miércoles, 19 de marzo de 2008

99. Ofendido

Estaba a tres días del viaje que hace un mes estábamos organizando. Había llegado el momento de buscar una solución al conflicto. Lucas estaba enfadado conmigo, lo cual era claro. Pero yo todavía lo estaba más. Ese mutuo orgullo no nos iba a llevar a un buen puerto y, sobretoda las cosas, tenía que reconocer que era yo el que más lo necesitaba, debido a que sobrevivir en un viaje solo con mis padres, era tan alentador como caminar en sentido contrario al tráfico.

Mandé un mensaje:

"¿Dónde estás y qué estás haciendo? Quiero hablar contigo."

Dos minutos después obtuve su respuesta. En ese momento me encontraba con Ana en la calle, y como yo iba manejando, ella leyó el mesaneje por mí.

"Estoy en el Bar de Luis con Sebastián. Si quieres hablar del viaje, yo no voy a ir."

Ana me miró temiendo que mi cabeza explotara o que colapsara en un ataque de nervios, pero en cambio a eso, me tomé todo con tranquilidad. No esperaba otra reacción de su parte.

Regresé a mi casa, me tomé un tiempo para meditarlo y finalmente lo llamé.

- ¿Qué tan ofendido estás? - pregunté, apenas respondió.

- Mucho - contestó. - Realmente mucho.

- ¿Hay alguna forma de que pueda solucionarlo? - pregunté, directamente. - Preferentemente antes del viaje del viernes.

- No lo sé - respondió. - Eso ya depende de ti. Te ingeniarás.

¿Que qué? ¿Perdón? ¿Me las debo ingeniar? ¿Acaso tengo que mandarle flores? ¿Bombones? ¿Un pasacalle que diga "te amo"? Hubiera dicho toda esa serie de preguntas que se me vinieron a la cabeza si no fuera porque no me encontraba en condiciones de acotarlas.

- ¿Hay algún momento donde podamos sentarnos a hablar? - pregunté.

- No lo sé - respondió. - Tal vez mañana.

Intenté evitar que se me escape una risa cargada de cinismo. Ahora estaba Sebastián por estos días. No era necesario que urgentemente arreglemos los problemas porque el chico tenía con quien pasar el rato. Ese pensamiento me inundó de rabia al instante.

- De acuerdo - respondí. - Avísame.

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