jueves, 22 de noviembre de 2007

2. Mis Amigos de Estudio

En un año donde muchas de las cosas cambiaron: terminar el secundario, afrontar la vida con personas desconocidas y finalmente elegir la carrera que definiría tu rumbo laboral, ya era bastante complejo como para tener que agregar el hecho de enamorarme y sufrir porque una persona de mi mismo sexo de un día para el otro decidió sacarme de su vida.

Pero si de facultad hablamos, estamos en unas fechas donde los estudiantes llegamos a nuestros picos de stress y donde el suicidio no nos parece tan mala opción: los finales. Las mesas finales, donde nos sentamos frente a tres profesores a decirles cosas que fingimos saber pero que nunca entendemos completamente, sólo para que nos digan que lo hicimos bien o que tenemos que volver a intentarlo.

Si bien era cierto que ahora estaba afrontando la vida solitariamente después de una ruptura, por lo menos no me encontraba solo. Tenía a Leo y a Ana, mis dos compañeros de estudio, a quien había conocido a principios de año y por quienes se me hizo más fácil la tarea de soportar tanta miseria que me rodeaba.

Después de mi charla con Maya, la ex novia de Juan, me encontraba con los chicos a la salida de la facultad, luego de una clase tremendamente aburrida pero una de las últimas, gracias a Dios.

- Chicos, me tengo que ir a trabajar - dijo Leo, quien había conseguido un puesto en una prestigiosa oficina de la ciudad. - Ayer estuve hablando con mis compañeros de trabajo. Me dijo que si quería recibirme en esta carrera, debía comenzar por dejar de trabajar y dedicarme completamente al estudio.

Ana y yo miramos a Leo. Sabíamos que el chico vivía solo desde que había declarado su independencia paterna hace dos años y que su trabajo era su único sustento. Dejar de trabajar simbolizaría vivir del aire, cosa irreal en este mundo.

- Se dio cuenta que era algo ilógico lo que me estaba diciendo - continuó. - Porque si dejo de trabajar, luego ¿qué comeré? Pero si el trabajo me sigue ocupando tanto espacio, no podré recibirme.

- No te preocupes - le dijo Ana, acariciando su hombro. - Oliver y yo no trabajamos y, al paso que vamos con nuestro estudio, no nos vamos a recibir nunca.

Media hora después, Ana y yo nos encontrábamos charlando sobre nuestras vidas. Le conté que hace unas horas atrás estuve con Maya, pero que la conversación fue tan agradable como poco productiva.

- Esa chica sí que tuvo que tener estómago para poder estar con Juan - comentó, venenosamente, Ana.

Y es que a simple vista, Juan no era una persona para nada atractiva. Es más, si buscáramos en un diccionario de antónimos la palabra Atractivo, una foto de Juan estaría allí. Ana lo conocía, como también Leo y muchas de las personas de la facultad, debido a que Juan estudiaba con nosotros. O por lo menos, era de nuestro grupo de estudio hasta el momento de su pelea conmigo, donde no solamente desapareció de la faz de mi existencia, sino también de la mis amigos. Por un momento tuve la duda sobre si seguía con vida, debido a que nunca lo volvimos a cruzar en los pasillos.

- Si eso dices sobre tus amigos - le comenté, luego de escuchar su comentario. - Por favor, nunca seas mi amiga.

- Es que lo dije con toda la objetividad del mundo - aclaró. - No sólo porque el muy desgraciado se marchó un día de nuestra vida sin explicarnos por qué. De veras, no tengo rencores hacia el pobre infeliz. Por cierto, hablando de amores pasados, tú nunca me has relatado ninguna historia sobre tus ex novias.

- Tal vez porque no tuve ninguna ex novia - comenté. - Pero sí un largo romance con una chica durante el secundario. Era una historia de encuentros y desencuentros. La típica pareja que todo el mundo cree que cuando finalice el drama adolescente se encontrarán y vivirán felices por siempre. Pero nunca prosperó.

La historia era cierta. Si bien Juan no era mi primer amor homosexual, también tuve romances igual de duros y tormentosos con muchas mujeres. Y si una persona durante cinco años te complica la vida, dudo que la puedas olvidar de un momento para el otro. Sólo que ya no me dolía esa historia. Tenía un nuevo dolor del cual preocuparme, pese a que Ana, como Leo y como todo el resto de la humanidad, sólo pensaban que era el dolor de un amigo que se marchó sin explicaciones.

- Yo tuve una historia similar con mi mejor amigo de la infancia - comentó. - A dos meses de que termines el año anterior, me confesó que siempre estuvo enamorado de mí. Pero yo me tenía que mudar para venir a estudiar, así que decidimos que lo mejor era dejar las cosas así. Las relaciones a distancia no funcionan, o por lo menos, yo estoy en contra de eso.

- ¿Se volvieron a ver? - pregunté.

- Sí, hace un par de meses, pero decidimos no iniciar nada y quedar como grandes amigos - prosiguió. - Y por el momento yo tampoco busco novio, sólo personas con las cuales pasar un tiempo y listo. Escucha, mañana tengo que ir a ver a mi hermano mayor que va a hacer una representación en un club. Si quieres, puedes ir conmigo. No te garantizo diversión.

Acepté. La idea de hacer algo fuera de lo común un viernes me llamaba poderosamente la atención, debido a que todos mis fines de semana estaban ocupados en Juan, de repente una parte de mí se encontraba sola hasta en esos momentos.

Ese fue mi gran error, acostumbrarme a creer que estaría conmigo por siempre. Era utópico y sólo me arriesgué a salir herido.

Aún lo extraño.

1 Culpables:

markitoxxx dijo...

uno cuando se engancha no piensa en que no va a dar para mas... yo cuando me enganche..fue... jaja una entrega total pero me tengo mucha fe de que va a funcionar, en ultima instancia es eso lo que tenemos siempre... fe en el otro y en uno mismo.

abrazo, grax por el post