jueves, 20 de diciembre de 2007

49. Charla con Walter

El día fue largo y cansador. Decidí evitar nuevamente a Juan y al grupo con el que me tenía que encontrar, mandándole un mensaje a Gladis diciéndole que no llegaba y que luego me avisara qué es lo que se habló. Había pocas posibilidades de que Juan asistiera aún, pero no quería correr ese riesgo de cruzármelo. Era muy pronto y apenas lograba mantener mi equilibrio entre todas las situaciones ridículas y absurdas que me estaban sucediendo.

Por otro lado, Gladis seguramente me odiaría. En menos de dos semanas ya la iba evitando un par de veces. Jamás respondí mi e-mail donde le pedía disculpas por no haber asistido a su fiesta. Si tan sólo ella entendiera el por qué, pero no se lo contaría. Jamás se iba a enterar, al giual que el resto del mundo.

Esa noche decidí visitar a Walter, el hermano de Lucio. Walter y yo éramos amigos superficiales. Nos contábamos cosas o situaciones pero jamás ahondamos en problemas personales. Era una persona con quien pasar un rato agradable y con quién te hará reír un poco. Nada más. Eso incluía contarle sobre el juego que Iván me había propuesto jugar. Pero la charla, como si no pudiera ser de otra manera, tuvo que tocarse por un tema que yo trataba de evitar: Juan.

- Tu amigo me dejó muy mal parado delante de todos mis superiores en el trabajo - comenzó a contar. - Yo lo sugerí para que comenzara a trabajar allí y él, de un día para el otro, consiguió un trabajo mejor y decidió irse sin avisarle a nadie. Mi jefe dijo que agradezca que yo soy bueno, porque sino me hubiera echado a mí por ese chiste que hice.

- Tan simpático Juan como siempre - atiné a comentar.

- Aunque ahora en su puesto de comida le va bien - continuó, desesperándome la conversación. - He ido a comer allí un par de veces. De paso, también le hago compañía. Tienes que ir algún día conmigo.

- No tengo ganas de verlo a Juan - dije, sinceramente.

- ¿Por qué no? - preguntó.

- Porque hace dos meses que no nos hablamos - respondí. - Y digamos que él jamás me escribió, por lo cual debo suponer que tampoco estaba muy interesado en verme.

Por suerte Walter no era muy receptivo con respecto a mis frases disfrazadas, así que tomó eso que dije como si fuera algo natural.

- De todos modos tenemos que ir a comer en su lugar de trabajo, vas a ver que...

- Walter, Walter, no me importa absolutamente nada de la vida de Juan - dije, para ver si terminábamos la conversación. - Así que puedes sacar cuentas de cuánto me importa su trabajo.

Walter sonrío solamente, y por suerte para mí, no mencionó a Juan en lo que duró toda nuestra conversación.

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