sábado, 1 de diciembre de 2007

17. Una Buena Charla - Parte 3

Lucio había tomado el rumbo que se domoró bastante tiempo en transitar: defender a su mejor amigo. Ciertamente resultaba envidiable ver como una persona podría llegar a poner las manos en el fuego por otra. Yo ya lo había hecho, y ni los bomberos habían podido rescatarme.

- Esto es lo bueno, pero a la vez lo malo, que tiene Juan - prosiguió con su charla. - Él puede venir a verte queriendo matarte, pero a los dos segundos te va a abrazar y decir que te quiere.

Bonita forma tenía el muchacho de definir la inestabilidad psicológica de su mejor amigo.

- No te sorprendas el día que te encuentres... internado, por ejemplo - continuó - y tengas a Juan todo el día a tu lado. Por eso no te sorprendas si en este momento él no va a tu casa, porque de un momento para otro, él volverá a aparecer y entonces te encontrarás con que ya vas a querer echarlo y sacarlo de allí.

Lucio rió por su propio comentario. Yo esbocé una fingida sonrisa. Me imaginé que, de un momento a otro, Juan podría aparecer como si nada hubiera pasado. De hecho, Juan ignoraba todo lo que me sucedía, así que había una gran posibilidad de que el chico piense que yo iba a recibirlo con los brazos abiertos el día que él decida volver.

- Realmente agradezco esto que dices, pero quiero que sepas que si en estos días no hablé con Juan, mucho más ahora que lo necesito, no fue por ira, por orgullo o por dignidad - comenté, como si ya había llegado el momento de dar mi gran conclusión. - Fue porque no hay vuelta atrás, después de todo. Sólo te expliqué todo esto para pedirte que no intentes que él y yo nos encontremos en algún sitio.

Me dirigí hacia la puerta, con intenciones de irme. Creí que ya habíamos hablado todo lo que podríamos llegar a hablar, pero entonces Lucio tuvo otra cosa que decir.

- Escucha, yo voy a caminar a tu lado por esta historia que estás pasando - me dijo, acercándose. - Vamos a llegar al final de esta historia, hasta que puedas finalmente cerrar el libro. Pero quiero que día a día la leas conmigo y me dejes ayudarte. No es necesario que pases todo el mal que estás pasando solo. Confía en mí. Sé que todo se torna doloroso en estos casos y que siempre hay personas que dirán "súperalo, es fácil", pero sabemos que no es nada fácil. Porque esta es tu historia, y hasta que no estés de acuerdo con ella, no lo será. Una historia no termina hasta que alguien logre controlar lo que sucede en ella.

Miré nuevamente a Lucio. Ese muchacho sí que tenía un don especial de hacer emocionar a las personas.

- Gracias - fue lo único que pude decir, y lo más sincero que tal vez dije en mucho tiempo. - Ah, y otra cosa más...
- No te preocupes - me interrumpió. - No se lo contaré a Juan... ni a nadie.

Sonreí por última vez y salí de la casa. Estaba llegando al portón cuando de repente vi que alguien estaba por ingresar a la casa de Lucio.

Se trataba de Juan.

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