haría falta que me pagaras para tener sexo. Porque si quieres, y perdonarás mi expresión, te penetraría gratis por las ganas que tengo.

Aunque era una charla totalmente incómoda, debo admitir que fue lo más sincero que una persona le pudo haber dicho a otra. Me puse a pensar en si fuera cierto. ¿Qué pasaría? Era el mejor amigo de mi ex y, además, era también mi amigo. ¿Podríamos sobrevivir a aquello?

- Tú te vas el martes - comentó. - Piensa en lo que hablamos y mañana por la noche me das tu respuesta. Si quieres, estaremos juntos.

Volví a maldecir mi suerte. Había una cosa más en la que debería pensar esa noche. Como si el día, de por si, no hubiera sido extraño.

38. Maya no se Detiene

Por la tarde del domingo, Patricio fue a visitarme. El muchacho estaba bien arreglado, por lo que se lo veía más lindo de lo normal.

Inició una charla sobre su vida, sus sueños y su futuro. Los mismos diálogos de siempre. Pero mi cabeza casi no lo escuchaba. Estaba muy nervioso por volver a la casa de Fernando. Quería saber si esta vez pasaríamos a segunda base y si mi orgullo quedaría opacado por la pasión del momento.

- Y mi hermano cambió de trabajo - comentó, en un momento que mi cerebro volvió a la tierra.

- Me lo comentó Lucio - le expliqué. - Pero no me interesa saber nada sobre su vida. Sólo mándale saludos de mi parte.

- Si te sirve de consuelo, anoche se quemó tres dedos.

- Sí, sirve - reconocí, meditando. - Gracias.

Patricio sonrío. Había olvidado por completo que Maya llegaría, así que cuando sonó el timbre, tuve el recuerdo de la chica insultando a Lucio. Me pregunté si también le hablaría así a Patricio por no haber ido.

- Escucha - dije, mientras me levantaba para ir a abrir la puerta. - Anoche Maya insultó a Lucio por no haber ido a su fiesta. Puede que haga lo mismo contigo, debido a que tú tampoco fuiste. Pero existe también la posibilidad de que ella no recuerde eso y no se enoje.

- Tú se lo dirás, ¿cierto?

- ¿Cómo puedes pensar una cosa así de mí? - dije, ofendido. Fui hacia la puerta y la abrí, del otro lado se encontraba Maya. - ¡Patricio está aquí y tampoco fue a tu fiesta!

Maya me sonrió y miró a Patricio. Su cara cambió por completo. Pude deducir el terror en los ojos de mi ex-cuñado, que irónicamente también es el ex-cuñado de Maya, al verla acercarse de forma enojada. Ella lo saludó cordialmente, pero con mal tono. Estaba molesta.

- Estaba esperando que fueras a mi fiesta - dijo ella, enojada.

- Esa noche estaba lloviendo a cántaros - se intentó defender Patricio.

- No importa, hasta tu hermano fue - comentó Maya, en referencia a Juan.

Patricio no supo que decir.

Por unos segundos nadie dijo nada. Aquella divertida situación se había vuelto incómoda. Esperaba que Patricio se riera o algo similar a lo que Lucio había hecho, pero la cara de él se volvió una piedra. Asintió con la cabeza y se levantó, dirigiéndose hacia la puerta.

- Nos vemos luego - dijo, alejándose de nosotros.

- Espera, espera - intenté detenerlo, sonriendo. - No te enojes. No te vayas así.

- Si a ti te gusta divertirte con estas cosas, te felicito. Pero a mí no me causa gracia.

Y salió de mi casa, totalmente enfadado. Me quedé sin saber qué responder. Patricio se había enojado y, otra vez, estaba en todo su derecho. Realmente no sé cómo pude haber comparado a Lucio con él. Olvidé que Patricio no aceptaba ser rechazado y que alguien le provoque una pelea, era algo que le molestaba. Sentí como si fuera un maldito que había planeado aquella situación.

Maya se rió por lo que sucedió, así que no me quedó otra opción más que adaptarme a no hacer un drama. En ese momento, un mensaje nuevo llegó a mi celular.

"No sé si pensabas venir, pero por las dudas, no lo hagas. Estoy con amigos".

Genial. Fernando me había sacado la invitación. ¿Algo más me podía salir mal?

Lo que ocurrió una vez que Maya se fue, no sé si podría catalogarlo como algo malo. Pero la conversación que tuve que Lucio por MSN, una vez entrada la noche del domingo y siendo la madrugada del lunes, cambiará el rumbo de las cosas para siempre.