martes, 11 de marzo de 2008

76. La Verdadera Conversación

Frente a frente. Lucas y yo nos miramos un poco. La siempre visible sonrisa de mi rostro ya no existe. Él se da cuenta de que esta vez la cosa va en serio y deja de buscar música en mi computadora para prestarme atención. Veo que sus ojos denotan incertidumbre. No sabe con lo que le voy a salir esta vez. Honestamente, yo tampoco tengo mucha idea, pero en lugar de elaborar el discurso en mi cabeza, esta vez opté por dejar salir lo que mis sentimientos decían.

- Me absorves - corté el hielo, de forma muy bruzca. - Yo te conocí como la persona negativa que eres. Como alguien que siempre está criticando a los demás y no soporta que los demás estén bien. Yo te conocí así, pese a que soy lo opuesto, y no te pedí jamás que cambies porque no soy digno de hacerlo. Te quiero como eres. Pero el problema aparece cuando tu forma de ser comienza a afectar mi forma de ser. No tolero que todo el tiempo me estés juzgando, criticando, tirándome abajo con tus comentarios. Hay cosas que me gastan y me cansan y tú estás llevando la punta con todas ellas. No tengo una solución para los problemas de tu vida, porque yo aún no consigo superar lo de Juan. Pero de todos modos, intento hacer que nuestro apego sea lo más saludable posible.

Lucas me miró sorprendido. Lo que dije, lo dije tan rápido y sin trabas que se sorprendió de no tener la oportunidad de interrumpirme y decir sus cosas tan típicas de mis breves lapsus donde me demoro en encontrar las palabras para seguir con mis discursos.

- No voy a victimizarme y a decir que por tu culpa me siento un infeliz - aclaré. - Porque tengo la voluntad suficiente como para echarte si es que no quiero estar contigo. Pero también es cierto que muchas veces escondí mis emociones y evité una confrontación, porque estaba preocupado por ti.

Lucas nuevamente abrió los ojos sosprendido por lo que acababa de decir. Estaba más que claro que no estaba vinculando los hechos. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

- Sé que estás atravesando un mal momento - dije. - No me creo Superman, pero es cierto que tengo un pequeño complejo de superhéroe. Quiero salvarte y esta es mi forma. No tengo las palabras adecuadas ni tengo las fórmulas que indiquen los pasos a seguir. Pero lo único que te puedo ofrecer para ayudarte es a mí. Tú no estás solo.

En el momento que sonaron esas palabras comprendí lo ridícula que sonaban. Sin embargo, fue la forma más sencilla y directa de decir lo que tenía oculto. No había otras cosas que agregar al tema.

- Perdóname si te hago sentir mal - dijo, finalmente. - No es mi intención.

Sonreí. Aquél pedido de disculpas llegó de la forma más inesperada y en el momento menos adecuado. Se notó que juntó mucho valor para decírmelo, porque su expresión sonó tosca y sobreactuada, aunque muy sincera. Le creí.

- Yo prometo hacer lo posible por no matarte de ahora en más - prometí.

- Y yo prometo hacer lo posible para que no me mates - prometió.

Nuevamente, le creí.

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