martes, 18 de marzo de 2008

94. Antes de lo Acordado

Me desperté un poco mejor al día siguiente, aunque todavía la rabia invadía cada célula de mi cuerpo. Sentía que no había nada que decir. Nada de qué hablar. Y que por más que quisiera, no podía encontrar una respuesta razonable en un problema que ni siquiera se podría considerar un conflicto.

Miles de veces había hablado con Lucas, cuando nos conocimos y recibí un gigantezco apego de su parte a mi persona, sobre cómo era yo. Sobre cómo era mi modo de manejarme. Sobre que detestaba las visitas en mi casa sin anunciarse antes, porque mi lugar no era un sitio donde la gente podía pasar cada vez que quisiera. Había tenido charlas sobre su forma de despretigiarme sin motivos delante de los demás, sobretodo delante de sus amigos. ¡Hablé mil veces! Todas estas últimas dos semanas eran complemante tranquilas, debido a que no teníamos conflicto porque hasta nos llevábamos bien. Pero todo aquello se derrumbó. Fue como revivir tres problemas distintos en una misma noche, lo que me daba a pensar que todas esas cosas prometidas existieron solamente en mi imaginación.

Así que decidí que lo mejor era darme tiempo. No tener ningún vínculo con Lucas por los siguientes días, hasta estar cerca del viaje, y de ese modo asegurarme de no matarlo. Pero, por supuesto, los planes que yo me propongo, siempre fallan. Ese día, Ana vino con una urgente petición.

- ¿Dónde dejaste mis apuntes para los exámenes? - me preguntó.

- En la casa de Lucas - dije.

- Genial, porque necesito que vayas a buscarlo porque los quiero hoy - me indicó.

¡Aquello no podía estar pasando! Justo hoy. Justo a menos de doce horas de lo que había pasado. Era todo un chiste del destino.

- De acuerdo - respondí, sin dar más explicaciones. - Iré a buscar tus cosas y luego te las llevaré.

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