domingo, 23 de diciembre de 2007

55. Shock

Lucio había dicho que pasaría a visitarme a la tarde del domingo, pero como dio la situación de que tuve que salir de compras con Ana y Leo, debido a que un día antes de la Navidad la chica descubrió que como presente quería una cámara digital fotográfica, jamás pude estar para recibirlo.

Entonces luego me encontró en el MSN. Maldito MSN a estas alturas.

YO: ¿Sabes algo sobre Patricio?

LUCIO: Sí, ahora se encuentra conmigo.
YO: Pregúntale si todavía me odia por lo que pasó con Maya hace dos semanas.

LUCIO: Dice que aún sí te sigue odiando.
YO: Deséale una feliz Navidad a él también.
LUCIO: Y yo también te odio porque no me atendiste hoy.

YO: Disculpa, pero yo te avisé que no estaría. No tengo por qué sentirme culpable por no atenderte cuando te dije que no iba a estar.

LUCIO: Tú sigues siendo el culpable. Y no me ataques.

YO: No te estoy atacando, solamente me estoy defendiendo.

LUCIO: Eres malo. Me dejaste afuera. Mira si llovía o si hacía frío.
YO: Digamos que un baño no te vendría nada mal y si hace un poco de frío es mejor al calor que tenemos que estar soportando últimamente.

LUCIO: Encima me dices sucio. ¡Acabas de firmar tu sentencia! Ahora voy a torturarte por todo un mes y de la forma que más te duele.

YO: ¿Me vas a dejar de hablar? Haz como Patricio entonces. ¡Que gente tan suceptible!

LUCIO: No, mi vida. No te voy a dejar de hablar. Te haré algo mucho peor.
YO: ¿Qué harás? Si tú me dejas de hablar, me dolerá en el alma. Figúrate, Patricio dejó de hablarme y caí en un pozo depresivo tan grande que ni pude salir de las cuatro paredes de esta habitación.

LUCIO: No mientas. Eso ni te afecta. Pero sé que sí te afecta cierta cosa grande que camina. Tú sabrás que yo no tengo límites.

YO: No juegues con fuego. Porque tú puedes lanzar tus cartas pero no tienes ideas de cuáles pueden ser las mías. Y si de jugar se trata, puedo no ser el Oliver dulce y tierno que todo el mundo conoce y quiere.
LUCIO: Tú puedes hacer lo que quieras. Mientras tanto yo iré al trabajo de Juan, comeré algo y cuando él termine su turno, iremos a beber algo y a tener sexo con algunas putas. Seguramente tendremos una orgía. A nosotros nos encanta hacer eso. Luego, si quieres, pasamos toda la multitud a saludarte por tu casa.

Si bien sabía que aquello que decía era mentira, no entiendo por qué entré en shock. El hecho de que nombre a Juan teniendo sexo con alguien era algo que me paralizó por completo. Y quién sabe cuántas veces ya lo había hecho desde hace mes y medio que dejamos de hablarnos.

Esa conversación era todo un juego, pero el golpe bajo que Lucio pegó hizo que reconociera que él había ganado esa guerra.

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