miércoles, 23 de abril de 2008

156. Llegó el Momento

El descubrir que un test le había dicho a Lucas que yo era la persona que más amaba, trajo una gama de chistes totalmente interminables. Por un lado me lo tomé con humor, pero por otro lado intentaba hacer incapié en un tema que me resultaba terriblemente interesante. Generalmente estas cosas nunca son ciertas, pero de todos modos era un leve dejo de esperanza que me daba para poder continuar.

Hasta en cierto momento me lanzó un comentario.

- Sabía que el significado de ese color - confesó. - Por eso puse tu nombre.

No sabía si aquello era un chiste o si quiera si lo había escuchado bien, pero algo como eso sonó. Me puse tan nervioso que ni siquiera le contesté y fingí que no lo había escuchado. Debería haber dicho algo, porque tal vez escuché mal. Debería haberlo hecho.

Leo llegó al rato para poder buscar la información que necesitaba para la materia que afortunadamente no cursaba conmigo. Así que Lucas y yo nos íbamos a dedicar a mirar televisión cuando de repente llegaron Marcelo y Tobías.

Aquello estaba adquiriendo un matiz totalmente repetitivo, por lo que me causó gracia ver a Tobías y a Marcelo totalmente tranquilos con respecto a mí, como temiendo que en cualquier momento yo pierda la cabeza y los comience a amenazar con un cuchillo. No es una idea tan descabellada tampoco, pero me sentía totalmente tranquilo y sereno y podía demostrar que ya era una persona equilibrada. Por ese entonces.

Finalmente, una vez que todos se marcharon, Lucas y yo quedamos solos nuevamente. Ya eran cerca de las 3 de la mañana.

- Mañana tengo que ir a clases a la mañana - le dije a Lucas. - Si quieres, puedes quedarte a dormir hasta esa hora y luego te acercaré a tu casa.

- De acuerdo, pero no puedo dormir en una cama que no sea la mía - respondió. - Por lo que me quedaré un rato en la computadora, si es que no te molesta.

- En lo absoluto - dije.

Entonces me percaté de que era la oportunidad exacta. Las luces se habían apagado y estábamos solos luego de un día totalmente agotador. La única fuente de iluminación provenía de la pantalla del monitor. Tenía que hacerlo.

- Debo contarte algo - dije, de pronto, antes de que lograra enganchar los auriculares al parlante. - Pero prométeme que no te pondrás histérico porque no te lo conté apenas sucedió. Porque es una tontería en realidad, pero pasó hace dos o tres semanas y necesito decírtelo, dado que eres a la única persona a la que se lo puedo contar.

- Te escucho - me dijo, lacónico, como preocupado por la gravedad de mi historia.

- Tuve un estúpido e insignificante sue...

Y de repente no pude continuar. Por más que quería, las palabras no salían de mi boca.

0 Culpables: