domingo, 30 de diciembre de 2007

63. El Muchacho Desagradable

No soy muy adicto al alcohol, ni a tomar todos los fines de semana, pero últimamente la oferta me estaba resultando algo tentadora. Así que acepté la oferta de Jessica de sentarnos a la mira de las estrellas junto con un par de amigos suyos.

No eran muchos. Éramos unas cinco personas de las cuales nos dedicábamos a hablar entre nosotros.

Paola era una mujercita regordeta y simpática que estaba allí junto con su novio, Ramiro, quien a su vez estaba en una charla ininterrumpida con el hermano de Jessica. El chico en cuestión hablaba a los gritos y, por lo poco que lograba escuchar, estaba hablando del fantástico sexo que tenía con su novia. Estaba claro que estaba ebrio, pero de todos modos resultaba un espectáculo desagradable.

- Paola irá con nosotros estas vacaciones - me comentó Jessica, como intentando opacar los gritos de Ramiro, que pese a todo se seguían escuchando.

- Pero no hablen del tema - suplicó la chica. - Ramiro no sabe que irán chicos también. Esa fue la forma de que no quiera ir. Le dije que será una reunión solamente de mujeres y él solo dio el brazo a torcer.

Parece ser que la relación entre Paola y Ramiro era tempestuosa. Ella se quejó de que el muchacho, después de dos años de novios, no era tierno ni romántico y luego se culpó de seguir con él por la pura costumbre de tenerlo a su lado. Si bien la muchacha no era la mujer más guapa del mundo, el chico en cuestión no le llegaba a los tobillos. Era bastante feo el pobre y con sólo unos segundos de escucharlo hablar, bastaba para que fuera repugnante.

Se acercó hacia nosotros con una sonrisa fingida y miró a Jessica.

- ¿Alguna vez practicaste sexo anal?

Paola agachó la cabeza en señal de vergüenza. Jessica sólo sonrío ante su pregunta sin responder, mientras que yo clavé mi vista en el cielo para no mirarlo ni pegarle. Realmente, aparte de todos los calificativos anteriores, era un desubicado.

- No es algo que te incumba, amigo - respondió la chica, en tono dulce.

Ramiro se encogió en hombros y le pegó una palmada en el trasero a Paola.

- ¿De quién es esto? - preguntó el muchacho.

- No hagas eso, me molesta - se quejó Paola, mordiéndose los labios de la ira. - Y compórtate.

- De todos modos sé que es mío - respondió el chico. - Así que no sé por qué haces tanto escándalo.

No conforme con ese espectáculo que estaba brindando el muchacho, decidió que era más fácil ir a orinar al árbol frente a la casa que caminar dos metros para ingresar al baño. Las primeras horas del penúltimo día del año nos invadían y todos deseábamos, por dentro, que sea el último año de vida de aquél sujeto.

Cuando regresó, traía algo entre sus manos. Le hizo señas a Paola para que lo agarra y ella cedió a extender la suya.

- Es la piel de una cucaracha - le dijo, sonriendo. - La encontré en la vereda.

Paola soltó su hermoso presente de un sólo salto. El muchacho no era gracioso aunque él pensaba que sí.

- ¿De dónde diablos lo has sacado? - le pregunté a la chica, sin comprender lo que sucedía. - ¿Estaba en oferta?

Paola sonrío ante mi comentario y yo, por dentro, agradecí que aquél sujeto no nos acompañara a nuestro viaje. No por lo desagradable que era, sino porque su forma de ser, por algún extraño motivo, me resultaba excitante.

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