domingo, 6 de abril de 2008

129. ¡Imposible!

"Voy a sobrevivir a esta noche", me decía una y otra vez mientras que con Julieta nos acercábamos a la casa de Guillermina. Por lo menos, tenía que pasar la noche sin que la casa de la anfitriona quedara con manchas de sangres, si es que perdía el control de las cosas y comenzaba a asesinar a mis amigos. A estas alturas ya no sabía ni qué esperar de mí.

Pero contrariamente a lo que sospeché que podría estar en la casa de Guillermina, la sorpresa fue que no paré de reírme. Y ojo, no digo que esto sea algo bueno. Hablo de que literalmente no paré de reírme. Nadie decía nada, y yo me reía sin parar. Alguien quería hablar, y comenzaba a reírme. Todos en el lugar comenzaron a darse cuenta que me encontraba completamente loco, pero la risa no se podía frenar. Era como si me hubiera drogado con algo antes de llegar ahí, y a menos que el aire de la ciudad esté viciado con algún tóxico que causa risa, aquello no tenía lógica alguna.

Pablo, Guillermina, Julieta, Jessica y otras personas más me miraban como si yo estuviera a punto de perder la razón. Pero sin dudas, nada fue peor que el momento en donde Lucas llega. Mi risa fue en aumento. ¡En aumento!

Varias veces tuve que salir al patio y prender un cigarrillo para intentar calmarme, y si alguien se me acercaba a hablar... ¡me comenzaba a reír! La mitad de las personas habrán creído que había asesinado a alguien y que no sabía cómo ocultarlo.

Lucas miraba a todo el mundo en busca de una explicación y nadie entendía qué es lo que me sucedía. Lo cual me parece justo, porque ni siquiera yo lo sabía.

Entonces me senté en la vereda y de repente, la risa se fue. Y así como la risa se marchó de repente, la asfixia volvió.

A la distancia escuché murmullos de Lucas, Jessica y otras personas que me miraban y no se atrevían a acercarse. Ciertamente, no puedo culparlos.

Pero no quería seguir en aquél lugar. No sabía qué diablos es lo que estaba haciendo allí, pero por otro lado, no tenía intenciones de irme porque no tenía una mejor opción ni tampoco quería estar en otro sitio. Era una situación desesperante porque lo único que quería hacer era desaparecer por un instante y encontrar un poco de paz. Una paz que en su cuarto día ya parecía haberse esfumado de mi existencia.

Y entonces hice algo sorprendente... me fui. A una hora de haber llegado.

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