lunes, 3 de diciembre de 2007

25. Ataque de Moralidad

Dos horas después, Lucio se encontraba en mi casa. Me pasé todo ese tiempo mandando mensajes a Julieta e intentando encontrarla, pero jamás respondió. Me sentía desesperado. Aquello nunca me había pasado y más sabiendo que estaba a una samana de aquél escape que tanto necesitaba. No, simplemente no pude haber arruinado una amistad porque un imbécil tuvo un ataque de moralidad.

Lucio me miraba dar vueltas por mi habitación, en estado de pánico. Se lo veía algo arrepentido, pero no me importaba. Me había arruinado una perfecta relación sin ninguna pelea.

- Contigo no va a pasar nada - me intentó calmar. - Tú no tuviste la culpa. Yo te saqué la información porque ella me había mentido otra cosa. Sólo di que yo fui el culpable y que soy una mala persona y cosas así.

- Digamos que no espere que yo ande promocionándote como mi persona favorita después de esto - anuncié, totalmente enojado.

- Escucha, tienes motivos para estar enojado - comentó. - Es más, si quieres sacarme de tu vínculo de amigos, tienes derecho.

- No seas tan extremista tampoco - declaré. Aquél chico ya me estaba haciendo enojar.

- Es que quiero que entiendas que estoy harto de que todos me tomen como un nene de dos años - declaró, en un ataque de ira.

Estuve a punto de decir "tal vez deberías dejar de comportarte como tal", pero me pareció inadecuado para la situación.

- No es tan así - fue lo único que atiné a decir.

Lucio agachó la cabeza, como si estuviera meditando muy bien cuáles serían sus siguientes palabras. Me quedé observándolo, sin saber cómo intentar lidiar con aquella situación.

- Sé que no debí hacer esto - contestó. - Así que ahora me queda lidiar con todo este problema. Sólo espero que puedas arreglar todo esto con Julieta.

- Bueno, yo espero lo mismo - dije, totalmente resignado. - Pero si hablamos de ti, creo que no deberías apresurarte a prejuzgar a las personas.

- Es que llevo desde hace años encontrándome traicionado - comentó, como si fuera una charla psicológica. - Siempre soy traicionado por todos los que me rodean. A ella la había ingresado a mi mundo como una amiga de verdad. Si no quería contarme lo que le pasaba, podría haber sido directa y habérmelo mencionado. Pero me contó una historia totalmente distinta a la que me entero después, y digo bien la palabra "historia" porque duró un largo rato. Y fue una mentira, que es cierto, es pequeña, pero imáginate el día de mañana cuando yo necesite contar con una amiga de verdad.

Estuve a punto de interrumpir su monólogo totalmente absurdo con la gran teoría de que se conocen hace solamente dos semanas y jamás se han visto de frente. Pero no quise, en aquél momento sólo lo escuchaba pero no me encontraba muy centrado en la conversación.

- Yo realmente quería que Julieta sea una amiga como lo eres tú - me dijo Lucio.

- Si te sirve de consuelo, ahora ambos nos quedamos sin amiga - respondí, sonriendo cínicamente. Pero supe que era momento de llegar a una conclusión. - Lamentablemente no todas las personas somos como tú. A algunos nos cuesta confiar en los demás, por el simple hecho de que tememos salir lastimados.

- Ella pudo haberme dicho que no tenía ganas de contarme lo que le pasaba - continuó Lucio, como si jamás me hubiera escuchado. - No haberme mentido.

- Ella tal vez no te mintió - dije. - Tal vez sólo te contó una parte de la historia. Así que tienes que aprender a no malinterpretar las cosas que no te cuenta con las cosas que te miente. Porque el hecho de que ella te contara otra cosa, no significa que eso sea mentira.

Lucio me miró con mala cara. Parece ser que, pese a lo sutil que intentaba ser con el muchacho, había dicho algo que tal vez le molestó.

- Está bien - dijo, conservando la calma. - Uno de estos días te voy a decir que me iré a dormir, y luego no te enojes cuando al día siguiente te enteres que en realidad salí a tomar algo con Juan y que no te quisimos invitar.

Bajé la cabeza. Entendía su punto de vista, pero visiblemente él seguía sin entender el mío. Y había otra cosa que me empezó a entrar en el cerebro. Lucio era una buena persona. Parecía sincero y con una moralidad muy alta. Yo, cruelmente, lo había engañado como a todo el mundo. Lucio no sabía de la relación amorosa que había entre su mejor amigo y yo. Es más, dudaba que él supiera que yo era gay. Y si algún día se enteraba, ¿me eliminaría de su vida como hizo con Julieta?

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