sábado, 1 de diciembre de 2007

18. La Primera Mentira

Fin de mes y un encuentro sorpresivo con tu ex novio. ¿Cómo más esperaba que termine el peor mes de mi vida? Juan me miró y me lanzó una de sus típicas sonrisas. Yo intentaba aparentar normalidad, madurez y simpatía. No sé si mi cara lo transmitía.

- ¿Cómo estás? - preguntó.

- ¿Qué tal te va? - dije, nuevamente evité responder a esa pregunta. - ¿Irás mañana a la fiesta de Maya?

- Sí, claro que sí - respondió. - ¿Tú vas a ir?

- Sí, me había invitado hace tiempo - dije.

- Yo tal vez llegue un poco tarde, porque salgo de mi trabajo un poco tarde - contestó, como si alguien le hubiera pedido una explicación.

- Por cierto, ¿cómo va el trabajo? - pregunté, dándome cuenta que la pregunta sonó más superficial de lo que realmente quería que sonara.

- Bastante bien - contestó. - Un poco cansador, porque todavía no me acostumbro a los horarios. Me consume mucho tiempo y el poco tiempo que tengo libre lo uso para dormir. ¿Tú como vas con tus estudios?

- Bien, termino de rendir y voy a viajar - contesté. - Iré a la casa de Julieta. Parece que me necesita de excusa para que ella pueda verlo más tiempo a su novio.

En el momento en que la mentira salió de mi boca, me di cuenta de que le había dicho a Juan la primera mentira en mucho tiempo. Si había algo que me gustaba de nuestra relación, era la sinceridad que teníamos. El hecho de que nos conozcamos y nos dejemos conocer sin prejuicios y con mucha confianza. Pero le había mentido. Jamás le hubiera rebelado que los verdaderos motivos por los que me iba era porque me sentía atrapado, sofocado e infeliz. Esperaba jamás decírselo tampoco.

Nos quedamos en silencio un par de segundos. Creo que ambos nos dimos cuenta que ya no teníamos temas de conversación.

- Bien, fue bueno encontrarte. Nos veremos luego - saludé.

- De acuerdo - dijo. - Voy a llegar tarde, así que mándale un saludo a Maya de mi parte.

- Está bien - dije, sin entender. - Aunque creo que será raro.

- Le das un saludo en la mejilla - contestó. - Porque si te acercas a su boca, te mato.

Aquello no sabía si lo había dicho por mí o por ella. De todos modos sonreí sin entender.

- ¿Maya y tú? - pregunté, como haciéndome el desinteresado. - ¿Vuelven viejos fantasmas?

- Los míos no, Oliver - contestó. - Y dudo mucho que los de ella hayan regresado. Te soy sincero, si no me lo hacías recordar, dudo mucho que me hubiera acordado de la fiesta de mañana. El trabajo hace que olvide toda mi vida.

- Pero todo se está mejorando, ¿no? - pregunté. - Poco a poco estás encontrando el equilibrio. Eso es bueno, ¿no?

- Es verdad - dijo y me dedicó una sonrisa.

Me giré y me marché. No soportaba estar más allí antes de romper en un espantoso llanto que provocaría una escena fuera de lugar. Era mejor si Juan pensaba que yo y él seguíamos teniendo buena relación después de lo que pasó. No había lugar para dramas. Ya no era mi problema. Aquella primera mentira me demostró que me estaba tratando de proteger de él, como de todos los demás. Ahora Juan, para mi razón, pertenecía a uno más del montón, pese a que mis sentimientos seguían tomándolo como el único.

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