domingo, 27 de abril de 2008

167. La Charla Final

Lucas me miró con una visión de sorpresa. Estaba claro que más allá de todas las sospechas que podría llegar a haber tenido alguna vez, jamás se hubiera imaginado que tan directamente se lo diría.

- Estoy intentando solucionar este problema - continué con la historia. - Sé que está mal. Que es un error. Pensaba contártelo cuando se me pasara, pero hoy estoy en esos días de debilidad extrema donde necesito desahogarme, y lamento mucho que la persona de la que te hablo sea la única persona que me puede escuchar.

Lucas encendió un cigarrillo. Aquél momento no era una situación de nervios, para mi sorpresa. Simplemente me encontraba resignado, como un niño que reconoce que le fue mal en el colegio y no puede evitar su castigo. Ya esperaba cualquier cosa.

- Te diré que esto no me sorprende - me mencionó.

- No espera que te sorprenda tampoco - dije, encogiéndome en hombros. - Tú siempre lo sabes todo.

- Tus acciones hablan más que tus palabras - me dijo. - En cierto modo, lo sabía.

Aquello debía de ser un chiste. ¿Y él? ¿Y todo lo que él hizo? ¿Acaso no podía ser considerado como acciones que hablan más que palabras? ¿Acaso solamente yo me inventé toda una historia que no existía pero él tuvo la fortuna de estar acertado? Es increíble. Esto sólo me pasa a mí.

- Y si lo sabías, ¿no pudiste ahorrarme la tortura de sufrir en silencio? - pregunté, a punto de pegarle. - No era más fácil que me lo preguntaras y así me ahorraba la molestia de no saber qué hacer.

- Es que no estaba muy seguro - respondió. - Pero tuve la duda.

- Lamento mucho que esto suceda - dije, volviéndome a poner en la misma posición de no observarlo. - Lo siento mucho. No quería que esto tuviera este final.

- Ahora todo lo que suceda depende de ti - me dijo, sin mirarme esta vez. - Tú tienes que decidir qué es lo que quieres hacer.

La conversación se vio interrumpida por Tobías y Marcelo que terminaron apareciendo en mi casa para buscar a Lucas. Entonces se marchó y yo lo único que pensaba era en todo el tiempo perdido, persiguiendo un conejo blanco que nunca existió.

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