Leo, Pablo, Ana y yo nos envolvimos esa noche de sábado jugando al TEG. La madre de Ana, que siempre era nuestra compañera de juego, esta vez brilló por su ausencia, ya que se encontraba de viaje, por lo que solamente éramos nosotros cuatro.

¡Fue mi mejor juego! Jugué como nunca... perdí como siempre, porque Pablo consiguió su objetivo primero.
Al día siguiente, Lucas y Ana vinieron a mi casa donde hicimos nuestra segunda Tarde de Series. Pero esta vez yo les preparé un pequeño juego que se me había ocurrido cuando regresé por la noche: "Cien Pequeñas Preguntas Acerca de lo que Sabían de Mí".
Pese a la sorpresa, fue un juego que visiblemente estaban encantados por hacer, debido a que yo era la única persona que haría semejante cosa a sus amigos. Me llamaron egocéntrico y demás cosas, pero tengo que admitir que fue divertido. Para mi sorpresa, Ana respondió a 46 preguntas y media de forma correcta, mientras que Lucas respondió a 45, lo cual para Ana terminó resultando casi una ofensa, dado que ella me conocía hace casi dos años, mientras que mi amigo solamente lo hacía desde hace tres meses.
Finalmente, después del capítulo 3 y 4 de Lost, y del 3, 4 y 5 de Naruto, dimos por terminada nuestra segunda reunión y Ana se marchó.
- Si te vas a quedar me voy a acostar un rato - le dije a Lucas, finalmente. - Despiértame en unas horas.
- Yo me quedaré jugando en la computadora - me dijo, encogiéndose en hombros. - Tengo ganas de jugar al póker o al Soldat.
Y me fui a dormir por un rato, sin darme cuenta que al despertar, sería las últimas horas de esas dos semanas donde todo se encontraría bien, porque, verán, quizá la falta del sueño o quizá la suma de las situaciones hará que de repente... todo gire. Todo cambie. Porque a veces, una sola palabra, puede hacer que todo se desmorone.
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