viernes, 23 de noviembre de 2007

5. Noticias de Él

Durante toda la clase estuve meditando sobre si era o no conveniente ir con el grupo de gente a ayudarlos con el proyecto, al cual ya me había ofrecido hace unos meses. No sabía qué reacción iba a tener cuando me cruzara con Juan o no sabía si iba a poder verlo y que mis ojos no me traicionaran y comenzaran a llorar por el recuerdo del dolor.

Así que, sutilmente, le pedí ayuda a Leo para que me acompañara. Jamás le expliqué el verdadero motivo. Sólo le pedí que me acompañara unos segundos y que luego podríamos marcharnos tranquilamente.

Terminó nuestra clase, nos despedimos de Ana, a quien le prometí encontrarnos esa noche, y luego caminamos por uno de los pasillos de la facultad hasta llegar a un salón iluminado, donde un grupo de personas que yo conocía se encontraban haciendo distintas actividades. Todos me saludaron sonrientes, pero ninguno tampoco hizo una fiesta por mi presencia. Me pregunté si tal vez Juan había hablado de mí con ellos, lo cual resultaba algo ilógico, debido a que ni con su propio mejor amigo lo hacía.

Resultó que Leo conocía a varias de las personas que se encontraban en ese salón, así que cuando menos me di cuenta, mi compañero de estudio se había esfumado de atrás de mí. Me encontraba bastante nervioso. Tenía miedo de que Juan se encontrara escondido en algún rincón y me viera allí. Podría decir algo o podría ignorarme. También podría saludarme como una persona civilizada. Cualquiera de las tres opciones era mala. Sin embargo, luego de unos cinco minutos de hablar con Gladis, me di cuenta que Juan no se encontraba en aquél salón.

- La cosa es que ahora no hemos tenido muchas cosas para hacer - me comentaba Gladis, como si realmente me importara lo que decía. - Aparte también estamos contando con poca ayuda. ¿Recuerdas a Walter?

Si bien Walter era uno de los amigos de Juan, era el que mejor me caía. Era una persona simpática, muy alegre y totalmente divertida. Es uno de los que podría incluír en mi grupo de amistades, pese a todo. En simples palabras, Walter era una persona maravillosa.

- Sí, recuerdo a Walter - dije. - Hace mucho tiempo que no lo veo.

- Bueno, resulta ser que Walter está trabajando - me contó Gladis. - El trabajo le está ocupando mucho tiempo, pero ahora también consiguió que Juan ingrese a trabajar con él.

Walter era un estúpido.

En ese momento me sentí completamente desalmado. Ahora Juan estaba trabajando. No era posible aquello. Pareciera que desde que me dejó sólo le están pasando cosas hermosas y bellas. No tiene sentido, no era justo. Apenas conseguía ser feliz sabiendo que él era un inútil, pero ahora que consiguió trabajo, me hacía sentir todavía inferior a él. ¿Cómo iba a tener la posibilidad de ver que el dejarme fue lo peor que le pudo pasar en la vida si al muy cretino sólo le estaban ocurriendo cosas buenas?

Sonriendo lentamente, me giré sobre mis talones y comencé a caminar hasta donde se encontraba Leo. Si bien ya no corría peligro de encontrarme con Juan, tampoco mi cara demostraba gran felicidad.

- No puedo creer que estés trabajando, Leo - le dijo un hombre que yo no conocía a mi compañero. - Me da mucho gusto por ti.

- Sí, por eso es que ya no estaba saliendo mucho - continuó mi amigo. - Entre la facultad y el trabajo, realmente me queda poco tiempo.

- Me alegro que los adolescentes de hoy en día se estén molestando en conseguir trabajo - dijo el hombre. - Igual que Juan, que creo que lo conoces.

- Sí, lo conocemos - confirmó Leo.

- Bueno, él comenzó a trabajar esta semana, aunque con su inestabilidad lo más probable es que no dure mucho - dijo el hombre, con un dejo a que eso sonaba a una crítica. - A veces ese muchacho se comporta como una mujer histérica.

Y cuando salimos del salón, en mi cara se dibujaba una hermosa sonrisa. Si bien la noticia de que Juan haya rearmado su vida había conseguido que yo pierda mi tan poco desarrollado equilibrio, la crítica de aquél hombre desconocido, me había hecho sentir mejor.

0 Culpables: