sábado, 22 de marzo de 2008

108. El Gesto

Entre Sebastián y Lucas me estaban sacando de quicio. Lo irónico de la historia es que, no por retobado ni por orgulloso, pero no le encontraba lógica a las cosas que me decían. Era como si ellos fueran mis amigos de toda la vida y que me conocían tanto con la delicadeza de querer inducirme a un cambio positivo.

Decidimos celebrar aquella reunión inesperada en la terraza de mi hogar, junto con cuatro botellas de cervezas. Lucas no había cenado nada, por lo que después de un par de tragos ya se encontraba con los ojos rojos.

- Yo entiendo que en el pasado hayas sufrido mucho - me dijo Sebastián, como si de repente él conociera toda la historia de mi vida. - Pero yo también he sufrido. Una vez perdí a todos mis amigos. Mi mejor amigo se drogaba y yo, en un intento desesperado por salvarlo, se lo conté a los padres. Todos los de mi grupo me apartaron. Estuve un año solo. ¿Sabes lo que se siente que aquellas personas que crees que tienes para toda la vida se alejan de ti?

Sabía lo que se sentía, pero la historia era muy distinta. No me importaba si alguno de ellos se drogaba, porque después de todo aún no eran mis amigos. Todo por haber explotado un día. Definitivamente voy a optar por implotar. No sé, una úlcera no le hace mal a nadie de vez en cuando.

- Además tengo que agregar algo - me dijo Lucas, que en ese momento estaba tan ebrio que sabía que no iba a aportar nada enriqueceder al debate. - Hay un mundo detrás de las paredes de tu habitación. Sólo tienes que salir a descubrirlo.

- ¿Saben? - pregunté en un momento, justo en el momento en que Lucas se puso a tocer ahogándose con un sorbo de cerveza. - No tengo intenciones de mostrarme distinto ante ustedes. Sé cómo soy y siendo honesto, no me interesa lo que piensen sobre mí. Porque tienen el tupé de venir a juzgarme o creer que me conocen y nada de lo que diga parece que les va a hacer cambiar de opinión.

- Otra vez te sientes atacado - dijo Lucas, con los ojos tan rojos que parecían llenos de sangre. - No te estamos atacando. No estés a la defensiva.

- Entonces voy a aclararles cómo soy y que quede en claro - dije. - Soy una persona que se adora a sí misma. Soy autodestructivo. Generalmente tengo malos días. Casi todo el tiempo. Y los reservo en un lugar de memoria hasta que por algún detalle exploto. Amo estar solo y me siento invadido por ustedes - en ese momento, Lucas se fue hacia la punta de la terraza para poder vomitar en el valdío de al lado. - Pero si no los apreciara, no los soportaría tanto tiempo, porque tampoco resisto pasar más de media hora con una persona sin aburrirme. Así que pueden apreciar estos pequeños gestos hacia ustedes. No soy de hacer lo que hice, cada vez que tengo un problema con alguien voy y lo hablo, pero el tema es que no pude hablarlo y luego se me fue de la memoria.

- Entiendo todo eso - me dijo Sebastián, que se quedó escuchando todo mi monólogo y no le prestó atención a Lucas. - Pero simplemente parece que explotaste de una forma que no era la correcta. Si las cosas las puedes decir bien, ¿a qué se debe que tú hayas explotado así?

Lucas comenzó una sucesión de vómitos y por un instante me concentré en que no se cayera al terreno de junto, porque sería complicado explicarle a la policía qué hacía ahí. Ni que hablar a mis padres.

- Es que tú no sabes esta parte de la historia... - pero no pude continuar. - Espera.

Me levanté y me acerqué a Lucas. Lo agarré de la frente y lo sostuve para que siguiera vomitando. Era una escena muy conmovedora, aunque totalmente bizarra. De hecho, creo que Lucas se merecía que lo empuje a que lo sostenga, pero de todos modos reaccioné por instinto.


- ¿Ves? - dijo Sebastián. - Ese fue un gesto de amistad. En tu lugar yo hubiera esperado a que cayera, me hubiera reído y luego lo hubiera ayudado.

- Es que si caía, la escalera que tengo no funciona bien y no lo íbamos a poder traer - bromeé con respecto al tema, para sacarle sentimentalismo.

Pero cuando se fueron sonreí. Lo primero que se me vino a la cabeza que no fue un gesto de amistad, porque creo que no lo hubiera hecho por nadie más. Debo alejarme de Lucas (oh, por Dios, ¿quién me entiende?), porque aquello se me estaba saliendo de control hacia mí mismo. Cada vez que veía a Lucas en peligro, mi instinto iba a actuar rápido. ¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué?

0 Culpables: