sábado, 15 de marzo de 2008

84. La Indirecta

El resto de la noche transcurrió tranquilamente. Sólo éramos un grupo de amigos que se había unido para que juntos veamos un par de películas, por lo que toda nuestra atención estaba en la pantalla plana de la casa de Guillermina.

Pablo también se encontraba allí, pero por invitación mía, ya que el joven en primer lugar quería ir a pasar la noche de viernes conmigo. De todos modos Pablo no entendía de qué se trataban las películas porque ya llegó cuando estaban en la mitad, por lo que enojado se sentó a la computadora de Guillermina y se puso a jugar a los juegos instalados, sin prestarle atención a todo el resto, salvo para cuando tenía sed y quería un poco de alcohol.

Fue irónico que hiciera una cosa así, ya que el destacado por no querer ver películas con el resto siempre es Lucas. Cada vez que nos juntamos en grupo a las "Noches de Pelis", él es el que se prende a los juegos de la computadora de turno y deja de existir el resto. Por eso fue algo extraño que Pablo esta vez usara su misma táctica.

Sin embargo, el resto de la noche transcurrió tranquilamente. Salvo cuando Guillermina quiso traer al grupo un vaso de plástico lleno de bebida alcohólica y se le rompió la mano, mojando los pies de todo el grupo. Fue un divertido momento, digno para recordar, por sobretodo los gritos de Julieta quejándose de tener los pies fríos y que eso le haría agarrar gripe.

Cuando finalmente todos nos estábamos yendo, nos quedamos un segundo en la vereda, despidiéndonos. Al día siguiente era el cumpleaños de Sebastián, un amigo que Pablo y yo teníamos en común (también Lucas, pero como viajó, no iba a poder asistir), y teníamos que organizar cómo llegar, pese a que ninguna de las mujeres estaba invitada, lo cual iba a despertarle la ira y envidia.

- Fue una buena noche - me dijo Pablo, al finalizar nuestro plan. - Hubiera sido más interesante si en lugar de estar aquí estábamos en tu casa mirando las series que yo quiero ver.

- Ya te dije que mi mundo no va a detenerse por ti cada vez que tú quieras aparecer en mi vida - recalqué, sonriendo.

- Y eso que yo aparezco a verte tres o, como mucho, cuatro veces por semana - comentó. - Si fuera que voy a molestarte todos los días, sería otra cosa.

Su indirecta, sin lugar a dudas, se refería a Lucas. Sonreí sutilmente mientras me marchaba hacia el auto de Julieta, quien era la encargada de regresarme a casa.

- No quiero ser partícipe de otra competencia ilógica entre tú y Lucas - aclaré nuevamente, sonriendo. - Porque lo gracioso es que no compiten por mí, sino que compiten entre ustedes. Yo solamente soy un motivo más para ver quién de los dos es más ganador.

Pablo sonrió y no dijo nada. Todo el resto también lo hizo, aunque creo que por obligación porque ya llevé toda la noche haciéndolos sentir incómodos. Pero creo que, en el fondo, todos sabían que mi hipótesis era cierta.

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