Tres horas después, decidí volver a enfrentarme al MSN. Ya era entrada la madrugada del lunes. Vísperas de Navidad, según le dicen. Esperando la noche de paz y la noche de amor, pero el único cambio que hubo en ese momento fue el clima. Un viento bruzco salió de la nada y comenzó a azotar a la ciudad, como anticipando que tendríamos una Navidad con un clima quizá no ideal para los fuegos artificiales.

LUCIO: ¿Qué te sucedió? ¿Por qué te fuiste? ¿Te enojaste?
YO: ¿Está Patricio todavía contigo?
LUCIO: No, se marchó hace una hora. ¿Qué sucede?
YO: Es lo último que dijiste. No sé por qué me afecto. Es decir, es algo absurdo. Sé que fue una mentira, pero en ese momento me dolió, lo cual es patético y humillante, porque no debería ser así.
LUCIO: En realidad, el que te dijo todas esas cosas fue Patricio. Es su venganza por lo que pasó con Maya.
YO: Debe odiarme con todo su corazón.
LUCIO: Así es Patricio. Sabes que nunca olvida nada y queda resentido por pequeñeces.
YO: Lo sé. Y está bien, aunque igual, si no hubiera estado enojado, hubiera hecho algo así. También sabes que a Patricio le encanta hacerle mal a las personas.
LUCIO: Eso es cierto. Ah, y me olvidaba, hoy no fui por tu casa. Sólo te mentí un rato.
YO: ¿Y me hiciste todo ese escándalo porque estabas aburrido?
LUCIO: Así es.
YO: ¿Saben qué pueden Patricio y vos mamarme, verdad?
LUCIO: (risas) Yo no hago esas cosas. De última puedo dejarte a ti que lo hagas, como premio consuelo. Vas a mamar algo bueno.
YO: Está bien. Si quieres voy.
Minutos donde ni él ni yo escribimos. Sabíamos que la conversación ahondaría en algo similar. Alguno de los dos tenía que tocar el tema tarde o temprano.
LUCIO: Bueno, ven, y así se te irá la bronca por lo que hizo Patricio.
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