domingo, 2 de diciembre de 2007

21. Una Amiga en Común

Después de una caminata de seis cuadras con mi amiga Julieta, despejé mi mente para aclarar los puntos de aquella noche. Juan seguramente llegaría para eso de la medianoche, para la cual faltaban tres horas. Tiempo suficiente para hacer acto de presencia y luego podría marcharme de allí, agradecido a Maya por haberme invitado.

Al ingresar y ver a un mundo de gente extraña, me limité a sonreír. Era una fiesta bastante elegante, pero llena de personas que jamás había visto en mi vida. Supuse que luego, esa elegencia se vería truncada por el alcohol y las cosas se irían de control finalmente.

Julieta estaba a mi lado y parecía tan mareada como yo, lo cual era sorprendente ya que ella era amante de ese tipo de eventos social.

Maya me vio llegar y vino corriendo a saludarme. La presenté con Julieta y ambas se sonrieron mutuamente. La música sonaba muy fuerte, por lo que si se hablaba, teníamos que hacerlo en un tono alto para que podamos escucharnos.

- Hay una amiga tuya en este lugar - me dijo Maya. - Es la novia de un amigo mío y, hablando, sacamos la conclusión de que te tenemos en común.

- ¿De veras? - pregunté. - ¿De quién se trata?

- Noelia - me dijo Maya. - Ven, la buscaremos.

Noelia era una amiga del secundario a quien hace tiempo no veía. Era una persona extrovertida, alegre y muy delirante, pero desde que estaba de novia con Ignacio, se la veía poco. Noelia era una verdadera amiga mía a quien la distancia, y nuestras dos relaciones, había hecho que nos veamos a menudo, pero lo cierto es que aquella chica era la única de mis amigos que sabía que era gay. Por lo menos, lo sabía de mi boca.

Maya comenzó a guiarnos a Julieta y a mí entre la multitud. La gente ya había comenzado a bailar mientras un millón de luces de colores era la única fuente de iluminación de la sala. Maya, realmente, se había lucido.

Encontramos a Noelia entre un grupo de chicas, mientras bebían de unas finas copas. Noelia estaba hermosa, con un vestido turqueza corto y una cartera negra que colgaba de su brazo izquierdo. Cuando ella me vio, corrió a saludarme abriendo los brazos.

- ¡Oliver! - dijo, abrazándome. - Es tan bueno volver a verte. Maya me dijo que venías y no podía creerlo. ¿Cómo has estado?

- Estoy bien - mentí, ya que no era necesario hacer una sesión terapéutica en aquella noche tan especial. - ¿Tú cómo estás?

- Muy bien también - dijo, bebiendo un poco de su copa.

Noelia saludó a Julieta, y Maya se disculpó diciendo que iba con otras personas y que luego la buscáramos. Noelia se me acercó y me habló al oído, como si fuera que diciéndomelo de cerca alguien nos podría escuchar con semejante música.

- Escucha, hay alguien que quiero que conozcas - me dijo, susurrándome. - Es un amigo de mi novio, que todavía no sabemos si es gay o no, pero tal vez se lleve bien contigo. Se llama Fernando.

La miré como si estuviera loca. Odiaba que me presenten a personas así, como si fuera una cita a ciega o como si por ser gay uno tuviera que acostarse con todos los hombres del mundo. Pero cuando me señaló quién era Fernando, mi teoría quedó totalmente desacreditada. Estaba frente al chico más hermoso que había visto en toda mi vida.

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