Si bien mis días no eran fáciles de sobrellevar, la que tuvo una muy mala semana fue Maya. La ex de Juan, vino a mi casa a hacer su descargo emocional, por un
problema que principalmente no se le podía hacer frente: la muerte. Su abuelo había fallecido hace dos días atrás, y si bien no estaba afectada porque era algo que toda la familia ya estaba esperando que suceda, la sorpresa de la muerte a las cuatro de la mañana del martes, fue algo que la impactó por completo.

- Lo peor de todo es que me di cuenta que tenía todo ropa de colores - me dijo, después de contarme lo sucedido e intentando hacer un esfuerzo por cortar el drama. - Así que tuve que ir a comprarme una remera negra para la ocasión.
Para colmo de males, la madre de Maya debía someterse a una operación (aunque de rutina) ese mismo día que falleció su abuelo (aunque es el padre de su padre), y por eso la operación se postergó para el próximo miércoles. Me ofrecí como voluntario para ir a hacer compañía, pese a que afortundamente no era nada grave.
El resto de la conversación fue hablar sobre sus amores perdidos, pero en ningún momento nombramos a Juan, por lo que llegué a pensar que el muchacho realmente estaba perdido de este planeta. Ni siquiera recordé mencionar la llamada de Patricio, por lo que tampoco pudo devenir un debate sobre a qué se debería.
Pero entre esa conversación, llegó Lucas, para mi sorpresa, sin anunciarse. Estaba totalmente feliz, como esos niños que tienen un regalo que siempre estuvieron esperando y están a los saltos de la alegría.
- ¿Qué sucede? - pregunté, al ver que no paraba de sonreír.
- Acabo de estar con Betiana - anunció, sin parar de sonreír. - ¡Ha vuelto!
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