domingo, 27 de abril de 2008

168. El Error de la Campera

Dos días después, mi vínculo con Lucas sufrió una transformación bastante importante. De repente ya dejó de responder mis mensajes sin sentido y las pocas veces que se conectó, las conversaciones eran superficiales y no se explayaban demasiado. Pero lo peor fue enterarme, gracias a él, que "nuestra amistad pende de un hilo."

Una fiesta en la casa de Jessica fue el detonante para que las cosas se compliquen todavía más. Con la ausencia de Lucas, todo el mundo se había reunido a celebrar el fin de semana hablando de cosas triviales y sin sentido. Jessica, Julieta, Guillermina, Tobías, Leo y Pablo eran mi compañía en aquella noche, en donde lo que menos necesitaba era pensar en aquella persona que estaba perdiendo. Que se iba lentamente y no sabía cómo retenerlo.

Jessica, por su parte, me torturaba con Lucas. Sé que al principio eran solamente chistes infundados que buscaban causar una amplia gama de diversión, pero luego el asunto se volvió denso. Yo no podía decir nada sin que Jessica viera que mis acciones eran consecuentes de Lucas, y del hecho de que "me había dejado".

El frío, de repente, comenzó a atacarnos, más que nosotros estábamos en la interperie, y Tobías, que ese día andaba de mal humor, comenzó a titiritar.

Lo que hice a continuación fue un error. Un error que nos da la moraleja que nunca hay que tener el complejo del buen samaritano, porque esto puede causar que todo se desmorone.

Miré a Tobías que se estaba congelando e, inocentemente, le ofrecí:

- ¿Quieres mi campera, Lucas?

Justo en el momento en que todos estaban en silencio. Todos me escucharon. Todos se ríeron. Y yo había dejado en evidencia el secreto que hace tiempo intento proteger. Que estúpido que fui.

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