lunes, 7 de abril de 2008

132. ¡La Sorpresa de Ana!

Decidí salir de mi casa un segundo, por el simple motivo que tenía que llevarle unos apuntes a Ana. Al día siguiente comenzábamos a cursar nuevamente la facultad y como ella ingresaba a una materia que yo no cursaba, necesitaba apuntes que a mí ya no me servían. Y se los tenía que dar, debido a que ella llegaría a la facultad dos horas antes que yo, y el hecho de no tener sus apuntes, podrían haber ocasionado que me matara.

Irónicamente, jamás me hubiera imaginado que después de encontrármela, yo iba a ser quien tenga ganas de matarla a ella.

Cuando me vio, me dedicó sus sonrisas típicas y usuales mientras agarraba los apuntes.

- Te estuve buscando todo el fin de semana - le dije, y luego me di cuenta que sonaba poco creíble. - De acuerdo, te busqué solamente el viernes, ¡pero estaba muy preocupado por ti!

- Vi tu única llamada perdida - me respondió, en todo sarcástico. - Pero es que me encontraba en mi clase de cocina. ¡Empecé mi clase de cocina!

Yo no podía comprender como una persona deseaba estar tanto tiempo entre actividades. Parecía un robot que no podía permanecer sentada ni un segundo. Ahora las clases de cocina iban a impedir que nos veamos tan seguido, pese a la facultad, claro.

- Escucha, ¿puedes venir el martes a las cinco a mi casa? - me preguntó, sonriendo. - ¡Tengo una sorpresa para ti!

La sonrisa malévola en su rostro me hizo darme cuenta de que tal vez la sorpresa no incluía un auto de regalo, por lo que me puse a pensar qué es lo que tanta emoción podría tener para que sea precisamente un martes, cuando nos íbamos a ver al día siguiente.

- ¿Estás embarazada? - pregunté, seriamente.

- Por favor, no trates de adivinar - me contestó, enojada.

- ¿Encontraste una forma de derrotar a Lucas en el TEG? - volví a preguntar.

- Es una sorpresa muy grande - me interrumpió, viendo que yo no iba a terminar mi cuestionario. - Pero si te la digo, no vas a querer venir.

- Ay, no - dije, aterrorizado. - ¿Me vas a preparar lo que aprendiste en tu clase de cocina, cierto?

- Antes que continuemos quiero dejar en claro lo mucho que te quiero - dijo, mirándome como si acabara de firmar mi sentencia a muerte. - Y lo mucho que me importa conservar tu amistad. Y que yo haría cualquier... CUALQUIER... cosa por ti.

¿Me vendió al tráfico de personas? ¿Qué diablos fue lo que hizo? Aunque la idea de que ella intente hacerme ver sus avances en el arte culinario era practicamente lo mismo que envenarme al mejor estilo de Emma Bovary.

- Ana, vas a tener que decirme que fue lo que hiciste - le pedí. - Porque realmente odiaría tener que matarte.

- ¡No me mates! - me gritó, como si yo la estuviera apuñalando. - Yo soy muy joven y simpática... Diablos, necesito encontrarme otra cualidad pronto... Soy muy, muy, muy simpática.

- ¡¿Qué fue lo que hiciste?! - le grité, desesperado por una respuesta.

- Escúchame... - me dijo, intentando calmarme. - Toma aire... Cuenta hasta 1548... Y te digo... Hoy lo encontré a Juan, lo invité a mi casa el martes y le dije que tú vendrías. ¡Adiós!

Y se metió en su casa y me cerró la puerta... ¡en la cara!

Nuevamente me quedé con la boca abierta. Lo único que pude pensar en ese momento fue... ¿qué clases de flores le gustarán a Ana para su funeral? Porque SIN DUDAS al día siguiente, cuando no haya testigos... la mataré.

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