viernes, 21 de marzo de 2008

103. Locura de Amor (1º Parte)

Lucas arrancó su auto y comenzamos a ir a toda velocidad hasta el trabajo de Martina. Tenía que indicar todo el tiempo por donde ir, ya que el chico no sabía con claridad a dónde íbamos, para qué y ni siquiera quién era Martina.

- Antes que nada, te quiero mucho, lamento lo que pasó y te extrañé - confesé, y luego cambié rápidamente de tema. - El problema es que esta chica tiene que atravesar sola el corte de carreteras y nosotros vamos a acompañarla para que pueda marcharse. Dice que tiene que ir a ver un Recital, pero...

- El problema es que tú eres muy paranoico - me interrumpió Lucas, en tono serio.

Tardé unos segundos en reaccionar antes de darme cuenta que parecía que sí quería hablar sobre nuestra pelea.

- Porque ni yo ni ninguno de los que estuvimos presentes se percató de que fuiste agredido - insinuó. - Inclusive Sebastián estuvo preguntándose qué fue lo que te hizo porque jamás se dio cuenta que haya dicho algo en tu contra. Pero está bien, dejemos este tema en el pasado.

- Genial, ahora soy un neurótico histérico delante de todos tus amigos - remarqué, como único tema que me interesaría debatir.

Lucas cayó por un segundo, porque toda la predisposición que tenía para juzgarme y criticarme por mis actitudes se vio desvanecida cuando hice presión sobre el punto que estuvo hablando de mí, sacando conclusiones y haciendo debates con sus amigos.

- Pero a ti no te tiene que importar lo que piensen los demás - dijo el muy caradura, que se dio cuenta que estaba pisando en terreno movedizo. - Pero de todos modos, mejor dejemos de hablar del tema. ¿Qué es lo que estamos haciendo aquí?

- Mi amiga necesita llegar a Resistencia - le comenté. - Ella dice que es para llegar a un recital, pero por dentro sé que va por su ex novio. Un hombre que la maltrató, la dejó con el corazón destrozado y mágicamente ha decidido regresar e invitarla. Pero, ¿qué podemos hacer? Si ella quiere ir...

- Me parece una idea terriblemente estúpida - dijo, al escucharme. - Ese chico de repente se habrá dado cuenta que no tiene con quién tener sexo y la habrá llamado. No puedo creer que existan hombres así, pero los hay.

A veces escuchar la ética de Lucas me hacía sonreír. Su forma de valorar al mundo, pese a que se encargue de demostrar que es un asco, me despertaba una especie de ternura.

Una vez que pasamos a buscar a Martina por su empleo, y se presentaron con Lucas, Martina comenzó a contar la versión de los hechos que hacían que ella se encuentre en ese momento a punto de cometer aquella locura.

- Pasó lo siguiente. Mi empresa iba a realizar un viaje fuera del país, pero como todavía me falta un año para ser mayor de edad, necesitaba el permiso de mis padres. Mi padre me prohibió viajar, así que le hice el trato de que me permitiera ir a ver este Recital, como recompensa por no dejarme ir. Así que aquí estoy. Y, Oliver, siendo honesta, eres el único que me ha apoyado en esta decisión porque todo el resto del mundo piensa que estoy loca.

Miré a Lucas de reojo y él me devolvió la mirada. Ambos también lo pensábamos de ella, lo que menos necesitaba aquella muchacha era que nosotros también nos convirtiéramos en el resto del mundo.

- Sé que del otro lado del corte puedo tomarme un taxi que me lleve a la ciudad vecina - comentó. - Por lo menos eso me dijeron.

- No es que quiera ser pesimista - dijo Lucas, dando a entender que iba a lanzar un comentario negativo (como si eso fuese sorprendente). - Pero yo tengo mucha mala suerte en estas cosas, por lo que es probable que si viniste conmigo no encuentres forma de salir de la ciudad.

- Eso es cierto - le dije a Martina, sabiendo que después de todo el comentario no era muy errado. - Mis amigos y yo tenemos mucha mala suerte en esto de hacer lo que querramos en el mundo, por lo cual no te sorprenda si tienes que regresar a tu casa cabeza agachas.

- Grandioso - dijo ella, riéndose. - ¿No pudiste venir con alguien que tenga suerte en la vida?

- No conozco a nadie - dije, encogiéndome en hombros.

Los tres reímos por ese comentario, al mismo tiempo que llegábamos hacia un corte donde no nos permitieron avanzar. Lucas estacionó el auto en la banquina de la ruta y descendimos de él. Había bastante gente en el lugar, pero contrario a lo que los rumores decían, era un lugar muy sereno.

- Tendremos que cruzar todo esto caminando - indicó Lucas. - Del otro lado del corte es donde deben estar los taxis esperándonos.

Habría alrededor de cinco kilométros de distancia que tendríamos que hacer a pie. Definitivamente hubiera sido una mejor idea hacer aquella misión en moto.

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