domingo, 16 de marzo de 2008

90. Intentando Escapar

Guillermina, Jessica y yo nos encontrábamos en el patio junto a la piscina de una hermosa casa donde era la fiesta de Sebastián. Los tres mirábamos a la gente jugar al póker, por lo cual pensamos que no tenía nada de grave si íbamos a la parte de adelante, con unos vasos de bebida alcohólica en las manos y seguíamos haciendo lo mismo, pero en un cambio de lacación.

Sutilmente nos levantamos y comenzamos a caminar en silencio por la casa. Iba a la cabeza, ya que por camperas y motos rotas, había recorrido ese pasillo no menos de cuatro veces en las últimas dos horas, cuando el resto de los invitados ni siquiera se había levantado. Intenté girar el picaporte, pero, para mi no tan sorpresa, la puerta estaba cerrada con llave. La imagen del incendio volvió a mi cabeza y nuevamente comencé a reír.

- Luis habrá cerrado con llave la puerta - comenté. - Eso les hizo hoy cuando fue a buscarnos a nosotros.

- Genial - dijo Jessica. - No hay otra forma de salir de esta casa.

- Podemos probar por el garage - ofrecí.

Salimos de ese hermoso pasillo y nos volvemos por la puerta que nos parecía que iba al garage. Era poco probable que se encuentre abierto, pero no perdíamos nada con intentar.

El problema se presentó cuando abrí la puerta y un perro me gruñó del otro lado. Al instante cerré la puerta que era nuestra única salida y me giré con intenciones de decirle a las chicas que estábamos atrapados. No fue necesaria la advertencia, porque apenas escucharon el gruñido del perro, las muy cobardes salieron corriendo nuevamente al patio.

- Esto es peor que La Casa en la Montaña Embrujada - dije, quejándome. - No hay forma de salir con vida de aquí.

Pero no tuvimos que esperar demasiado. A los tres minutos Pablo regresó con su campera en sus manos.

- Estaba en la calle - me dijo, visiblemente molesto.

- ¡No fue mi culpa! - me defendí. - Agradece que por primera vez en mucho tiempo fui honesto con alguien y confesé a tiempo.

La gente de hoy en día no sabía apreciar la sinceridad cuando la tenía enfrente. Pero la buena noticia es que finalmente teníamos la casa libre para poder salir al patio delantero.

- Bien, vamos - le dije a las chicas, y comencé a caminar, ingresando nuevamente a la casa. Luego me di vuelta y las miré furioso. - ¡Vengan conmigo!

Entonces me giré para ver que Luis se estaba riendo de mi actitud. Le sonreí y con toda la tranquilidad del mundo, le hablé.

- Saldremos afuera un momento - le expliqué. - Hoy intentamos hacerlo pero misteriosamente estábamos atrapados.

- Mi culpa - dijo, sin dejar de reírse.

En ese momento ya no sabía si Luis se reía de mis chistes o se burlaba descaradamente de mí. Pero preferí darle el voto de confianza por el simple hecho de que es lindo (después de esta noche, no sé cómo haría para defenderme de que me tachen de superficial).

El resto de la noche fue muy tranquila, aunque no dejamos de hablar de la campera perdida, de Lucas que me había destrozado el corazón por estar teniendo sexo con Betiana (según Jessica) y sobre cómo hará Pablo para arreglar su moto que quedó en mi hogar.

Pero, para que nadie más pregunte, el muchacho pidió que lo dejaran cerca de algún lugar donde podía tomar un "taxi" para ir a su casa, cuando en realidad yo sabía que no era su casa su punto final de la noche, sino encontrarse con esa joven quien le había dicho que sería de ella. Petición a la que, por supuesto, no podía desobedecer.

Por mi parte, volví a mi casa completamente feliz. Al día siguiente ya volvería Lucas y todo volvería a ser normal, pero me alegraba haber pasado una interesante noche junto con otras personas.

0 Culpables: