sábado, 1 de diciembre de 2007

16. Una Buena Charla - Parte 2

Allí, frente a Lucio, el mejor amigo de mi ex, Juan, me encontraba manteniendo una conversación sincera, donde me respondió de una forma extraña e inesperada, que en ese momento sólo iba a conseguir que yo me largara a llorar. La suceptibilidad había sido mi amiga durante el último mes, pero generalmente me atacaba cuando veía alguna película con algún texto que me hacía sentir identificado, no con una conversación aparentemente masculina.

- Llevo todo el mes así - dije, cuando noté que mis ojos se ponían brillantes, como pidiendo disculpas por querer llorar. - Estoy sin poder encontrar una salida, lo cual lo convierte en algo humillante y patético, pero a veces me canso de fingir todo el tiempo que estoy bien.

- Quizá deberías hablar con Juan - respondió, cruzándose de brazos, nuevamente.

- Es que no hablo con él desde hace un mes - respondí. - Después de que nos distanciamos, hablamos solamente una vez y nunca más.

- ¿Y por qué no lo llamas y ves qué pasa? - preguntó, y a esa altura no sabía si era inocencia o volvía a asomar su estupidez. - Lo extrañas, ¿no?

- ¡No es justo que me hagas esa pregunta! - dije, pasando mis manos por mis ojos.

- Se nota que lo extrañas - siguió comentando. - Y, déjame decirte, que eso no es malo.

- En este caso no es una de las mejores cosas que podrían pasar. Por ejemplo, el fin de semana pasado, nosotros hablamos por chat, donde Juan me dijo que vaya a verlo o que él venía a verme - comencé a contar. - La pregunta que en ese momento saltó a mi cabeza no fue "¿por qué Juan de repente quiere volver a hablar conmigo?", sino que me pregunté "¿para qué querría yo volver a hablar con Juan?". Y créeme, en ese cambio de pregunta, no encontré ninguna respuesta.

Lucio comenzó a dar vueltas a la habitación, tal detective queriendo hayar una respuesta a un increíble enigma que ha dejado un asesino. La idea hizo que yo sugiera una sonrisa irónica.

- Extrañar a un amigo es como extrañar a una novia - comentó, quien irónicamente había acertado casi en la conclusión. - Porque a un amigo se quiere, se ama y se confía. Yo considero que el sentir que tu amigo se ha alejado es un hecho que te está pegando en todos los ángulos.

- Una conclusión a la que no quiero llegar - dije, bajando mi mirada al piso. - Mi amigo decidió irse por su cuenta, ¿sabes?

- No insistas con eso - volvió a repetir. - Con Juan, nos hemos distanciado miles de veces, pero eos no implicaba que cada vez que yo necesitaba que él esté se me haya caído la cara de vergüenza para que no levante el teléfono y le pida que venga a escucharme.

- Pero es diferente - insistí, viendo que nos habíamos desvirtuado de la charla. - Estoy mal porque un amigo me ha abandonado. Escucha, sé lo que estás intentando hacer y te lo agradezco, pero tengo que superar estas cosas sin el amigo que se ha marchado. Uno cree que las cosas son eternas, pero luego descubrimos que no es así.

- El no se ha marchado de ti - respondió. - Puede no ir más a tu casa, pero él no se ha ido de ti.

Intenté no reírme en ese momento. La frase sonaba a un sermón de un Pastor religioso, que lo único que faltaba decir es "levanta las manos y dale tu gloria".

0 Culpables: