lunes, 17 de marzo de 2008

93. Límite Cruzado (2º Parte)

No pasaron ni diez minutos de la presencia de todos ellos en mi hogar, cuando todo el universo comienza a derrumbarse. Marcelo, Tobías y Sebastián eran espectadores de un Lucas que estaba esplendoroso de alegría, brillando en su escenario construido para ser escuchado (es una metafóra, no es que tengo un escenario en mi habitación), mientras hacía interminables monólogos sobre su encantador viaje y sobre las mujeres que conoció.

El otro problema de vital importancia es que Betiana jamás se había enterado que el muchacho ya no le estaba prestando atención en el chat, debido a que se encontré un espectador mejor (está quedando muy en claro que Lucas en este momento no es mi persona favorita, ¿verdad?). Entonces el muy descarado se me acerca a decirle:

- Dile a Betiana que ya no podemos seguir hablando porque... tú tienes que hablar con una amiga por chat y yo te estoy interrumpiendo.

- ¿Qué? - pregunté, mirándolo asombrado. - ¿Por qué...?

- Dile eso - me pidió, sonriendo. - Sino se enojará si le digo que quiero hablar con los chicos.

Negué con la cabeza lleno de asombro. ¿Aquello estaba sucediendo realmente o me lo había imaginado? Porque a comparación de ese hermoso sueño que tuve sobre cómo me gustaría que fuera nuestro reencuentro, estaba saliendo totalmente lo contrario.

Ni contar cuando Lucas se tomó atribuciones hacia mi persona y comenzó a insultarme con pequeños y sutiles comentarios. En ese momento estaba por saltar sobre él a extrangularlo. Pero no hubo momento peor que cuando dijo:

- Vamos a comprar algo para tomar y luego venimos aquí a jugar al póker.

- ¿Aquí? - pregunté, sin poder creerlo.

- Oh, Oliver, encima que vinimos a verte te quejas - expresó Sebastián.

- Disculpa - reaccioné, ya fuera de mí mismo. - Ni tú, (señalé a Marcelo) ni tú, (señalé a Tobías) ni tú, vinieron a mi hogar para verme a mí. Vinieron para verlo a Lucas, así que yo no tengo la obligación...

- Pobrecito - me interrumpió Lucas, con un tono irritante y sobreactuado. - Quiere ser el centro de atención y no puede.

Ahí sí que estaba a punto de acuchillarlo. Las promesas de "no insultarnos" se habían perdido definitivamente en el tiempo, porque ninguna de las reglas antes pactada por ambos habían sido respetada esa noche.

- De acuerdo, vamos a salir - dijo Sebastián. - Imagino que vienes.

- ¡No! - reaccioné, de mal forma.

- Está bien, si te quieres quedar a invernar... en pleno verano - volvió a insistir Sebastián.

- De acuerdo - dije, totalmente furioso; tan enojado que ni yo mismo me reconocía. - Si ya terminaron de insultar y juzgar todas mis actitudes, ya tienen lo que querían, así que ¡pueden largarse!

- No, ahora nos quedaremos - insistió Lucas, pensando que yo estaba haciendo un chiste.

- ¡Fuera! - grité, furioso. - ¡Los cuatro! ¡Se van! ¡Ahora!

Diez minutos después de este grito, finalmente me hicieron caso. Era extraño verme así, porque era una situación límite a la cual yo no estaba acostumbrado a soportar, y jamás había reaccionado tan mal delante de las personas. Soy alguien que no le gusta enfadarse y siempre tiene paciencia, por eso fue tan raro que yo esté echando a aquellos seres de mi hogar.

- Mañana a la tarde tal vez venga por aquí - me dijo, cuando todos se estaban despidiendo, como si nada hubiera pasado. - De paso hablaremos lo que no pudimos.

Seguí con mi vista pegada al suelo y no la levanté en ningún momento. En ese momento toda la ira estaba a punto de explotar y era mejor encerrarme en mi hogar antes de que realmente comience a erupcionar y termina cometiendo un asesinato múltiple.

Me sentía totalmente furioso. No podía creer que a la persona que estuve esperando durante cuatro días llegue y se comporte como un imbécil. No hacía ni dos semanas que había hecho la promesa "voy a intentar que no me termines matando". ¿Para qué? Tan sólo eran palabras al viento, porque nada se cumplió.

Sin contar con Sebastián, quien pareció haber agarrado el ritmo de Lucas a la hora de querer insultarme. Mientras que yo lo tenía a él como una persona bastante coherente y el segundo en madurez (después de uno de los que se fue) que estaban en el grupo.

Es increíble como ellos dos lograron que todas mis ganas de vivir se extinguieran como llegaron. Sabía que no iba a durar tanto, pero tampoco era necesario que se marcharan así.

Me sentía completamente vacío. Yo, que hace dos horas atrás lo único que hacía era sonreírle a la vida, esperando el reencuentro con mi querido amigo. Yo, que he defendido su nombre aún sin argumentos delante de todos los ojos que lo atacaron. Yo, que en tres días tenía un viaje planificado con Lucas... ahora me encontraba lleno de rabia y sin saber qué opción tomar.

0 Culpables: