lunes, 31 de marzo de 2008

116. Duele

Esa noche apenas pude dormir. Me sentía terriblemente mal. Dormía unos minutos, donde tenía sueños eternos que hacían pensar que el tiempo había pasado, pero cuando conseguía despertarme y ver la hora, lo único que habían pasado en el mundo real, eran unos tristes veinte minutos. Finalmente vi que aquello no se iba a solucionar con unas pastillas automedicadas, por lo que tuve que pedirle a mis padres que me lleven al médico.

Así es como después de una inyección terriblemente dolorosa que tenía como objetivo hacer que mi temperatura y mi inflamación en la garganta disminuya, me didiqué todo el día para poder dormir lo que no había conseguido durante la noche.

Y al llegar la noche, me llegó la visita de la única persona que, en esas condiciones, yo tenía ganas de ver: Lucas.

- Ojalá hubieras podido estar anoche - me dijo, sentándose a mi lado en la cama. - La pasamos muy bien. Julieta y Guillermina también estuvieron allí, y yo me la pasé torturando a Julieta porque yo me compré el celular que ella quería.

- Diablos, me perdí de una noche con ustedes por preferir quedarme a revolcarme del dolor - comenté, irónico.

- ¿Hablaste con Leo algo con referencia al martes? - preguntó.

Luego del frustrado intento de ganar al TEG, decimos reunirnos el próximo martes en la casa de Leo para seguir jugando. Pablo acotó que podríamos organizar una cena antes, cosa que a nadie sorprendió, porque aparte del sexo (que todos saben que no tiene), en comer es lo único que piensa Pablo.

- Me dijo que me iba a confirmar si podría - contesté.

El resto de la noche nos pasamos viendo series y hablando de temas superficiales. Después de la inyección, ya me encontraba un poco mejor aunque todavía me dolía un poco. Lucas no pudo evitar comentarme de la vez que una practicamente le quiso inyectar penicilina y la aguja se le salió de la jeringa, y en lugar de sacar la aguja y poner otra, estuvo intentando volver a unirlas, sin sacarla de su trasero. Creo que desde ahí proviene su fobia a las agujas, o a las enfermeras inútiles, depende.

La noche terminó con una torrencial lluvia que parecía no tener fin. Lo acompañé hasta la puerta, mientras él juntaba fuerzas para ir hasta el auto.

- Hoy ya es lunes - dijo. - Mañana nos veremos para jugar en lo de Leo, entonces.

Como ciertamente ya era la madrugada del lunes, tal vez Lucas había malinterpretado el día en el que nos encontrábamos, por lo que no convenía aclararle que, efectivamente, después de la medianoche era lunes, pero todo el día fue domingo.

- Espera, recién ahora es lunes - comenté.

- Lo sé - respondió. - Por eso, nos vemos el martes.

Ah, ya entendí. Me iba a saltear la noche siguiente para vernos dentro de dos noches. Me sentí un imbécil que por poco le comienza a suplicar que reflexione por la idea de abandonarlo... una noche.

- O cualquier cosa te escribo a la noche - dijo, al ver mi rostro de confusión.

- Sí, cualquier cosa escríbeme, solamente - respondí.

Y me encerré en mi cuarto, nuevamente, a hacer reposo. No quería pensar en Lucas, ni en lo torpe que me acabo de ver. Simplemente quería seguir durmiendo.

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