viernes, 14 de marzo de 2008

82. Despedidas por Dos Días

"Sé que estuve totalmente extraño estos últimos dos días, pero ahora ya soy nuevamente ese Oliver que conoces y amas."

Ese fue mi mensaje para hacerle saber a Lucas que ya no quería esquivarlo más y que después del sexo brutal con Lucio, ya me encontraba nuevamente como una persona normal. Dos minutos después, me llegó la respuesta:

"Estoy volviendo de un viaje de mi trabajo. Te aviso cuando vuelvo. ¿Qué es lo que sucedió? ¿Por qué ahora estás feliz? ¿Tuviste sexo con Pablo?"

Tan ubicado como siempre. No podía creer que me considere tan superficial como para que mi alegría dependa de un rato de sexo. Oh, esperen, si por el sexo cambió. Aunque ojalá hubiera sido con Pablo.

De todos modos ese día me encontraba totalmente feliz, lo cual es ilógico porque más allá del sexo no tenía ningún motivo para cambiar mi forma negativa de ver el mundo. Pero de todos modos, tenía muchísimas ganas de ver a Lucas esa noche, por más que no hagamos nada más de lo que siempre hacemos.

Ese día fui un rato por la facultad, averigué lo que tengo que comenzar a comprar para seguir el año y luego de todo eso, me fui a visitar a Ana, quien tenía poco tiempo para verme porque luego tendría que ir a ver su hermano en un espectáculo que presentaba. Recuerdo que una vez me llevó a ver su hermano y como consecuencia de eso, toda su familia pensó que éramos novios. La idea, honestamente, tampoco me molestó, porque aquella chica, aparte de ser muy linda, era muy inteligente y graciosa. Practicamente la chica perfecta.

Lucas finalmente llegó a mi casa pasada la medianoche. Resultó ser que el auto en el que viajaban tuvo un desperfecto técnico y se estancó en el medio de la ruta, por lo cual, bajo los luminosos rayos del Sol, tuvieron que esperar a que alguien pasara a rescatarlos y pudieran acercarlos a la ciudad. También contó una graciosa historia sobre como su compañero de trabajo casi termina llevándose una vaca con ellos, pero como se reía al contarla, no pude entender muy bien la obsesión de su amigo por los animales de campo.

- Mañana saldremos al mediodía - me cuenta, cuando estaba llegando al final de la noche. - El domingo sería el día de nuestro regreso, pero no sé si vendré a verte porque seguramente estaré muerto del cansancio.

- No hay problema - respondí. - Trata de volver en una pieza. O en dos, como máximo.

Lucas sonríe mientras se subía a su auto.

- No dijiste ningún chiste más a continuación - dijo. - Se nota que me quieres, entonces.

De hecho, lo hacía.

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