martes, 6 de mayo de 2008

179. No Basta

Volvíamos de la casa de Ana en silencio. Era como si el paisaje y una música tarareada era lo que ocupaba el espacio donde tendrían que ir las palabras. Ninguno de los dos tenía intenciones de alzar la bandera blanca primero. Yo conocía mis motivos, pero no sabía los de él. Sin embargo, uno de los dos debía romper el silencio.

- ¿Qué fue lo que me dijiste anoche en el chat? - pregunté.

- Tú preguntaste si este alejamiento, que yo en ningún momento sentí que lo fuera, se debió a lo que hablamos la última vez - comentó, como si la conversación no tuviera la mínima transcendencia. - Yo sólo respondí que tal vez sí. No lo sé.

Y aquí nos adentramos en una charla donde nada quedó claro. A medida que Lucas comenzaba a hablar, todo se volvía más y más confuso. Supongo que quiso explicarme algo, pero no fue absolutamente para nada didáctico.

En el medio de ese debate, que no nos estaba llevando a ningún lado, como la mayoría de nuestras conversaciones, recibí un mensaje de Pablo preguntándome si iba a estar en mi casa más tarde, a lo que le respondí que por favor fuera porque estaba con Lucas y él tenía que rescatarme de esa situación.

- El tema es que todo fue un asunto de casualidad - continuó Lucas, como queriendo echarle la culpa al destino de todo lo que pasó en la semana. - Tú me dices eso y yo comienzo a trabajar mucho. No fue a propósito. No me alejé de ti.

Si bien su respuesta era la más lógica que me había dado, algo en mi interior tenía muchas preguntas sin respuestas. Aquello no fue el destino. Realmente se alejó y noté que no tenía el valor de reconocerlo.

- Si yo me sintiera incómodo contigo, no estaría teniendo este debate - continuó, como si me leyera la mente. - Directamente me hubiera tomado la molestia de irme sin decirte nada. Cosa que puede llegar a pasar si te sigues comportando como una niña histérica de quince años.

Ah, bueno. ¿Ahora yo era el histérico? Él puede molestarme todas las veces que quiera o gritarme por teléfono por no ir a una fiesta, pero yo soy un histérico porque noté que se alejó una semana. No dije nada, no tenía ganas de seguir peleando, ni tenía intenciones de aceptar su pie a la discordia. Estaba provocándome. Eso es lo que buscaba.

Guardé silencio y continuamos el camino a mi casa. Fingí que todo estaba aclarado y que esa situación no se volvería a repetir. No fue una promesa para él, de hecho. Yo sabía que no volvería a suceder porque su explicación no fue suficiente.

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