martes, 4 de diciembre de 2007

28. Una Charla Sincera

Había cruzado la línea. Estaba frente al mejor amigo de Juan y le acababa de confesar mi sexualidad. Por algún extraño motivo, no me sentía nervioso ni intranquilo. Fue como si era un comentario o un aspecto de mi personalidad, o más bien un detalle que faltaba agregar. No me sentía inseguro. No me había arrepentido. Pero debo reconocer que era demasiado extraño.

Lucio me miró y lanzó una sonrisa. Fue como un niño que acababa de recibir su regalo de Navidad. Definitivamente, Lucio era una persona más rara de lo que había pensado en un primer momento.

- Si de verdad es cierto eso, ¡entonces te quiero más que antes! - exclamó, entusiasmado.

- Sí, es cierto - dije, empezando, ahora sí, a sentirme incómodo. - Sólo que no es mi carta de presentación, porque lo que yo haga en mi cama no es asunto de nadie. Y además, sirve como ejemplo para demostrar que no porque alguien oculta este tipo de cosas, sea una mala persona.

- Sabía que habían estas cosas en ti - contestó. - Sabía que tenías cosas que no querías soltarlas.

- No lo hacía porque jamás tuve la necesidad - dije sinceramente. - Mi mundo no se ve complicado por quién me acuesto.

- Ahora quiero hacerte otra pregunta - dijo Lucio, cruzándose de brazos, digno de ser un psicólogo. - Juan, para ti, ¿era solamente un amigo u ocupaba otra clase de espacio en tu corazón?

Sonreí al escuchar una oración tan infantil. Sabía que aquella pregunta llegaría de un momento a otro, así que no me sorprendió que la hiciera.

- La verdad es que sí - confesé.

- Era tan obvio - siguió diciendo. - Era lógico que te sentías profundamente adolorido por la partida de Juan.

Lucio se sentía en el éxtasis de la felicidad. Realmente no sabía que a ese chico lo podría hacer tan feliz con tan poco. De todos modos, había un detalle que Lucio estaba dejando pasar por alto. Jamás mencionó o preguntó nada sobre la sexualidad de Juan, así que imaginé que había cosas que uno no quiere ver.

- ¿Y a Juan algún día se lo confesaste? - preguntó.

- Podría decir que sabe algo - medité bien mis palabras.

- ¿Que eres gay o que te pasaban cosas con él? - volvió a preguntar, volviéndose aquello una entrevista. - ¿O ambas?

- Ambas - respondí. - Pero no le digas a él que te conté esto. ¡No generes más problemas del que ya existe! Confío en ti.

- No diré nada - contestó, como si acabara de ofenderlo. - Ahora dime, ¿por qué lo amas? ¿Qué es eso tan bonito que viste en él y que te robó el corazón?

- Esta conversación se está volviendo rara - dije, finalmente. - No sé qué es lo que me empezó a gustar de él. Creo que tal vez fue porque derribó mi muro, el que te mencioné antes. Cosa que hace tiempo nadie lo hacía. Y una cosa llevó a la otra y de repente el sentimiento ya no se pudo evitar.

- ¿Y ahora cómo estás?

- Le tengo tanto miedo a la respuesta, que hace mucho no me hago esa pregunta.

- Yo creo que no estás bien - dijo, y la sonrisa en su rostro dislocaba absolutamente toda coherencia en su oración. - Estás mal porque lo amas y las cosas no salen como tú quieres.

- Suena horrible si lo dices así - respondí, sonriendo cínicamente como por quinta vez en la noche. - Pero ahora ya estoy bien. Tengo momentos en donde lo extraño a rabiar, pero son solamente momentos.

- Tu error fue involucrarlo con tu corazón.

Lucio había dicho tantas veces la palabra "corazón", que ya estaba pensando que era su palabra de cabecera. De todos modos, no dijo nada que yo no supiera. El único problema es que ambos estábamos hablando de cosas distintas, aunque la charla se sostenía de igual forma.

- Sabrás que estas cosas no las elegimos - contesté. - Además, todas las traiciones que recibí de parte de Juan, tuvieron más que ver con términos de amistad que de corazón. Por eso es que jamás hablé con respecto al tema. Sé que cometí mis errores, que no fueron tantos, pero existieron. Y eso es lo que me hace extrañarlo más y decir "pobre, las cosas que tuvo que soportar de mí". Aunque luego caigo en la realidad y digo "las cosas que soporté de su parte". Ahora todo parece tan lejando y absurdo. Es más, ya casi había olvidado lo que sentía hasta hoy. Por lo cual te agradezco que hayas abierto de nuevo esta lata de gusanos - dije, irónicamente.

Lucio parecía muy feliz después de aquella charla sincera. Yo seguía sin saber si me sentía contento o no. Tal vez luego de allí, Lucio saldría y le diría a Juan todo lo que habló conmigo y ambos se reirían de mí. O tal vez no.

Pero ahora que todo parecía tan lejano, me puse a pensar en qué podría pasar si Juan algún día regresaba. Tal vez había logrado olvidar un poco el dolor y me estaba haciendo nuevamente fuerte. Tal vez ya no necesitaba su cariño y su ternura porque había aprendido a vivir sin ella.

Juan jamás regresaría, no debería permitírselo. No tendrá el derecho a venir a pedir un amor que nunca dio... porque yo ya me había cansado de buscar un amor que nunca tuve.

1 Culpables:

Unknown dijo...

parece que lo estas superando... me alegro
saludos