sábado, 3 de mayo de 2008

175. La Historia de Sebastián

Tengo que reconocerlo públicamente, Sebastián jamás fue mi persona favorita. Más allá de su actitud de niño lindo, que mezclaba una inocencia de la cual nunca creí que fuera real, en ese momento no estaba en condiciones de ponerme a juzgar, por lo que olvidé todos los reproches que me había creado contra su persona y mantuvimos una conversación abierta y sincera.

- Estoy un poco desquiciado - me confesó, inciando la charla. - Hoy recién contestó uno de mis mensajes. Sé que ella está en la ciudad también y le pedí que por lo menos nos encontráramos a tomar algo. El problema es que no puedo tomar nada. Resultó ser que tengo apendicitis, pero todavía no encuentran qué es lo que me pasa, por lo que no puedo tomar alcohol, ni gaseosas ni nada dulce. Estoy viviendo a dieta, prácticamente. Y le mandé un mensaje a Lucas preguntándole "¿qué pasó con Oliver?" y él me respondió "después te cuento".

Bien, entonces el chico estaba mal por amor a Camila, estaba con un problema médico del cual se ignoraba su significado y había hecho el acto más estúpido del mundo. Merecía morir, definitivamente.

- ¿Qué hiciste qué? - pregunté, como si de repente me hubiera llamado la atención la charla. - ¡Te pedí que no te metieras en el medio!

- Es que me moría de intriga - reconoció, el muy cararrota. - Siempre que vengo, tú y Lucas tienen un problema distinto. Esta vez parece que es serio, por la forma en que me lo dijo.

- De acuerdo, de acuerdo - lo detuve, intentando meditar mi próximo paso. - Te voy a contar lo que me dijo Camila con una condición. Que no hables con Lucas de mí.

- Hecho - prometió.

Es impresionante lo bajo que puedo llegar a caer para influir sobre las personas, pero no podía arriesgarme a que Lucas le contara a Sebastián toda la verdad. Sabía cuál era la fuente del problema, pero no creía que Lucas se lo contaría a todo el resto. Lo cual es algo infantil que me sorprenda, dado que ya hizo lo mismo una vez.

Pero de todos modos no podía permitir que eso suceda. O por lo menos, iba a quedarme tranquilo de que haría todo lo posible por evitarlo.

Y no es que tenga temor de que Lucas hablara sobre lo que pasó. Lo que me daba más temor es que era algo que sé que no íbamos a superar y, entonces, sería practicamente darlo por muerto... literalmente.

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