lunes, 31 de marzo de 2008

120. Y Al Término del Mes

Mientras Leo se burlaba de la manera especial que yo tenía de meterme en problemas, saltó nuevamente aquél tema que quedó en el aire. La frase que Lucas utilizó en mi contra "No estás preparado para tener un amigo". Era obvio que el vínculo que teníamos ese chico y yo era bastante inestable. Un día estábamos bien, al día siguiente alguno de los dos estaba ofendido y siempre era una competencia que nunca tenía fin.

- Es obvio que el chico quiere un poco más de compromiso de tu parte, en cuestión de amistad - aclaró Leo, analizando todo el asunto. - Verás, Oliver, tú eres una persona bastante complicada a la hora de entender, por el simple hecho de que siempre dices lo que te pasa, pero hablas con muchos subtítulos. Hay personas capacitadas para entenderte entre líneas y hay otras que simplemente no les gustan ponerse a meditar. No es por nada, pero creo que Lucas no es de esas personas que se sientan al final del día a analizar las palabras y frases que se dijeron.

- Pero es mi forma de expresarme - me defendí, sin saber muy bien por qué estaba siendo juzgado por ser así. - Es mi forma de decir las cosas.

- Y nadie dice que esté mal, pero una persona común interpreta las cosas de una forma distinta - continuó Leo. - Y creo que Lucas es de esas personas. Él no valora tu esfuerzo, porque es sutil, simplemente quiere que sea más grande.

Genial. Es increíble, pero de repente soy una máquina de cometer errores.

Entonces en mi celular aparece una llamada de una persona que no estaba en mis planes ver: Patricio, mi ex cuñado.

- ¿Hola? - atendí, sorprendido.

- Hola, Oliver - saludó Patricio. - Quisiera saber si uno de estos días estarás en tu casa. Hace mucho que no te veo y quisiera saber cómo estás.

- Seguro - respondí. - Un día de estos nos encontramos. Cuando quieras.

Nuevamente, una sorpresa y un giro inesperado. Patricio reapareció en mi vida, así tan tranquilo como se fue, pero ¿por qué ahora? Mi cabeza no tiene paz ni un momento.

Y eso, que hasta el momento, ya ni me acordaba de Juan.

119. Siempre lo Consigue

Por la noche, un triste y patético Leo vino a visitarme. Lo gracioso de recibir visitas en mi estado gripal es que las personas no venían a visitarme porque siemplemente querían verme y ver cómo evolucionaba, sino porque sus vidas en ese momento estaban siendo más desgraciadas que las mías.

Resultó ser que la novia de Leo quedó atrapada en otra ciudad por el corte de carretera (casi lo mismo que le pasó a Ana la semana anterior), por lo que no iba a poder venir los días libres prometidos a estar con su amado (que sería Leo, claro está). Esto, sumado a los problemas que Leo ya tiene por su propia cuenta, no eran buenas noticias.

- Realmente me había ilusionado conque viniera - me dijo, con esa voz quebrada.

Era un problema sin solución, porque a menos que alguien fuera a buscar a su novia caminando o en un avión, era imposible que puedan verse. Repentinamente aquella noticia que tanta felicidad me había dado por la cancelación de mi viaje, ahora estaba trayéndole problemas a todos los que me rodeaban. Así que decidí hablar de temas superficiales, y mencioné nuevamente el incidente entre Julieta, Guillermina y Lucas; a lo que Leo simplemente respondió diciendo que también recibió el mensaje.

Aquello debía ser un chiste.

Con esa última gota, decidí agarrar mi celular y comenzar a escribir un mensaje, al viejo número de Lucas, que tal vez todavía seguía en funcionamiento.

"Que zorro que estuviste. ¡Ya no me quieres más! ¡Nunca me diste tu nuevo número! Estoy indignado. Que desilución. Ahora mismo voy a ir a suicidarme por esta traición sin sentido."

Entiéndase, en subtítulos, que mi mensaje en realidad quería opacar la angustia que sentía por ser el único no avisado, por medio de un lenguaje cómico y exagerado. Afortunadamente, Lucas no sabía comprenderme, por lo que tenía la total libertad de usar esta forma de descarga con él.

Increíblemente, Lucas me responde de la forma menos esperada.

"Anoté mi número en tu celular la noche que me lo compré. ¡Ahora el indignado soy yo!"

Es impresionante, pero siempre lo consigue. Nunca puedo ganarle. Lucas siempre termina siendo la víctima de la historia y, increíblemente, el que no para de cometer errores.

118. Besos por Celular

Cuando me desperté esa mañana, había sucedido algo gracioso. Parece ser que la noticia sobre Lucas y su cambio de celular había recorrido a todo el grupo, y todo el mundo recibió el mensaje donde él confirmaba cual era... todos menos yo.

En el MSN, Julieta me habla, totalmente enojada.

JULIETA: ¿Acaso eres idiota? ¿Por qué le diste mi número de teléfono a Lucas?

YO: ¡Pero si yo no le di tu número!

Julieta y Lucas se conocen desde hace mucho tiempo, pero siempre que se deben encontrar (salvo el último fin de semana) lo hacen por medio de mí. Por ende, ninguno de los dos estaba en la obligación de darle su teléfono al otro.

JULIETA: Sé que fuiste tú, porque el muy desgraciado me envió un mensaje diciéndome "Te escribo desde mi nuevo celular. Es un Motorola Z6. Es justo el que tú querías. Luego te lo presto para que lo acaricies y sepas qué se siente tener uno."

No pude evitar reírme del otro lado de la computadora por ese comentario. Sólo mi amigo Lucas era capaz de sacar tanto sufrimiento de la envidia ajena y hacerlo algo cómico. Por un lado, tuve suerte que Julieta no me lo dijera hablándome, porque posiblemente también me hubiera reído en su cara.

YO: Yo no se lo di. Y no puedo creer que te haya dado su nuevo número cuando yo todavía no lo tengo.

La pregunta sobre por qué Lucas no me había dado su nuevo número quedó dando vueltas en mi cabeza un par de minutos más, pero con la llegada de Guillermina a mi casa, me olvidé completamente. La chica buscaba mi ayuda para poder editar un video que tenía que presentar en su facultad.

- Oliver - me dijo, apenas llegó. - Acabo de hacer algo terrible.

Su cara daba gracia. Parecía que acaba de asesinar a alguien y venía a pedir mi ayuda para poder esconder los restos en algún callejón. Por un segundo me pregunté si había traído descuartizada a la persona en el baúl de su moto.

Ojalá que sí, porque no me encontraba en condiciones de abandonar mi casa para ir a enterrar a alguien con aquél frío. Apenas me estaba recuperando de mi gripe.

- Hice algo horrible y tienes que prometerme no decírselo a nadie - me pidió Guillermina, ya casi hablándome en susurro, como si las paredes de mi casa pudieran ser poco confiables.

- Déjame adivinar - dije, deteniendo el misterio. - Le diste el número de Julieta a Lucas, ¿verdad?

- Y le di la idea para que la torture con el tema del celular que ella quería - terminó, confesándome.

Si había algo que Guillermina hacía muy bien, era tirar la piedra y esconder la mano. O al menos, sentirse responsable por la mano que escondía.

Y si bien el conflicto era muy digno de una comedia, había una duda que todavía no terminaba de cuadrar. ¿Por qué era el único de todo el grupo que no había recibido el nuevo número de Lucas?

117. Sin Despedida

Al día siguiente me desperté muchísimo mejor. La gripe y la fiebre finalmente parecían ser una cosa del pasado, aunque me dolía un poco la inyección, por lo que no podía pasar mucho tiempo sentado sin sentir una molestia.

De todos modos, el MSN no podía faltar, así que esta mañana, cuando inicié sesión, descubrí a Hugo conectado.

YO: ¿Sigues en la ciudad?

HUGO: No. Ya me fui. Después de soportar un corte de carretera de seis horas.

Aquello me tomó un poco desprevenido. Hacía dos días atrás, aquél hombre, mi primera vez, me estaba hablando sobre que volvamos a pasar una noche juntos, y al día siguiente se marcha sin siquiera avisarme. Honestamente, ¿qué esperaba? ¿Que esta vez sea distinto a lo que fue todas las otras veces? A veces quiero pegarme por creer siempre en las personas.

YO: No me lo esperaba. No pensé que te irías tan rápido.

HUGO: Llegué el sábado.

Se fue dos días después de que rechacé su oferta. Ahora entendía bien. Me había dejado para lo último. Para no tener sexo conmigo y luego no lidiar con la cruz antes de marcharse. Claro que esta vez fue más simple, porque directamente no hubo cruz que armar.

Y pese a que la vez que Hugo me ofreció estar juntos, yo dejé de hacerlo por Lucas (donde no gané nada de sexo, pero sí un tanto más en discusiónes nuevas), ahora veía con claridad que no me arrepentía. Hay personas que no van a cambiar nunca. Y hay quienes creen que por el simple hecho de que encontrarte débil, van a poder atacarte las veces que quieran.

116. Duele

Esa noche apenas pude dormir. Me sentía terriblemente mal. Dormía unos minutos, donde tenía sueños eternos que hacían pensar que el tiempo había pasado, pero cuando conseguía despertarme y ver la hora, lo único que habían pasado en el mundo real, eran unos tristes veinte minutos. Finalmente vi que aquello no se iba a solucionar con unas pastillas automedicadas, por lo que tuve que pedirle a mis padres que me lleven al médico.

Así es como después de una inyección terriblemente dolorosa que tenía como objetivo hacer que mi temperatura y mi inflamación en la garganta disminuya, me didiqué todo el día para poder dormir lo que no había conseguido durante la noche.

Y al llegar la noche, me llegó la visita de la única persona que, en esas condiciones, yo tenía ganas de ver: Lucas.

- Ojalá hubieras podido estar anoche - me dijo, sentándose a mi lado en la cama. - La pasamos muy bien. Julieta y Guillermina también estuvieron allí, y yo me la pasé torturando a Julieta porque yo me compré el celular que ella quería.

- Diablos, me perdí de una noche con ustedes por preferir quedarme a revolcarme del dolor - comenté, irónico.

- ¿Hablaste con Leo algo con referencia al martes? - preguntó.

Luego del frustrado intento de ganar al TEG, decimos reunirnos el próximo martes en la casa de Leo para seguir jugando. Pablo acotó que podríamos organizar una cena antes, cosa que a nadie sorprendió, porque aparte del sexo (que todos saben que no tiene), en comer es lo único que piensa Pablo.

- Me dijo que me iba a confirmar si podría - contesté.

El resto de la noche nos pasamos viendo series y hablando de temas superficiales. Después de la inyección, ya me encontraba un poco mejor aunque todavía me dolía un poco. Lucas no pudo evitar comentarme de la vez que una practicamente le quiso inyectar penicilina y la aguja se le salió de la jeringa, y en lugar de sacar la aguja y poner otra, estuvo intentando volver a unirlas, sin sacarla de su trasero. Creo que desde ahí proviene su fobia a las agujas, o a las enfermeras inútiles, depende.

La noche terminó con una torrencial lluvia que parecía no tener fin. Lo acompañé hasta la puerta, mientras él juntaba fuerzas para ir hasta el auto.

- Hoy ya es lunes - dijo. - Mañana nos veremos para jugar en lo de Leo, entonces.

Como ciertamente ya era la madrugada del lunes, tal vez Lucas había malinterpretado el día en el que nos encontrábamos, por lo que no convenía aclararle que, efectivamente, después de la medianoche era lunes, pero todo el día fue domingo.

- Espera, recién ahora es lunes - comenté.

- Lo sé - respondió. - Por eso, nos vemos el martes.

Ah, ya entendí. Me iba a saltear la noche siguiente para vernos dentro de dos noches. Me sentí un imbécil que por poco le comienza a suplicar que reflexione por la idea de abandonarlo... una noche.

- O cualquier cosa te escribo a la noche - dijo, al ver mi rostro de confusión.

- Sí, cualquier cosa escríbeme, solamente - respondí.

Y me encerré en mi cuarto, nuevamente, a hacer reposo. No quería pensar en Lucas, ni en lo torpe que me acabo de ver. Simplemente quería seguir durmiendo.

domingo, 30 de marzo de 2008

115. Lucas Al Cuidado

La gripe avanzó de una forma tan rápida que no supe cómo diablos poder controlarla. Cuando me desperté ya me encontraba con fiebre y con un dolor de garganta que a duras penas conseguía pasar la saliva. Dormí poco, casi nada, y me pasé la mayor parte del tiempo acostado en mi cama sin moverme.

Lucas vino por la noche, unas horas, totalmente emocionado porque se había comprado un celular nuevo, después de tantas semanas de quererlo. Me sentía muy feliz por él, porque se notaba que había conseguido lo que quería.

Como yo me encontraba en reposo, Lucas se sentó a mi lado en la cama y se propuso entretenerme, mientras iniciamos una vana conversación sobre por qué él debía acompañarme a vacunarnos contra la Fiebre Amarilla.

- Le tengo fobia a las agujas - me comentó. - Si en algún momento voy a dejar que me vacunen, va a ser cuando yo esté inconsciente y a punto de pasar a mejor vida.

- No creo que el sistema funcione así - medité. - Vamos, aparte yo estaré contigo. Sólo durará un segundo. Lo prometo.

- No lo haré - contestó, negándose. - Puedes intentar usar toda la psicología que quieras conmigo, que no te pienso prestar atención, Oliver. No voy a dejar que me pinchen el brazo.

Cada tanto, Lucas ponía su mano en mi frente para asegurarse si mi temperatura estaba estable o iba en aumento. Me dijo que tenía planes con Tobías y otros amigos y que seguramente saldría con ellos. Finalmente se marchó, prometiendo que al día siguiente vendría a ver cómo me encontraba. Ese instinto de ternura, me hizo sonreír sin dudar de él.

Rato después recibí una llamada de Leo, para preguntarme si teníamos ganas de hacer algo, a lo que le contesté que sólo me iba a quedar tirado en mi cama, viendo nuevamente Harry Potter y la Orden del Fénix. Por supuesto, Leo accedió a sacrificar una noche de sábado por ver las aventuras de su amigo mágico y, de paso, hacerme compañía. Es como si hubiera olfateado que alquilé esa película.

Pero la fiebre fue aumentando cada vez más y para cuando nuevamente volví a quedar solo, ya me estaba retorciendo del dolor en mi cama.

Los segundos parecían pasar lentamente, como si cada uno de ellos me estuviera apuñalando. Y lo peor de todo, es que estaba sufriendo aquél ataque de enfermedad solo. Y no sabía qué era lo que me dolía más.

sábado, 29 de marzo de 2008

114. El Exámen de Karate

Llegué a la casa de Ana, nuevamente, sin saber cuál sería mi reacción. Desde que me vinculo con Lucas, que no detengo mi nivel de cometer errores, cuando yo defiendo mi postura, que luego hace que se pierda sentido. Hay una parte de mí, visiblemente, que no quiere aceptar que tal vez es una persona que no va a traicionarme. Sin contar, claro, la otra parte de mí que cree sentir algo por él.

Al ingresar, Lucas y Ana ya se encontraban charlando, mientras que canal latino Universal Channel, estaba dando la película Hechizada, donde descubrimos por casualidades de la vida, que también actúa Kate Walsh.

- Bien, ¿empezamos a jugar ya? - nos preguntó la madre de Ana, viniendo hacia nosotros.

- Tenemos que esperar a Guillermina y a Pablo - respondió Ana. - Están en un exámen de karate. Salen de allí y vienen para aquí.

- Ah, si no me confundo, hay un examen de artes marciales en el salón de aquí a una cuadra - comentó la mujer, antes de retirarse.

Ana y yo miramos a Lucas esperando que nos diga si aquello era cierto. Lucas, en ese momento, reaccionó a que era muy posible que los jugadores ausenten estén a menos de cien metros de distancia. Como no teníamos nada que hacer, los tres salimos, mientras Lucas nos contaba la emoción de cuando él estudiaba y que tal vez su profesor le pida que regrese.

Una vez llegado al salón donde los jóvenes practicaban y rendían sus artes marciales, no costó mucho distinguir a Guillermina y a Pablo entre la multitud. Parecía que el encuentro se estaba por terminar, porque ya todos estaban formados en grupos de cinco o seis ileras. Pero de repente hacen algo gracioso. Todas las ileras se convierten en dos solamente. Uno de los chicos pasa por entre medio de ellas y de golpe todos los demás comienzan a pegarlo con un cinto.

- Esta es la forma de felicitar a los que aprobaron el examen - nos explicó Lucas.

- Me muero de ganas de rendir karate - ironizó Ana, mirando a los que corrían por no ser golpeados.

Vimos como Guillermina pasaba entre medio de todos ellos y era golpeada. Pablo también lo hizo más adelante, lo cual era una buena noticia, debido a que los dos habían salido bien y ya se encontrarían de mejor humor para poder jugar todas las noches tranquilos. Claro que más tarde me entero que Pablo en realidad jamás aprobó nada, debido a que nunca tuvo nada que rendir. Simplemente los chicos de karate le tenían bronca y aprovecharon la oportunidad para pegarle.

El resto de la noche fue totalmente tranquilo, salvo por la unión de Leo al grupo, que no hizo más que causarle dolores de cabeza a Lucas. Leo, que no podía jugar, debido a que hay un máximo de sólo 6 jugadores, y los cupos estaban llenos, se pasó el juego ayudando a Ana, quien ganó dos veces, gracias a él, por lo que hizo que mi amigo esté planeando formas de sacarle los ojos.

La noche terminó de madrugada, con un cambio de clima (literalmente) que hizo que de repente mi cuerpo comience a sentirse extraño.

Al otro día, me desperté con una hermosa y nueva gripe.

113. En Menos de 24 Hs

Al día siguiente me desperté desesperado. Pude dormir poco. Me sentía culpable y a la vez con bronca hacia la situación. Hacía unas horas atrás, tenía mil razones para alejarme de Lucas y salir ganando, pero en este momento no encontraba ninguna que sea completamente coherente. Me sentía vacío, como si el efecto de una droga llegara a su fin. Otra vez, un choque contra la realidad.

Le pedí a Julieta que me acompañara hasta mi facultad, debido a que no tenía ganas de quedarme encerrado a llorar por la trágica pérdida de mi querido amigo, esperando que la chica encuentre la manera de despejarme la mente.

- Marcos me ha dejado - me comentó, tratando de ocultar las lágrimas; definitivamente Julieta nunca entendía mis planes.

- Genial - respondí, irónicamente. - Lucas me ha dejado a mí.

- ¿De quién fue la culpa? - preguntó ella.

- Pero por supuesto que de... - reacción intuitiva; mucho tiempo acostumbrado a ser la persona herida, nunca me puse a pensar en estar en el otro lado de la moneda. - Mi culpa. ¿Y en tu caso?

- También, por supuesto mi culpa - respondió. - Todo sucedió porque me desperté de mal humor. De repente lo vi durmiendo al lado mío y lo único que hice fue gritarle y decirle que quería que se marche. Por supuesto, se marchó y después reaccioné en lo que hice, empezando a llorar como una loca. Ahora seguramente no nos hablaremos por un par de días y después todo volverá a la normalidad.

- Por lo menos tú no te lo tienes que encontrar en unas horas, delante de todos tus amigos, sin saber qué máscara usar para disfrazar la ocasión - respondí. - En unas horas jugaremos al TEG y... ¡Por Dios! ¡Me había olvidado que en unas horas jugaremos al TEG!

No sólo era suficiente tener que despedirme de alguien, sino que tenía que reencontrarlo en menos de 24 horas. ¿Qué tenía que hacer? ¿Fingía que nada me importaba y actuaba indiferente, confirmándole la teoría de que su amistad no me importa? ¿O iba hecho un mar de lágrimas y quedaba como un imbécil delante de todo el mundo? Ninguna de las dos opciones me llamaba la atención, como siempre.

Ana, Lucas, Guillermina, la madre de Ana y yo, éramos los cinco jugadores de esta ronda. Habíamos quedado en reunirnos a las 20 hs, pero como Guillermina tenía un examen de karate, teníamos que posponerlo para las 22.30.

Guillermina (rival declarada de Lucas) también estudiaba karate con Pablo (otro rival, aunque no declarado, de la misma persona), por lo que deduje que cuando éste último me llamó preguntándome si también podía jugar, fue la chica quién habló más de la cuenta y se lo comentó. Por suerte, el lugar que originalmente iba a ocupar Julieta, ahora se encontraba vacío, por lo que también invité al chico a que asista.

La noche iba a ponerse muy interesante.

viernes, 28 de marzo de 2008

112. Lo Intenté

Tal vez es cierto. Uno sale de un vínculo y se mete rápidamente en otro, esperando encontrar y recuperar todo el tiempo perdido. No hace la disosiación de personas. No comprende que no todos son iguales. No comprende del tiempo, porque intenta revivir aquello que perdió como si nunca se hubiera ido.

- Realmente lo intenté - le dije a Lucas, una vez que pude recuperar la voz. - Intenté ser tu amigo.

- Sé que hiciste tu mejor esfuerzo - me respondió, con un tono que se notaba que era sobreactuado.

Si hubiera sido otro momento, me hubiera reído por ver que Lucas se metió en un pozo sin fondo. Visiblemente no midió la gravedad que iba a causar sus palabras.

- El caso es que tú no estás listo para ser amigo de nadie - continuó. - Porque un amigo no es alguien a quien les cuentas los peores temores de su vida. Es algo que se nace, que no se busca, que no se piensa. Y tú siempre lo piensas. Tú todavía tienes miedo. Y el cambio tiene que venir de ti.

- No hace falta un psiquiatra para saber por qué tengo miedo - respondí.

- No, no es por todo el dolor del pasado - contestó, como si yo me hubiera referido a ese tema. - Porque yo en algún momento puedo llegar a encontrar una novia, por más que no haya superado el dolor de mi última relación. Puede que no esté listo, puede que no me sienta seguro. Pero sé que podré. Esto no es por tus amistades fracasadas. Esto es por ti.

En ese momento hubiera deseado tener el valor de decir la verdad. Cuando hice referencia a "no hace falta un psiquiatra para entender por qué", no hablaba de amistades fracasadas. Hablaba de que él y yo no éramos amigos, por el simple hecho de que yo no lo veía como tal. Lo veía como algo más. Algo imposible. Algo que estaba tácito en nuestro vínculo pero que en mí existía, en contra de mi voluntad.

No pude evitar odiarme a mí mismo. No pude evitar maldecirme por dentro.

- De veras intenté ser tu amigo - dije, nuevamente desde una perspectiva que sabía que él no entendería. - Realmente hice un gran esfuerzo. Pero entenderás que ahora necesito un... un tiempo.

- Lo sé - respondió, incorporándose para marcharse. - Eso no hacía falta ni que lo digas.

Y así fue como lo dejé partir. Fue un momento muy irónico, porque por dentro sentía que el mundo se derrumbaba, nuevamente, pero por fuera dibujé una sonrisa llena de alegría y esperanza a que todo esto sea un etapa a superar pronto.

Cuando mi habitación quedó solamente conmigo, no pude evitar meditar en una escena del final de la tercera temporada de Grey's Anatomy, cuando Cristina es dejada en el altar y vuelve a ver que Burke se llevó todas sus cosas de la casa.

Lo único que se me vino a la cabeza fue la frase: "Soy... libre. ¡Diablos!"

111. No Estar Preparado

Por supuesto, ante la negativa de Lucas, no agregué más comentarios hacia lo que me estaba sucediendo. De repente, el drama no fue tan importante. Pero creo que Lucas no comprendió que ya no tenía ganas de hablarlo, porque se molestó y volvió a encender la computadora para comenzar a jugar al PKR.

- Puedes hablarme mientras juego - me dijo en un momento.

- No voy a ser tu entretenimiento mientras las cartas se reparten en el juego - respondí.

Y por la siguiente hora y media, no dije ninguna palabra. Ahí fue cuando me comencé a sentir como un estúpido por atender en mi casa a una persona que lo único que hizo fue quedarse mirando un juego virtual por Internet y no usar ese tiempo para tener sexo con Hugo.

Pude haberlo echado, pero comenzó una torrencial lluvia que impidió que mis deseos puedan más que mi amistad por él. Aparte, tampoco sería muy humano echarlo en medio de un diluvio sólo por saciar mis ansias de sexo (frustrado con él, claro). Porque bien sabía yo que después de Hugo, el problema con Lucas seguiría existiendo, más allá de que este sería un sexo más transcedental.

Entonces, cuando finalmente Lucas se dignó a darse cuenta de que yo existía, comenzó una nueva e interminable charla. Sólo que esta vez, trajo consigo una conclusión inesperada. La respuesta al problema.

- La verdad es que tu forma de ser choca tanto con la mía que no me permite ser yo - dije, iniciando la conversación. - Cada vez que intento contarte algo importante, siempre rebajar el drama y eso causa que yo pierda emoción a la hora de decírtelo.

- Pero tienes que darte cuenta que a pesar de que yo diga lo que diga, a mí me interesa tu vida - me respondió. - ¿Por qué eres tan suceptible a esos comentarios?

- Porque si los dijera otra persona, no me molestarían - respondí. - Porque yo confío en ti, pese a que me cuesta horrores, pero tu reacción me va a perjudicar mucho más que la reacción que tenga otra persona, porque espero que seas codecendiente conmigo.

La conversación fue larga, dura, sin sentido. Una nueva guerra constante donde sacamos muchos trapos al sol (como la pelea en el TEG cuando se puso insoportable hacia mi persona, que resultó ser mi culpa porque yo lo estuve molestando durante todo el juego; y como la pelea cuando estuvieron en mi casa junto con Sebastián, que resultó ser su culpa y descubrió que yo recordaba absolutamente todo nada más que nunca se los quise decir).

Finalmente, llegó la conclusión. La más dura de todas. Lo que quizá hubiera sido preferible que no la dijera. La verdad que estaba oculta. Un golpe directo al corazón.

- Sé cuál es el problema - dijo, de repente. - Y la verdad es que tú... no estás preparado para tener un amigo.

De repente, todo el mundo se me nubló. La mente se me llenó de recuerdos. De esos malos recuerdos que te invaden en el momento menos esperado. Recordé absolutamente todo. Y mientras Lucas continuaba con un monólogo sobre por qué dijo lo que dijo, yo caí en un abismo profundo en mi mente. Comencé a irme. Comencé a morir lentamente.

110. Una Gran Estupidez

Si había algo que Hugo tenía como don era aparecer en los momentos en donde mi vida era un caos. Era una especie de radar que se le encendía y hacía que apareciera cuando menos necesitaba verlo.

Nuevamente, cuando mi vida carecía de emoción y de magia, Hugo decidió volver a hablarme. No bastaba mucho recordar que era el ser más despreciable del planeta y que hizo de mi vida una miseria hacia cinco años atrás, cuando tuve sexo con él, debutando en el mundo homosexual.

Me encontraba esperando a Lucas, quien había quedado en ir a verme por la noche, pero como ya habían pasado dos horas desde su promesa, me estaba empezando a preguntar si realmente vendría, por lo que mandé un mensaje mientras iniciaba sesión en el MSN. Hugo me habló.

HUGO: ¿Qué haces?

En el silencio de mi habitación sonó el celular anunciando una respuesta de Lucas y confirmando su presencia en breve, provocando que casi me muera del susto.

YO: Acaba de sonar el celular y me sobresalté.

HUGO: Para mí, te sigues poniendo nervioso al hablar conmigo.

YO: Sí... Claro... Eso debe ser.

HUGO: ¿Qué es lo que tienes que hacer?

YO: Estoy esperando a un amigo. Que está por venir.

HUGO: Que tristeza. Yo esperaba recibir una invitación para ir a verte.

Que emoción, el hombre repentinamente quería volver a verme y yo tenía que pasar toda la noche con una persona que ni siquiera se daba cuenta que existía. Las dos opciones eran patéticas, pero de los males, ¿cuál era el menos?

Decidí mandar un nuevo mensaje a Lucas diciéndole "Apúrate, estoy a punto de cometer una gran estupidez porque mi ex me está insinuando en el chat. Lo odio."

A los dos minutos, nuevamente asustándome el ring tone, me responde "Ni se te ocurra, porque te sacaré los ojos".

En ese momento lo hubiera tomado como un gesto encatador de parte de Lucas, sino fuera porque sabía que escondía las intenciones de no tener que regresar a su hogar sin siquiera haber pasado unos minutos conmigo.

YO: Lamento haber hecho planes.

HUGO: Nos veremos en otra oportunidad.

Y cerré la conversación al mismo tiempo que Lucas ingresaba. Me encontraba totalmente confundido. Sé que Hugo era un asco de persona (e inexplicablemente me sentía que podía cantar tranquilamente It's Raining Men), pero de todos modos una parte de mí necesitaba volver a estar con él.

Hugo después de todo fue mi primera vez. La persona que más me conoce y la persona con la que tuve una relación de 3 años. Y después de todo, muchos fueron buenos tiempos. Pero aún así, agradecía que Lucas se encontrara allí. Por lo menos, por el momento.

- ¿Qué es lo que sucedió? - preguntó, tirándose en el piso de mi habitación, mientras prendía la televisión.

- El chico que te comenté que fue mi primera vez, dijo que quería venir a verme - lancé en primicia, envuelto en emoción.

- ¿Y para eso hiciste tanto escándalo? - preguntó Lucas, retóricamente.

Me quedé sin responder a eso. De pronto el problema ya no era tan grave. De pronto, el problema por Hugo no existió. Y muchos pensarán que eso fue algo muy bueno, pero fue lo que trajo consecuencias al final de la noche.

jueves, 27 de marzo de 2008

109. Nada como No Hacer Nada

Un par de días después, cosas absolutamente sin transcedencia había llegado a mi vida. El lunes por la tarde, el grupo volvió a reunirse a jugar al TEG, nuevamente con la madre de Ana, porque el corte de las carreteras impidió que Ana pueda regresar. Esta vez cambiamos a Leo (que trabajaba) por Julieta y Guillermina (que estaban disponibles). Más allá de que Lucas estuvo con un humor de perros y atacándome (de nuevo) toda la sesión, no pasó nada más.

Luego, una vieja amiga de la infancia vino a visitarme porque no tenía nada mejor que hacer y había salido del trabajo. Además, quería pedirme mi teléfono porque necesitaba un taxi para llegar a la casa de su amante. Llamamos a miles de lugares pero ninguno atendió. Inclusive paramos a uno en la vereda que nos grito "¡ya vuelvo!" y nunca se dignó en regresar. Así que sus intentos se vieron frustrados.

Al día siguiente, me encontré hablando por chat con un desconocido, a quien invité a mi casa y terminamos teniendo sexo. Lo sé. Sé que estas cosas no se hacen, y no es que quiera pecar de promiscuo, pero antes de hacerlo, aclaramos que sólo pasaríamos un rato agradable. Aparte era muy lindo, no lo podía rechazar.

De acuerdo. Sé que quienes leen esto me están juzgando.

Es más, ni siquiera comenté el detalle de que es amigo de Fernando (mi sex-toy en Diciembre).

Está bien, soy un asco de persona. Como sé que esto rompe mi esquema de niño bueno, (y si bien la excusa de querer sacarme a Lucas de la cabeza no funciona) guardaré esto como uno de mis mayores secretos.

Será algo que será encerrado bajo siete llaves.

Al día siguiente, se lo conté a Lucas.

A decir verdad, el hecho de haber tenido sexo el día anterior hizo que no me importe que Lucas llegue a mi casa y las dos primeras horas (¡dos primeras horas!) haya estado prendido a la computadora y ni siquiera me haya dirigido la palabra (¡en mi propia casa!).

Y finalmente terminó la noche con Tobías en mi habitación también, a quien no volví a ver después de haberlo echado de mi casa el día que se armó aquél problema y de quien Lucas no me hizo buena publicidad luego.

Como dije, nada transcedente. Se sigue esto convirtiendo en un problema. ¿Es mucho pedir algo bueno? ¿Algo que me haga sentir magia?

sábado, 22 de marzo de 2008

108. El Gesto

Entre Sebastián y Lucas me estaban sacando de quicio. Lo irónico de la historia es que, no por retobado ni por orgulloso, pero no le encontraba lógica a las cosas que me decían. Era como si ellos fueran mis amigos de toda la vida y que me conocían tanto con la delicadeza de querer inducirme a un cambio positivo.

Decidimos celebrar aquella reunión inesperada en la terraza de mi hogar, junto con cuatro botellas de cervezas. Lucas no había cenado nada, por lo que después de un par de tragos ya se encontraba con los ojos rojos.

- Yo entiendo que en el pasado hayas sufrido mucho - me dijo Sebastián, como si de repente él conociera toda la historia de mi vida. - Pero yo también he sufrido. Una vez perdí a todos mis amigos. Mi mejor amigo se drogaba y yo, en un intento desesperado por salvarlo, se lo conté a los padres. Todos los de mi grupo me apartaron. Estuve un año solo. ¿Sabes lo que se siente que aquellas personas que crees que tienes para toda la vida se alejan de ti?

Sabía lo que se sentía, pero la historia era muy distinta. No me importaba si alguno de ellos se drogaba, porque después de todo aún no eran mis amigos. Todo por haber explotado un día. Definitivamente voy a optar por implotar. No sé, una úlcera no le hace mal a nadie de vez en cuando.

- Además tengo que agregar algo - me dijo Lucas, que en ese momento estaba tan ebrio que sabía que no iba a aportar nada enriqueceder al debate. - Hay un mundo detrás de las paredes de tu habitación. Sólo tienes que salir a descubrirlo.

- ¿Saben? - pregunté en un momento, justo en el momento en que Lucas se puso a tocer ahogándose con un sorbo de cerveza. - No tengo intenciones de mostrarme distinto ante ustedes. Sé cómo soy y siendo honesto, no me interesa lo que piensen sobre mí. Porque tienen el tupé de venir a juzgarme o creer que me conocen y nada de lo que diga parece que les va a hacer cambiar de opinión.

- Otra vez te sientes atacado - dijo Lucas, con los ojos tan rojos que parecían llenos de sangre. - No te estamos atacando. No estés a la defensiva.

- Entonces voy a aclararles cómo soy y que quede en claro - dije. - Soy una persona que se adora a sí misma. Soy autodestructivo. Generalmente tengo malos días. Casi todo el tiempo. Y los reservo en un lugar de memoria hasta que por algún detalle exploto. Amo estar solo y me siento invadido por ustedes - en ese momento, Lucas se fue hacia la punta de la terraza para poder vomitar en el valdío de al lado. - Pero si no los apreciara, no los soportaría tanto tiempo, porque tampoco resisto pasar más de media hora con una persona sin aburrirme. Así que pueden apreciar estos pequeños gestos hacia ustedes. No soy de hacer lo que hice, cada vez que tengo un problema con alguien voy y lo hablo, pero el tema es que no pude hablarlo y luego se me fue de la memoria.

- Entiendo todo eso - me dijo Sebastián, que se quedó escuchando todo mi monólogo y no le prestó atención a Lucas. - Pero simplemente parece que explotaste de una forma que no era la correcta. Si las cosas las puedes decir bien, ¿a qué se debe que tú hayas explotado así?

Lucas comenzó una sucesión de vómitos y por un instante me concentré en que no se cayera al terreno de junto, porque sería complicado explicarle a la policía qué hacía ahí. Ni que hablar a mis padres.

- Es que tú no sabes esta parte de la historia... - pero no pude continuar. - Espera.

Me levanté y me acerqué a Lucas. Lo agarré de la frente y lo sostuve para que siguiera vomitando. Era una escena muy conmovedora, aunque totalmente bizarra. De hecho, creo que Lucas se merecía que lo empuje a que lo sostenga, pero de todos modos reaccioné por instinto.


- ¿Ves? - dijo Sebastián. - Ese fue un gesto de amistad. En tu lugar yo hubiera esperado a que cayera, me hubiera reído y luego lo hubiera ayudado.

- Es que si caía, la escalera que tengo no funciona bien y no lo íbamos a poder traer - bromeé con respecto al tema, para sacarle sentimentalismo.

Pero cuando se fueron sonreí. Lo primero que se me vino a la cabeza que no fue un gesto de amistad, porque creo que no lo hubiera hecho por nadie más. Debo alejarme de Lucas (oh, por Dios, ¿quién me entiende?), porque aquello se me estaba saliendo de control hacia mí mismo. Cada vez que veía a Lucas en peligro, mi instinto iba a actuar rápido. ¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué?

107. Criticas Hacia Mí

Lucas era un buen jugador de TEG. O por lo menos demostró estar bastante orientado al ganarnos a la madre de Ana, a mí y a Leo de una forma verdaderamente sorprendete. También descubrimos que Ana nos había mentido con las reglas del juego, por lo cual era como ser unos principiantes (junto con la madre, insultamos a Ana por teléfono por aquello).

Nos encontramos fumando un cigarrillo en el exterior de la casa, en esas pausas que hacíamos antes de comenzar la próxima ronda.

- ¿Tú sientes que te debo una disculpa? - le pregunté. - Sebastián me lo dijo hoy por MSN.

- Realmente creo que sí - dijo, el muy víctima. - Porque tu mensaje me golpeó bastante.

- De acuerdo, lamento haberlo hecho - mentí, descaradamente. - Prométeme que no volveremos a estar peleados tanto tiempo como esta vez.

Ahí fue donde sucede algo novelístico. En plena vereda, justo pasa delante de nosotros, la persona que estuvo intercediendo para que aquello suceda. Sebastián pasa en su moto y se detiene al vernos. Se lo veía bastante nervioso, y a lo cual yo disfrutaba mi felicidad que no se haya enterado antes de su vana charla que Lucas y yo habíamos vuelto a hablar.

- ¿Qué... es lo que harán esta noche? - preguntó Sebastián.

- Seguramente estaré en casa de él - dijo Lucas, señalándome.

- Tal vez vaya - dijo, y luego se giró a mirarme. - Aunque, claro, te llamaré antes para preguntarte si puedo hacerlo.

- Tal vez te diga que sí - le dije, sonriendo cínicamente.

Horas más tarde, Lucas y yo pasamos otra velada de no hacer absolutamente nada, salvo mirar un par de películas y hablar brevemente. Y finalmente se dio la conversación buscada de su parte.
- Si te volví a hablar tan pronto fue por lo del viaje - le reconocí.

- Sé que te hirió eso - respondió. - Lo hice para que te duela.

- Eres un amor.

- A mí también me dolió - reconoció, entre risas. - Pero tu mensaje fue muy desubicado, porque yo seguía sin entender por qué me mandaste eso. Quería hacerte sufrir. Y pude haberte hecho sufrir mucho tiempo más, a pesar de que me mandaste ese ultimatum. Pero después me di cuenta que no soy de histeriquear, por lo que decidí que era momento de superarlo. Y si me mandaste ese mensaje fue porque te sentías culpable.

- No me sentía culpable - respondí, siendo sincero. - Pero necesitaba saber si era momento de comenzar con la etapa del duelo por tu pérdida o qué pensabas hacer con respecto a nosotros. Porque me iba a doler tu pérdida, pero me iba a morir por dentro que no te lo iba a reconocer.

- Es que yo quiero que entiendas que más allá de que tú también tienes cosas molestas, yo también te quiero - dijo. - Yo quiero pasar tiempo contigo, pero también quiero estar con mis amigos.

En ese momento me reí, porque no era posible que me haga ese planteo. Me sentía que me llevaba a poner en el papel de la novia celosa que no quiere que su novio salga de fiesta con sus amigos por miedo a la infidelidad. Debo reconocer que me encantó que lo hiciera.

- Creo que tú buscas en mí alguien que no soy - deduje. - No soy como tus amigos ni soy la persona que estás esperando que sea. Tal vez si te tomaras la molestia de aceptarme cómo soy en lugar de querer cambiarme constantemente para hacerme a tu imagen y semejanza, nos podríamos ahorrar muchos problemas.

Lucas abrió la boca enfurecido. Parecía que había dicho algo que no debí. De veras, tengo que aprender a cerrar la boca. ¡No es tan difícil!

Pero fui salvado por la campana, de hecho, por Sebastián, que nunca me alegró tanto su llegada como esa noche, al hacer sonar mi celular y preguntarme si todavía nos encontrábamos allí.

- De acuerdo, no sigamos hablando del tema porque volverían a ser dos contra uno - le pedí a Lucas, ante la llegada de su amigo. - Terminaremos este debate en otra oportunidad. Porque sé que te vas a morir de ganas de que alguien defienda tus hipótesis.

- No lo haré - me mintió.

Y supe que me mintió, porque diez minutos más tarde, me enfrentaba a una discusión de dos contra uno. De nuevo.

106. Lo que Hace la Culpa

Al día siguiente, faltaban unas horas para ir a jugar al TEG en la casa de Ana, con su madre, cuando una banda de mensajes de texto empezaron a circular por mi celular.


Leo: "Lo siento, tengo mucho para estudiar. No voy a poder ir."


Julieta: "No puedo ir. Es Viernes Santo y mi familia quiere ir al Via Crusis."


Lucas: "¿No te vas a enojar si no voy, o sí?"


En ese momento llegué a la conclusión de que estaba rodeado de personas estúpidas. Me puse a pensar en si ellos lo hacían a propósito o realmente se ponían de acuerdo para fallarme en manada. Totalmente enojado, les mando el mensaje a los tres:


"De ahora en más, confiaré en mis perros para hacer planes".


Tal como esperaba, el mensaje tuvo efecto del otro lado, aunque con sus posibles consecuencias posteriores, pero de todos modos, logró lo que buscaba. A los minutos me llega la respuesta de Leo.


"Si todavía no es muy tarde, voy contigo."


Cinco minutos más tarde, la de Lucas.


"Está bien, iré, pero de ahora en más cada vez que yo quiera que salgas conmigo, saldrás."


Y diez minutos más tarde, finalmente la de Julieta.


"No vuelvas a hacer planes con mi nombre sin consultármelo antes."


De acuerdo, con Julieta no funcionó esto de la culpa, pero si empezáramos a recordar, yo a ella le avisé sobre un viaje al cual tampoco iba a ir, por lo que no tenía derecho a decirme nada y yo podía seguir fingiendo resentimiento por un buen tiempo más.


Así que ahora ya tenía a dos aliados para ir a jugar y alegrar la vida a la madre de Ana que había quedado sola en este fin de semana largo, pero fue antes de partir cuando mi MSN alguien inesperado me habló.


SEBASTIAN: Oye, ¿ya se te pasó la locura del otro día?


Estaba claro que se refería a la locura de cuando terminé echándolos de mi casa. Y digamos que lo que para mí fue un hecho totalmente transcendente, para Sebastián visiblemente era algo para tomárselo con humor.


YO: ¿A cuál de todas las locuras te refieres?
SEBASTIAN: En esa donde dijiste que todos te atacamos. Y no sé qué más.


Sebastián estaba confirmando la teoría de que Lucas había hecho tal escándalo, que todos pensaban que yo estaba desprestigiándolos por el mundo. Y eso no era del todo cierto, sólo los desprestigiaba con algunos amigos y, bueno, por medio de este blog.

YO: Escucha, que haya tenido un problema particular con alguno de ustedes (entiéndase, Lucas) no significa que yo haya generalizado. Con referencia a tu persona, ya pasaron cinco días. No recuerdo mucho cómo se dio. Pero es cierto que me sentí atacado de tu parte, más la presión del momento fue lo que hizo que yo explote.


SEBASTIAN: Pero también dijiste algo de mí. Porque yo no recuerdo haber dicho nada que te pudo haber molestado.


Nuevamente, me adentraba a una conversación sin salida. Definitivamente, tengo que aprender a cerrar la boca y ocultar mis emociones de ahora en más.

YO: Fue el momento, Sebastián. Ya pasó.


SEBASTIAN: Entonces no digas que yo dije algo porque no fue así.

YO: Esto nos va a enredar en una serie de discusiones, y tengo poco tiempo para jugar al rol de antagonista. Escucha, si te molestó algo de lo que "escuchaste" que yo dije, te pido disculpas, aunque sólo me hago responsable de la frase de tener que hablar contigo por este tema, que se lo dije a Lucas. Debates, comentarios y conclusiones a las que tú y tus amigos hayan llegado, no corren por mi cuenta.

SEBASTIAN: Me tengo que ir, Oliver. Pero me gustaría que le pidieras disculpas a Lucas.

Eso provocó que por poco me agarre un infarto.

YO: ¿Yo tengo que pedirle disculpas a él?

SEBASTIAN: Así es. Él te quiere mucho y no se merece lo que le estás haciendo.

Mágicamente, yo me convertí en el malo de la película. ¿Quién lo diría?

105. Una Buena Acción

El día anterior a este nos habíamos reunido a la tarde a jugar al TEG (Técnicas y Estrategias de Guerra) en la casa de Ana. La madre se lo había compado de su último viaje y ahora todos estábamos entretenidos con ese juego. Inclusive, habíamos jugado todos al juego con la madre de Ana, quien ganó, para dolor de cabeza de hija que estaba intentando hacer un complot en contra la madre para que no volvamos a jugar con ella.

Por eso, cuando me enteré que yo no podía viajar, decidí llamarla a Ana para saber si ella lo había hecho, mientras Lucas se entretenía con un juego de computadoras.

- Quería saber si viajaste, porque yo no pude hacerlo - le comenté, apenas atendió. - Así que si estás en la ciudad, podemos vernos.

- Viajé por una ruta alternativa, lo cual casi provoca la muerte de mi padre y mi hermano, pero como era un viaje del cual no podíamos escapar, tuvimos que hacerlo - me comentó, en un tono muy disgustado; como si su viaje era algo de lo que quiso, pero no pudo evitar. - Pero si me llamas porque quieres jugar al TEG, puedes ir a jugar con mi madre.

La madre de Ana y su padre recién se estaban divorciando, por lo cual era sensato que tal vez aquél era la primera Semana Santa que la familia pasaba disuelta. Me dio una especie de pena al meditar todo aquello.

- ¿De veras? - pregunté, alegrándome por la oferta.

- ¿De veras me estás preguntando "de veras"? - preguntó, al instante. - ¡No puedo creer que hayas considerado que la oferta era cierta!

Oh, oh.

- Pero es que como tu madre quedó sola... En Semana Santa... Pascuas... Sola - atiné a decir, desesperado para que no se enfade. - Pensé que lo habías lanzado como oferta, ya que lo hablé con Leo y Julieta y ellos parecieron encantados de...

- ¿Qué clases de amigos tengo que prefieren jugar con mi madre en lugar de conmigo? - interrumpió, completamente histérica.

- No es que la prefiramos a ella - dije, ahogándome más y más en la conversación sin salida. - Es que simplemente está sola...

- ¿Pero cómo puedes pensar siquiera en ir a jugar con mi madre? - me preguntó, aquella definitivamente ya no tenía salida. - ¿Sabes? Cuando regreso iré a jugar dominó con tu madre. Y más le conviene tener un juego de dominó.

- De acuerdo - acepté.

- Diablos, ¡te ha encantado la idea! - gritó. - ¡Se suponía que te tenías que oponer! - luego tomó aire y juntó fuerzas. - De acuerdo, de acuerdo. Llamaré a mi madre y si a ella le gusta la idea, te llamaré para contártelo, ¿vale?

- Está bien - respondí, y cortamos la comunicación.

Diez minutos después, mientras le explicaba a Lucas por qué me estuve riendo como un loco al teléfono durante toda la conversación, mi celular volvió a sonar.

- Mi madre está encantada con la idea - reconoció, visiblemente muy a su pesar. - Si puedes organizar con Julieta y Leo algo para ir, ella los va a recibir.

Perfecto. Tenía una buena acción por delante y, una parte de mí, se alegraba muchísimo. Así que esa noche rechacé la invitación de Lucas de ir a jugar al póker a lo de Tobías (después de todo, todos sus amigos pensaban que yo era un trastornado) y me dediqué a pensar en que por suerte, había recuperado algo perdido, aunque visiblemente mi dignidad no era.

104. Locura de Amor (2º Parte)

Lucas, Martina y yo estábamos atravesando una caminata por el medio de la ruta para intentar llegar al otro extremo del corte, donde deberían esperarnos los taxi que la llevarían a la chica al Recital de la Felicidad. Era un movimiento que yo nunca antes haya visto, por lo que hubiera sido muy bueno poder tomar algunas fotos, pero como la luz del Sol ya practicamente no existía, no serviría de mucho mi celular en ese momento.

- Sé que tengo muchos puntos en contra - reconoció Martina mientras íbamos en la caminata, - porque se está haciendo tarde y puede que el recital comience pronto, por lo que eso significaría que Erick no podría ir a buscarme. Y si llego a estar perdida en la ciudad, comenzaré a llorar.

Me pareció graciosa la idea de ver a Martina bajando del colectivo, buscando a Erick por todos lados y al no poder hallarlo, sentándose bajo un techo para protegerse de la lluvia y llorar por su ausencia. No sé por qué en mi imaginación hay lluvia, pero suena a una imagen más trágica.

- ¿Puedo preguntar cuál es el verdadero motivo por el que vas? - dijo Lucas, de pronto.

Se nota que ella (ni yo) no esperaba aquella pregunta de parte de Lucas, porque a la hora de responder, se tomó unos segundos para meditarlo. Tal vez ni siquiera ella lo sabía y la pregunta la estaba tomando completamente por sorpresa, como esas cosas que uno hace por inercia y nunca se detiene a preguntarse por qué.

- Por el Recital - dijo, de pronto. - Tengo ganas de ir a verlo.

- Eso significa que no es por Erick, ¿verdad? - quise preguntar, como quien no mete el dedo en la llaga. - Es decir, que el que Erick te haya invitado a ir con él, no fue algo que haya ayudado a la decisión.

- Puede que haya tenido algo que ver a la hora de decidirme, es cierto - reconoció, visiblemente no muy orgullosa de hacerlo.

- Vas con la esperanza de recuperar a Erick - deduje, aunque algo imaginable, era emocionante descubrir que tenía razón.

- ¡No! - se enojó, pero luego cambió su postura - No lo sé. Yo tengo muchísimas ganas de ir al Recital, pero también es cierto que Erick fue el que me hizo decidirme. Tal vez vaya para saber cómo sigue nuestra historia, pero no es el objetivo principal de este viaje.

- Erick es una bonificación extra a la travesía - terminé, adornando la misma oración que antes yo había dicho.

- Exacto - dijo ella.

Dos horas más tarde, entre mosquitos, olores raros y esperas de pie, finalmente un taxi se llevó a Martina al encuentro con su amado. O por lo menos eso lo descubrí a las tres horas cuando me mandó un mensaje diciéndome que ya se encontró con Erick.

Al volver caminando los kilómetros que faltaban con Lucas me di cuenta que Mariana estaba por hacer una gran estupidez.

- Luchó contra Sindicatos, rompió reglas con su familia y mintió a todo el mundo por ir en busca de un amor perdido - dije, cuando volvíamos caminando con Lucas y recorriendo nuevamente los cinco kilómetros hasta el auto. - Un amor que la había dejado. Alguien que no la supo valorar a tiempo y que tuvo la suerte de que ella se encuentre cuando él regrese. Siendo honesto, no me importa lo que él sintiera, sino que la admiro a ella por este gesto tan digno de una película de Hollywood.

- La vida no es una película, Oliver - me dijo mi siempre-positivo-amigo Lucas.

Pero si existía una persona así en el mundo, que era capaz de recorrer todo el mundo con tal de ir a ver a quien amaba, me devolvía un poco de fe en la humanidad. Puede que Lucas no sea la persona que yo espero encontrar, pero al menos sé que tarde o temprano habrá alguien, en algún lugar del mundo, luchando contra Sindicatos por llegar a encontrarme.

viernes, 21 de marzo de 2008

103. Locura de Amor (1º Parte)

Lucas arrancó su auto y comenzamos a ir a toda velocidad hasta el trabajo de Martina. Tenía que indicar todo el tiempo por donde ir, ya que el chico no sabía con claridad a dónde íbamos, para qué y ni siquiera quién era Martina.

- Antes que nada, te quiero mucho, lamento lo que pasó y te extrañé - confesé, y luego cambié rápidamente de tema. - El problema es que esta chica tiene que atravesar sola el corte de carreteras y nosotros vamos a acompañarla para que pueda marcharse. Dice que tiene que ir a ver un Recital, pero...

- El problema es que tú eres muy paranoico - me interrumpió Lucas, en tono serio.

Tardé unos segundos en reaccionar antes de darme cuenta que parecía que sí quería hablar sobre nuestra pelea.

- Porque ni yo ni ninguno de los que estuvimos presentes se percató de que fuiste agredido - insinuó. - Inclusive Sebastián estuvo preguntándose qué fue lo que te hizo porque jamás se dio cuenta que haya dicho algo en tu contra. Pero está bien, dejemos este tema en el pasado.

- Genial, ahora soy un neurótico histérico delante de todos tus amigos - remarqué, como único tema que me interesaría debatir.

Lucas cayó por un segundo, porque toda la predisposición que tenía para juzgarme y criticarme por mis actitudes se vio desvanecida cuando hice presión sobre el punto que estuvo hablando de mí, sacando conclusiones y haciendo debates con sus amigos.

- Pero a ti no te tiene que importar lo que piensen los demás - dijo el muy caradura, que se dio cuenta que estaba pisando en terreno movedizo. - Pero de todos modos, mejor dejemos de hablar del tema. ¿Qué es lo que estamos haciendo aquí?

- Mi amiga necesita llegar a Resistencia - le comenté. - Ella dice que es para llegar a un recital, pero por dentro sé que va por su ex novio. Un hombre que la maltrató, la dejó con el corazón destrozado y mágicamente ha decidido regresar e invitarla. Pero, ¿qué podemos hacer? Si ella quiere ir...

- Me parece una idea terriblemente estúpida - dijo, al escucharme. - Ese chico de repente se habrá dado cuenta que no tiene con quién tener sexo y la habrá llamado. No puedo creer que existan hombres así, pero los hay.

A veces escuchar la ética de Lucas me hacía sonreír. Su forma de valorar al mundo, pese a que se encargue de demostrar que es un asco, me despertaba una especie de ternura.

Una vez que pasamos a buscar a Martina por su empleo, y se presentaron con Lucas, Martina comenzó a contar la versión de los hechos que hacían que ella se encuentre en ese momento a punto de cometer aquella locura.

- Pasó lo siguiente. Mi empresa iba a realizar un viaje fuera del país, pero como todavía me falta un año para ser mayor de edad, necesitaba el permiso de mis padres. Mi padre me prohibió viajar, así que le hice el trato de que me permitiera ir a ver este Recital, como recompensa por no dejarme ir. Así que aquí estoy. Y, Oliver, siendo honesta, eres el único que me ha apoyado en esta decisión porque todo el resto del mundo piensa que estoy loca.

Miré a Lucas de reojo y él me devolvió la mirada. Ambos también lo pensábamos de ella, lo que menos necesitaba aquella muchacha era que nosotros también nos convirtiéramos en el resto del mundo.

- Sé que del otro lado del corte puedo tomarme un taxi que me lleve a la ciudad vecina - comentó. - Por lo menos eso me dijeron.

- No es que quiera ser pesimista - dijo Lucas, dando a entender que iba a lanzar un comentario negativo (como si eso fuese sorprendente). - Pero yo tengo mucha mala suerte en estas cosas, por lo que es probable que si viniste conmigo no encuentres forma de salir de la ciudad.

- Eso es cierto - le dije a Martina, sabiendo que después de todo el comentario no era muy errado. - Mis amigos y yo tenemos mucha mala suerte en esto de hacer lo que querramos en el mundo, por lo cual no te sorprenda si tienes que regresar a tu casa cabeza agachas.

- Grandioso - dijo ella, riéndose. - ¿No pudiste venir con alguien que tenga suerte en la vida?

- No conozco a nadie - dije, encogiéndome en hombros.

Los tres reímos por ese comentario, al mismo tiempo que llegábamos hacia un corte donde no nos permitieron avanzar. Lucas estacionó el auto en la banquina de la ruta y descendimos de él. Había bastante gente en el lugar, pero contrario a lo que los rumores decían, era un lugar muy sereno.

- Tendremos que cruzar todo esto caminando - indicó Lucas. - Del otro lado del corte es donde deben estar los taxis esperándonos.

Habría alrededor de cinco kilométros de distancia que tendríamos que hacer a pie. Definitivamente hubiera sido una mejor idea hacer aquella misión en moto.

102. Martina

¿Vieron que todo el mundo tiene esos amigos que cada vez que le hablan es para meterlos en problemas? Bueno, yo no solamente tengo uno, sino que tengo varios de ese target, y entre una de ellas se encuentra Martina.

Martina es un sol de persona. Es la típica chica que todavía no madura por vivir creyendo en los cuentos de hadas, ilusiones y siendo positiva al confiar en las personas. Por un lado, la quería tanto porque dentro de todo me sentía identificado con ella. Ojalá yo pudiera seguir creyendo y esperando algo de la vida de la forma en que ella lo hacía.

- Necesito un favor de tu parte - me pidió la chica, totalmente desesperada. - Es urgente.

- ¿Qué sucede? - me preocupe.

- Bueno, como sabes, las salidas de la ciudad están cortadas - me explicó, como si no fuera consciente de que esa fue la mejor noticia que recibí en el día. - Pero necesito viajar a un Recital en una ciudad vecina y quiero que me acompañes hasta el corte (de carretera), pasaremos caminando y me tomaré un taxi desde allí.

La economía del lugar funcionaba muchísimo mejor para esos taxis que te acercaban desde el punto del corte hasta la ciudad vecina donde podían funcionar los colectivos para ir a otras ciudades, con una módica suma de dinero totalmente elevada para la situación (y ciertamente, en lugar de luchar por los Sindicatos, parecía que la ciudad estaba en cuarentena).

- De acuerdo - dije, decidido. - Te llevaré.

- Cuando te cuente por qué es el motivo por el que voy en realidad, vas a odiarme - me confesó.

- No es necesario imaginar mucho que el Recital es sólo una máscara - respondí. - Sé que te vas por Erick.

Erick es el ex novio de Martina que vive en otra ciudad. Se conocieron en un concierto y tuvieron una relación por cerca de ocho meses en donde ella se entregó de todo corazón. Él venía una vez por semana (preferentemente los fines de semana), y luego ella iba a verlo también. Hasta que un día de Octubre, el muy desgraciado desapareció de su vida sin darle muchas explicaciones. Simplemente se esfumó.

Le dijo al absurda metáfora sobre que había creído que ella era la luz al final del túnel, pero que luego se dio cuenta que solamente era un reflejo. Lo que pensé que el chico quería lidiar por el Primer Puesto en Las Frases que Uno Debe Decir para Terminar una Relación (y que te odien por el resto de tu vida).

No supe cómo, pero parece ser que habían acordado en encontrarse, lo cual fue totalmente trágico porque me imaginaba que yo iba a tener que estar después para juntar los restos. De todos modos, era mi amiga y tenía que apoñar cada decisión que tome, independientemente de lo que yo pensaba.

- Saldré del trabajo en diez minutos - me comentó. - ¿Puedes venir a buscarme y vamos?

- Sí - respondí y corté la comunicación.

Tuve que mandarle un mensaje a Lucas mientras me cambiaba rápidamente para ir a hacer mi buena acción de Buen Samaritano.

"Tengo que salir de urgencia. Te llamaré cuando regrese."

En ese momento escuché un ruido. Un auto había estacionado y posiblemente se trataba de la misma persona que yo escribí. Así que, en efecto, salí de mi casa y vi a Lucas en su auto, leyendo justo en ese momento el mensaje que le envié.

- ¿Tienes que salir? - me preguntó, sin comprenderme.

- Sí - respondí. - Espera... ¿tú tienes algo que hacer?

- No - contestó.

- Genial - dije. - Entonces vas a acompañarme.

Es impresionante lo poco sentimental que soy a la hora de reencontrarme con alguien con quien estoy peleado. Pero entre la adrenalina de llevar a alguien a que se encuentre con su antiguo amor, más la emoción de volver a hablar con Lucas, hacía que no tenga ganas de un debate existencial sobre nuestra lucha.

Me senté en el lado del acompañante y nos miramos. Tal vez no eran necesarias las palabras. Estábamos juntos de nuevo.

101. Cuando Menos lo Espero

¡Dios bendiga al mal Gobierno que estamos teniendo! ¡Dios bendiga a los Sindicantos que deciden hacer huelga y cortar las carreteras del país! ¡Estoy saltando en una pata de la emoción! Un caos nacional finalmente me beneficia en algo, porque mis padres han tomado la decisición más sorprendente del mundo: no viajar.

Mi madre se sentó, pensando que la noticia me rompería el alma en trescientas partes, y me miró con ojitos lleno de compasión.

- Te tengo una trágica noticia - comenzó su diálogo. - Las carreteras están cortadas, por lo que hoy he decidido que no viajaremos. La buena noticia es que tendrás todo el fin de semana para pasarlo con tus amigos.

Intenté mostrar tristeza hacia el asunto, pero en realidad no me afectaba en lo más mínimo. Pero como parecía que para la familia eso era algo importante, tuve que evitar sonreír, aunque en ese momento mi corazón estaba bailando de la alegría.

Momentos más tarde me encontraba hablando con Julieta, a quien tuve que decirle que se tranquilice, ya que no era necesario que siga buscando formas de convencer a su padre para que la dejara viajar, porque de todos modos no lo haríamos. Ella se lo tomó un poco mejor, ya que visiblemente esa contienda con su familia no la estaba ganando.

- Lo extraño - le confesé en un momento de la charla, cuando el silencio se apoderó por unos segundos de nosotros. - Realmente lo extraño.

- Lo sé, Oliver - me dijo ella, en tono tierno. - Pero si él quería encontrarte, también lo hubiera hecho.

No. No iba a perder por orgullo. No iba a dejar que las cosas siguieran así y se deterioren por algo que en el futuro sabía que me traería un punto extra en mi lista (breve lista, por cierto) de Arrepentimientos.

Así que decidí mandar un mensaje:

"Necesito que me digas si pensamos superar esto o no. Porque puedo acostumbrarme a tu ausencia, pero no lo voy a hacer si es que piensas volver. Por eso decide si vas a superarlo, porque esta situación me está molestando un poco. Te extraño."

Por supuesto, jamás le confesaría al mundo que mandé ese "te extraño", pero en ese momento me pareció lo correcto decirlo. No pasó ni cinco minutos que recibí una respuesta.

Antes de leerla, encendí un cigarrillo. Existía la posibilidad de que me insultara y me dijera que por él estaba perfecto que me vaya acostumbrando a que no iba a estar porque no pensaba volver. Eso me partiría el alma. Junté coraje y finalmente lo abrí.

"Acabo de despertarme. Voy a cambiarme. Comer algo y luego iré para tu casa".

Suspiré tremendamente aliviado (aparte porque tenía que largar el humo del cigarrillo). Sí, finalmente todo esta mejor.

Respondí el mensaje con la mayor honestidad del mundo.

"Gracias a Dios contestaste eso, porque te mandé mi mensaje sin saber tu respuesta. Te espero."

Finalmente, todo se encontraba un poco mejor. Lucas vendría a mi casa y traería consigo un poco de alegría, que se me había esfumado cuando él se fue. Me prometí en mi cabeza no volver a pelearme tanto tiempo con él, porque realmente lo quería.

jueves, 20 de marzo de 2008

100. ¿Es Broma, No?


Hay días malos. Realmente malos. Y este miércoles, fue realmente desastrozo.

Empecé el día con un mensaje de Julieta diciéndome que no iba a poder viajar conmigo porque sus padres tuvieron un ataque de religión donde presagiaban que viajar en Pascuas era mala señal. Por poco me agarra un infarto al enterarme, ya que eso significa que realmente viajaba solo.

Por otro lado, Pablo escribiéndome para venir a visitarme a la noche. No me molestaba del todo, aunque le advertí que no me encontraba del todo bien ni con mi mejor humor.

Por la tarde, me conecté para darme cuenta que Lucas y Sebastián estaban conectados por el MSN. Posiblemente en la misma computadora y posiblemente jugando al póker por Internet. La sola idea hizo que todo mi cuerpo estalle de bronca. Ninguno de los dos me habló, por lo cual supuse que era una batalla perdida.

Todo el resto del día me mantuve ocupado, con la exclusiva idea de que Lucas mande su mensaje para que podamos comunicarnos. No fue hasta la noche, cuando me crucé con Leo, que tuve noticias de él.

- Anoche hablé con Lucas - me comentó. - Está muy molesto por tu mensaje.

Eso era una buena señal, después de todo. Así que viendo que el debate con Leo iba a durar, preferí cancelar con Pablo, diciendo algo de lo que me arrepiento (luego diré por qué): "No voy a recibirte esta noche. No estoy de humor. Pero Sebastián está en la ciudad, así que puedes hacer planes con el divertidísimo Sebastián." Sé que el chico no tenía nada que ver, pero por dentro de moría de celos porque ocupaba para Lucas el lugar que a mí me correspondía.

- Yo no me considero víctima - le dije a Leo, cuando el debate fue entrando en lo profundo. - Pero tampoco soy el culpable de todo, porque por algo reaccioné de mal forma con él. Si logré decir lo que dije es porque él se lo buscó. No digo que esté bien ni tampoco me estoy justificando, pero no me considero el total responsable de que él se haya generado todo este drama.

- Bueno, realmente se victimizó - prosiguió Leo. - De una forma madura, eso sí, pero se victimizó al fin. Yo escuché tu versión y escuché la de él, y pese a que no me quiero meter ni tomar partida por ninguna de las dos, puedo decir que ambos tienen razón. Lo cual es complicado porque ninguno de los dos se equivoca. El orgullo de ambos es lo que más pone en peligro la relación, porque ninguno tiene por qué dar el brazo a torcer por el otro. Parece un problema del que no hay mucha salida.

Me pregunté dónde diablos había quedado el optimismo de Leo, porque el panorama que me arrojaba sobre la situación no estaba siendo muy alentador que digamos.

- ¿Qué es lo que puedo hacer?

- Seguir con tu vida - respondí, de pronto. - Pero Lucas no viajará contigo, por lo cual espero que no te enojes con él, porque esta vez tú tienes algo de responsabilidad. Si te victimizas en esto, realmente me desilucionarías.

Genial. Ahora tenía que vivir con la culpa de desilucionar a Leo. Lo único que me faltaba. Aquella charla estaba perdiendo coherencia cada vez más. No había forma de salir y me estaba enredando en más conflictos de los que ya tenía antes.

En ese momento el celular de Leo comenzó a sonar.

- Son los chicos - respondió. - Se juntarán a jugar al póker en la casa de Sebastián.

Ahí fue cuando recordé que no debí mandarle el mensaje a Pablo. Por lo menos, no ese mensaje, porque seguramente saltaría a tema de conversación (Pablo jamás interpretaría que hay un problema; creo haber destacado que el muchacho no tenía muchas luces) y yo quedaría peor de lo que ya me encontraba antes.

Esto sí que no me lo esperaba. A un día de viajar, estaba envuelto en tantos problemas, que ni yo sabía cómo había logrado conseguirlos. ¿La peor parte? La mayoría de ellos... yo mismo me los busqué.

miércoles, 19 de marzo de 2008

99. Ofendido

Estaba a tres días del viaje que hace un mes estábamos organizando. Había llegado el momento de buscar una solución al conflicto. Lucas estaba enfadado conmigo, lo cual era claro. Pero yo todavía lo estaba más. Ese mutuo orgullo no nos iba a llevar a un buen puerto y, sobretoda las cosas, tenía que reconocer que era yo el que más lo necesitaba, debido a que sobrevivir en un viaje solo con mis padres, era tan alentador como caminar en sentido contrario al tráfico.

Mandé un mensaje:

"¿Dónde estás y qué estás haciendo? Quiero hablar contigo."

Dos minutos después obtuve su respuesta. En ese momento me encontraba con Ana en la calle, y como yo iba manejando, ella leyó el mesaneje por mí.

"Estoy en el Bar de Luis con Sebastián. Si quieres hablar del viaje, yo no voy a ir."

Ana me miró temiendo que mi cabeza explotara o que colapsara en un ataque de nervios, pero en cambio a eso, me tomé todo con tranquilidad. No esperaba otra reacción de su parte.

Regresé a mi casa, me tomé un tiempo para meditarlo y finalmente lo llamé.

- ¿Qué tan ofendido estás? - pregunté, apenas respondió.

- Mucho - contestó. - Realmente mucho.

- ¿Hay alguna forma de que pueda solucionarlo? - pregunté, directamente. - Preferentemente antes del viaje del viernes.

- No lo sé - respondió. - Eso ya depende de ti. Te ingeniarás.

¿Que qué? ¿Perdón? ¿Me las debo ingeniar? ¿Acaso tengo que mandarle flores? ¿Bombones? ¿Un pasacalle que diga "te amo"? Hubiera dicho toda esa serie de preguntas que se me vinieron a la cabeza si no fuera porque no me encontraba en condiciones de acotarlas.

- ¿Hay algún momento donde podamos sentarnos a hablar? - pregunté.

- No lo sé - respondió. - Tal vez mañana.

Intenté evitar que se me escape una risa cargada de cinismo. Ahora estaba Sebastián por estos días. No era necesario que urgentemente arreglemos los problemas porque el chico tenía con quien pasar el rato. Ese pensamiento me inundó de rabia al instante.

- De acuerdo - respondí. - Avísame.

martes, 18 de marzo de 2008

98. Identificar lo Importante

Julieta y yo nos quedamos paralizados. ¿Qué diablos se dice en situaciones así? De repente todo eso le dio una nueva perspectiva al mundo de los conflictos adolescentes, porque era un problema real.

Alguien tenía que decir algo, pero ninguno de los tres hablaba. Tengo la leve sospecha que Leo, pese al dolor de la noticia, disfrutaba interiormente el dejarnos sin palabras.

- Pero entonces... ¿el gato está bien? - pregunté, sin saber qué decir, para cortar el hielo.

Leo comenzó a explicarnos que descubrieron un tumor en su madre pero que ya la habían operado y se encontraba bien. Como él vive solo y su madre en otra ciudad, la familia no quiso preocuparlo y no se lo comentó hasta pasada la operación, debido a que sabía que desde la distancia sólo lograrían perjudicarlo. También confesó sentirse solo y sin saber qué actitudes tomar. Lo cual justamente no fue a parar a buen puerto para pedir ayuda.

Pero de todos modos pidió que hablemos de nuestras cosas porque no había mucho que podamos hacer, así que Julieta y yo hicimos lo que mejor nos sale. Distraer a las personas con nuestros problemas, que a fin de cuenta y en comparación, no eran tan dramáticos como hace unas horas.

Así fue cómo comencé a contarle sobre la noche donde eché a muchas personas de mi casa. Leo me escuchó y comprendió todo lo que le decía. Lo cual era raro, porque era una persona que siempre me juzgaba por mis actitudes dramáticas. Se notaba que realmente estaba mal.

Lo interesante fue que hizo incapié en el tema que yo catalogaba como el menos importante de todos: "Luk".

- Entiendo por qué estás molesto - dijo, de pronto. - Es tu Derecho de Propiedad. Lo mismo le pasa a los duendes en Harry Potter.

Era impresionante como Leo tenía esa capacidad de creer que hasta el cuento más fantasioso de todos, eran metáforas del mundo real.

- ¿Por qué estás comparando a Oliver con un duende? - preguntó Julieta, sin entender la metáfora.

- Según el libro, para el mundo de los duendes, el creador de un objeto era su dueño de por vida - explicó Leo. - Cosa que para los humanos, no. Porque los humanos pueden pasarse las cosas e ir prestándosela, que no habría ningún problema. Sin embargo, los duendes son distintos. Ellos piensan que cuando la persona que les compró ese objeto creado muere, por derecho, tiene que volver a su creador. Sin embargo los humanos se la van pasando como si les perteneciera, mientras que los duendes ven que era un préstamo que el ser humano lo tenía mientras le durara la vida, y que el nuevo dueño tiene que volver a pagar por poseerlo.

Julieta y yo nos miramos. La metáfora se entendía perfectamente, pero me resultaba difícil de entender la facilidad que Leo también tenía para irse a otro extremo del mundo, cuando podía haber explicado lo mismo de una forma más sencilla.

- Así que entiendo tu disgusto al ver el "Luk" de nick - continuó, como si se hubiera acordado de dejar de hablar de Harry Potter. - Porque es algo que tú creaste para él, y justo dio la casualidad de que cuando se pelearon, él lo utilizó. Es obvio que lo está haciendo a propósito.

El término de la noche fue igual que su inicio. No había resuelto nada mi vida, pero me propuse no dejar atravesar solo a Leo esta etapa donde no sabía para dónde salir corriendo. Porque yo, mejor que nadie, sabía lo que era sentirse solo.

97. Lo Menos Esperado

- Realmente creo que, o ese chico te ama y por eso te está atacando o definitivamente te odia con todo su corazón - comentó Julieta, después de escuchar todo mi relato. - Existe la posibilidad de que se haya ofendido porque tú te divertiste en el cumpleaños de Sebastián y él quedó excluído de allí, después de todos los intentos que tuvo por sacarte a conocer el mundo.

Me gustaba mucho hablar con Julieta sobre esta clase de temas. Ella se ponía en mi lugar y me ayudaba a explorar temas, diciendo las frases que yo quería escuchar. Era como tener una aliada entre tantos enemigos que me estaba ganando. Si bien, al final de cuentas, sus charlas no me resolvían la vida, por lo menos tenían la importancia que se merecían.

En ese momento mi celular comienza a sonar. Era Leo.

- ¿Dónde estás?

- En la casa de Julieta - respondí. - Ven para aquí.

- Termino de cenar y voy - contestó.

En cualquier otro día, podría haberle reprochado a Leo el hecho de que haya salido de mi casa para seguirle la corriente a Lucas, pero lo que menos necesitaba en ese día era ganarme un enemigo más. Así que simplemente decidí olvidar ese tema y sacárselo a relucir en otro momento donde yo me encuentre más estable psicológicamente.

Así fue que diez minutos después Leo también se encontraba en la casa de Julieta. Venía con su típica sonrisa y sus ansias de vivir, aunque lo noté algo extraño. Pensé que tal vez estaba cansado por dividir sus tiempos entre el estudio y el trabajo.

- ¿Te sucede algo, Leo? - le preguntó Julieta, cuando se sentó. Veo que ella también lo notó.

- Me siento como si acabara de terminar de leer un libro y estoy feliz, preguntándome ¿y ahora ya puedo morirme? - dijo.

- ¿Todo esto es porque terminaste de leer la saga de Harry Potter? - preguntó la chica, totalmente extrañada.

- No, fue una metáfora - contestó. - Aunque también es por lo de los libros.

Julieta y yo cruzamos una mirada extraña. Estábamos frente a un Leo que de repente no era el que nos tenía acostumbrado a ser. Si bien aparentaba ser normal, parecía algo raro.

- ¿Te peleaste con tu novia? - pregunté.

- No, recién terminé de hablar con ella por teléfono.

- ¿Te echaron del trabajo?

- No, mañana tengo que ir a trabajar temprano.

- ¿Se murió tu gato?

- No, todavía anda con vida.

- Entonces no tengo idea de qué le puede estar pasando - le dije a Julieta, sonriendo. - Si todos esos detalles de la vida de Leo se encuentran...

- Mi madre tiene cáncer - dijo, de pronto.
Y un silencio fantasmagórico invandió la noche.

96. Guerra Psicológica

Después de dejar los apuntes en la casa de Ana, a quien agradecía que esté apresurada y no tenga mucho tiempo para hablarme, volví a mi casa. Estaba enojado. Me sentía una criatura que había apostado demasiado y perdido mucho más. ¿Por qué siempre tengo que nadar contracorriente? ¿Por qué no escucho cuando los demás hablan? ¿Por qué no puedo aceptar que tal vez el mundo no se equivoque (contrario a lo que La 5ta Estación me quiera hacer creer)?

Entonces tuve un impulso. Un brutal impulso que nació desde ese Oliver que conocí hace unas horas. Un Oliver completamente furioso, lleno de ira y odio. Alguien que me asustó, pero a la vez me gustó conocer. Ese Oliver se apoderó de mí, nuevamente, y se dio cuenta que todavía tenía un par de cosas que decir.

Así que decidí mandarle un e-mail. Un fragmento corto que estaba completamente seguro que lo recibiría. Si no podía verlo desde una PC, seguro lo vería desde su celular. Siempre lo hace.

"Si quieres que sea completamente sincero, lo voy a ser. Y sí, por medio de un e-mail. Lo que realmente me molestó fueron que todos los problemas que tú y yo atravesamos y yo creí que habíamos superado, ¡los tuve a todos en una misma noche! Así que por una maldita vez puedes ponerte en el lugar de otra persona e imaginarte la situación, de yo ir a verte a tu casa, que de repente aparezcan amigos míos y entre todos comencemos a insultarte. ¡Y que yo esté liderando todos los insultos hacia ti! Así que puede sonar dramático para tu pequeño esquema de visión del mundo y puede que todo esto sea culpa mía (porque tú siempre eres el inocente) pero te diré lo siguiente con todo el respeto que te tengo, amigo mío: ¿POR QUÉ NO TE VAS UN POCO A LA RE P... MADRE QUE TE RE MIL P...? ¡PELOT...!"

Y lo mandé. (Aclaración: en el e-mail original no había puntos suspensivos)

Así que luego de lo que fueron dos horas donde me dediqué a estudiar, comer y dormir un poco (por supuesto que no todas esas actividades al mismo tiempo), me sentía un poco mejor con respecto a mi vida. Ya se me había pasado la mayor parte de la ira y hasta tenía intenciones de hablarle (pero como existía la posibilidad de que me mande a mí al mismo lugar donde yo lo mandé, preferí no hacerlo). Hasta que entonces, se conectó.

No tenía intenciones de que me hablara. No tenía intenciones de hablarle tampoco. Así que eso no fue lo que hizo irritarme. Sino su desafío.

Se cambió su nick y se puso "Luk". ¿Por qué es importante? Porque hace unos días atrás le había preguntado si lo podía llamar así, debido a que me gustaba como sonaba y aparte pegaba mucho con su nombre. Me respondió que sí, pero como nunca lo hice, el tema fue olvidado al tiempo. Pero lo puso allí. Estaba ese nick y ni siquiera me habló. ¡Increíble! (Bueno, realmente no sé qué esperaba yo) Pero era totalmente lógico que ese nick fue su desafío a una guerra psicológica.

La ira que se había evaporado, volvió a crecer.