viernes, 21 de diciembre de 2007

52. Sexo de Madrugada

Cuando llegué a la casa de Fernando me hizo pasar, en silencio, hacia su dormitorio. No pregunté si se encontraban sus padres, porque tampoco me importaba mucho. No me hizo preguntas sobre mi vida, supongo que tampoco le interesaban. Estábamos ahí para intentar terminar algo que había quedado a medias y ya no me importaba quién le había hablado de mí. Tuve recuerdos de Juan que me perseguían y tenía que buscar la manera de sacármelos. No podía seguir así.

En silencio, comenzamos a besarnos apasionadamente. Otra vez, nuestras lenguas se entrelazaban. Besos. Era lo más espectacular. Eran fuertes, potentes, duros. Nuestras manos frotaban nuestros cuerpos como si fuera la lámpara de donde saldría un genio. Me encantaba. Tenía que poseerlo ya.

Me sacó la remera y se quitó la suya, tirando ambas al piso. Nuestros torsos desnudos se chocaban, gracias a nuestras bocas que estaban inseparables.

Por un momento recordé a cuando Juan y yo hacíamos el amor. Era la misma pasión, la misma intensidad, la misma mezcla de hacer que dos cuerpos se transformen en uno. Un momento totalmente desubicado, aunque lógico, para tener ese pensamiento.

Uno de los mayores conflictos de la vida gay, es cuando te encuentras por tener sexo con otra persona. Sobretodo si jamás han pactado antes qué rol cumplirá cada uno. Así que es incómoda la situación de saber si serás activo o pasivo.

Pero cuando Fernando comenzó a desbrochar mi pantalón, creí encontrar la respuesta. Como era un jean bastante ajustado, decidí ayudarlo y sacármelo por mis propios medios. Momento en el que Fernando aprovechó para sacarse sus pantalones también.

Y ahí estábamos, los dos completamente desnudos. En una misma cama. Lo inevitable tenía que suceder y yo estaba más ardiente que nunca. Sus manos acariciaban ferozmente mis nalgas, y las mías hacian lo mismo con las suyas. Nada revelador hasta el momento para saber quién haría qué.

- Lo siento, pero no vamos a poder hacer nada ahora - me dijo, de repente. - Están mis padres en la otra habitación y... ya sabes.

Me quedé helado. No me podía decir que me desnudó por completo para no tener que hacer nada. Es cierto que tenía sus motivos, pero en ese momento tenía ganas de asesinarlo.

- Perdón, culpa mía - se disculpó.

Fingí que no importaba y seguí besándolo. Al cabo de una hora de besos, abrazos y lamidas por todo el cuerpo, llegó la hora de vestirme e irme.

- ¿Cuándo te vas? - susurré.

- El sábado - respondió. - O el domingo, depende.

- ¿Cuándo vuelves?

- En Febrero, recién, así que espero volver a encontrarte para esa fecha.

Cuando me fui de la casa de él, con los labios morados de tantos besos, rogué para mis adentros que mi vida se resolviera un poco para aquellas fechas. Por lo menos no resolverse, pero al menos que avance un par de casilleros.

2 Culpables:

Unknown dijo...

No juega contigo? te da la manga pero esconde la mano...

saludos!!

markitoxxx dijo...

que feo esas calenturas asi... me imagino como descargaste cuando llegaste a casa!!! jejeje

ojala estes super bien para febrero :D
abrazo