lunes, 17 de marzo de 2008

92. Límite Cruzado (1º Parte)

Me siento un estúpido. Me odio a mi mismo. De repente, toda la alegría y felicidad que tenía se habían evaporado. Estuve cuatro días extrañando a Lucas, esperando y con ganas de volver a verlo, para que su regreso inicie con un nuevo error de su parte. Estoy tan enojado que tengo ganas de arrancarle los ojos con una cuchara y tirárselo a los perros. Aunque no serviviría de mucho ya que no creía que los perros coman esas cosas.

Lucas esta vez cruzó la línea. Esta vez se ganó un rencor que no tiene retorno. Lo peor de todo es que no hizo nada absolutamente grave, pero de todos modos no tengo intenciones de volver a verlo (por lo menos por las próximas 24 hs).

Lo que más bronca me da de toda la situación es que yo lo defendí en su ausencia, y eso no es tarea sencilla. En contra de todo el mundo que lo atacaba mientras él no estaba, yo fui el que saltó en su defensa. Y me siento un estúpido, porque quizá el mundo no se esquivocaba esta vez. Quizá esta vez tenían razón todos y él no valía la pena. Era un ser humano que no tenía derecho a merecer que yo le dedique mi tiempo. Tal vez todos tenían razón, porque yo ya no me sentía tan fuerte como para ir contra la corriente.

Todo el problema sucedió en menos de dos horas. Lo cual es impresionante como dos horas son suficientes para arruinar días enteros de felicidad ilimitada.

Así que empecemos por el principio:

Todo comenzó con una charla que tenía con Betiana. La chica con la que yo tenía la importante misión de asegurarme que mi amigo tenga sexo durante el fin de semana, pero como jamás pudimos hablar, por ende, nunca se encontraron. Estábamos hablando de cosas superficiales cuando me llega un mensaje de Lucas.

"¿Qué estás haciendo?"

Respondí al instante.

"Ven a mi casa ahora. Estoy en el chat con Betiana."

Cuarenta minutos después (realmente no vale la pena llamarlo si es que me estoy muriendo), llegó, mientras que yo seguía sosteniendo la charla con la chica, con la promesa de que él podría hablar con ella.

Nuestro encuentro se llevó a cabo con un abrazo y mi felicidad explosiva de volverlo a ver. Quiso contar un par de cosas sobre su viaje, mientras yo me apresuraba a también querer contarle sobre el absurdo fin de semana en la fiesta de cumpleaños de Sebastián, pero Betiana y sus trivialidades ocupaban más tiempo de atención.

En ese momento descubrí que ellos dos todavía se querían. Una parte de mi alma sonreía al ver esos gestos tiernos de un amor que se tuvo que terminar por culpa de la distancia que los separaba, mientras que la otra parte de mí estaba derramando lágrimas por dentro y se autoconsideraba patética.

- Por las dudas, ¿no sabes si Sebastián sigue en la ciudad? - me preguntó.

- Vino por su cumpleaños...

- Al que seguro no fuiste porque no tenías ganas de salir - terminó mi oración.

- No - dije, ignorándolo. - Al que fui y pasé la noche más divertida de lo que va del año.

- Que casualidad que te diviertas cuando no estoy yo - comentó, aunque no interpreté si era alguna clase de indirecta.

Y en ese momento sentí que alguien golpeaba la puerta de mi casa.

- ¿Quién rayos será? - pregunté, ya que no esperaba que alguien viniera.

- Tal vez sea Sebastián - dijo, sonriendo, y se fue atender.

No costaba mucho imaginar que Lucas había invitado a Sebastián a que fuera a mi casa, sin mi consentimiento. Lo cual hasta ese momento no parecía importante, sino fuera porque Sebastián no llegó solo. El joven no-invitado-por-mí, también trajo consigo a Marcelo y a Tobías.

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