miércoles, 19 de diciembre de 2007

47. En el Antro de Iván

Jamás fui a visitar a mi amigo Walter. Jamás tuve intenciones de llamarle tampoco porque Iván me interceptó primero. Cuando me pidió ir a su casa, lo hice con una mezcla de nervios y adrenalina. Sabía que un nuevo juego iba a empezar y con ello, la oportunidad de conocer gente y empezar a vivir en un mundo de fantasía por estos días. Si tenía suerte y duraba todo el verano, mi mente podría llegar a estar muy ocupada.

- En realidad es todo un juego de mesa - me explicó Iván, haciéndome pasar ante todo un grupo de extraños que estaban sentados frente a una mesa. Saludé en general y algunos me devolvieron la sonrisa. - Habrá desafíos, conversaciones y todo lo demás, que debes imaginarte que es real. Y habrá batallas. Muchas batallas y guerras donde tendrás que intentar sobrevivir, pero para ello, los dados definirán tu suerte. Así que no depende tanto de ti.

No había entendido absolutamente nada de su explicación pero me sumé al juego, quien tampoco me aclaró mucho las ideas. Pero el grupo de personas, alrededor de ocho, eran agradables. Una joven, quien estaba sentada a mi lado, fue simpática e intentaba decirme qué es lo que se debía hacer. Los demás también fueron codescendientes.

Resultó que los dados estaban a mi favor. Eso enfurecía a todos y yo no sabía por qué, por lo cual el juego me estaba dando gusto.

Pero entre todo el grupo de personas había un muchacho. Jose era musculoso, de ojos saltones y se pasó toda la hora sin remera, mostrando su formado torax. No sé si de dio cuenta de mis miradas sutiles, pero cuando llegó la hora de despedirme, me acompañó hasta la puerta.

- Realmente es bueno que hayas empezado el juego - me dijo, mientras nos despediámos. - Te necesitábamos en nuestro equipo. Vas a entender mucho más con el paso de los tiempos y vas a ver que es entretenido.

- Sí, pude llegar a entender algo de lo que se trataba - mentí descaradamente.

- ¿Me das tu número? - preguntó, luego. - Para avisarte cuando es la próxima reunión para jugar.

Intercambiamos teléfonos. En ese momento me pregunté si solamente lo querría para el juego o tal vez algún día me encontraría con un mensaje para conocernos mejor. Me gustaba, y por suerte, aquello no era parte de la fantasía.

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