jueves, 10 de abril de 2008

136. Sin Pena ni Gloria

Un incómodo estrecho de manos se convirtió en un saludo. Ana salió detrás mío y se quedó tan sorprendida como yo de la aparición repentina de Juan. Es decir, de que verdaderamente se haya decidido a aparecer.

- ¿Cómo están? - saludó, sonriente.

- Salimos a fumar - respondí, esquivando su pregunta.

- Es cierto - me apoyó Ana y luego me extendió su mano. - Dame un cigarrillo.

- Tú no fumas, sufres de asma - le recordé.

- Diablos, tienes razón.

Esta fórmula donde Ana y yo comenzamos a hacernos reír mutuamente, fue la que estuvo utilizada durante los diez minutos siguientes. Era como si los dos seguíamos nuestras conversaciones normales y la presencia de Juan no nos había alterado para nada en el producto. Pero se notaba a Juan intentando entender nuestros códigos, como si su ausencia (recordemos que por voluntad propia) jamás hubiera existido.

- ¿Quieren que vayamos a tomar una Coca por ahí? - interrumpió Juan, visiblemente desesperado por no entender de lo que hablábamos, ya que parecía no importarle que Eleonora tenga el corazón destrozado por Tobías.

- Lo siento, yo me tengo que ir ya a la facultad - respondí.

- Y a mí no me gusta tu idea porque, para empezar, yo no tomo gaseosas - le recordó Ana, como un detalle que el mundo olvidaba ya que se negaba a creerlo.

Juan, 0. Ana y yo, 1.

Continué hablando de Tobías y de Eleonora hasta que se pasó el tiempo que tenía disponible para estar allí. Luego, subí a mi moto y me despedí cordialmente de Juan. Pero antes de irme, volví hacia Ana y, como quien marca terreno, pregunté:

- ¿Cuándo volveremos a jugar al TEG?

- El sábado por la tarde puede ser - me respondió ella, y sonrío.

Volví a lanzar una sonrisa a ambos y me fui.

Posiblemente Juan fue ese día lleno de expectativas de recuperar el tiempo perdido y nuestro ya cerrado diálogo no le permitió entrar en ningún momento. Nadie diría que fue a propósito, pero lo cierto es que las cosas inexplicamente resultaron así.

Así que lamento mucho que las expectativas de Juan no se hayan cumplido, pero si sirve de algo, él jamás cumplió con ninguna de las nuestras, así que si nosotros pudimos sobrevivir, seguramente él también lo logrará.

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