martes, 18 de diciembre de 2007

44. Un Mensaje

Viaje. Día 4.

Tres días después, Julieta no había vuelto a hablar con su amiga Débora, por lo que me sentía terriblemente culpable de que las dos se hayan peleado por mi culpa. Claro que esa culpa era compartida, debido a que gran parte de la responsabilidad era de Débora que hace unos días tuvo un ataque hacia mi persona. Totalmente incomprendido e inaceptable.

Ernesto, el novio de Julieta quien tuvo que marchar a su ciudad natal en pleno romance con mi amiga, había pospuesto su visita un día más tarde. Por lo que estaría con nosotros el viernes y parte del sábado, para luego volver. Julieta lo esperaba con ansias.

- Estuve hablando con Débora hoy - me comentó, mientras desayunábamos aquél viernes. - Le dije si quería venir esta noche, ya que Ernesto vendrá también. Me dijo que no entendía por qué cada vez que tú venías a verme, inexplicablemente ella y yo nos peleábamos.

- Esa chica tiene algo en contra mío - reconocí. - Pero es verdad. Hace unos meses, vine a verte y tú y ella estabas peleadas, ¿recuerdas?

Julieta puso cara de no recordarlo, pero yo sí aún tenía ese recuerdo en mente. Cuando Julieta tenía su relación con su ex, Débora se intrometía todo el tiempo intentando dejar sin créditos al muchacho. Julieta, que tiene poca paciencia para ese tipo de actitud, comenzó a esquivarla para no escucharla. Justo sucedió en una época donde yo me encontraba de visitas en lo de Julieta y fue la primera vez que ni siquiera vi el cabello de Débora en ningún momento.

Ernesto resultó ser una persona agradable, pero casi no pude verle la cara debido a que su boca estaba muy ocupada metiéndole la lengua a Julieta. Cuando ambos chicos se encontraron, practicamente dejé de existir. Pero no podía culparlos. Era la última vez que ambos se verían.

Durante el resto del viaje no obtuve respuestas hacia la actitud de Débora y Pedro. No sabía qué pude haber hecho para caerle mal o qué pudo haber pensado el muchacho, porque dudo mucho que un "hola" se confunda con un "me quiero acostar contigo", así como si nada.

Cuando Ernesto y Julieta se despidieron y se fueron a dormir tuve unas ganas repentinas de hacer algo precipitado. No lo pensé demasiado porque era posible que cuando la lógica me encuentre, me diría que era una idiotez, así que comencé a escribir un mensaje para Juan.

"No sé si este sigue siendo tu número. Me enteré que cambiaste de trabajo así que te felicito y espero que estés bien".

Se lo mandé y me dormí. Jamás obtuve respuesta.

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