sábado, 5 de abril de 2008

127. No lo Entenderías

Al día siguiente la cosa no fue mejorando. Estaba tocando fondo en esta depresión que lo único que lograba es que consiga apartarme absolutamente de todos.

Inclusive pasó un hecho extraño. Julieta me llama para encontrarnos a hablar y luego de una charla donde, por supuesto, no se resolvió nada mi vida, me pidió que la lleve a un restaurante donde se encontraría cenando toda la familia de su novio (con quien volvió a hablarse y ahora eran una feliz pareja). El caso fue que cuando estábamos cruzando una calle, yo iba tan distraído que no miré el semáforo en rojo y lo crucé. Un auto salió de la nada y comenzó a tocarnos bocina. Alcancé a esquivarlo a escasos dos metros, mientras Julieta gritaba en la parte de atrás y comenzaba a pegarme.

El Oliver que solía ser posiblemente estaría envuelto en una crisis de nervios por ese hecho que casi le cuesta la vida, pero sin embargo a mí ni siquiera me importó. Mientras Julieta me decía que estaba aterrorizada y que vio pasar su vida delante de sus ojos, lo único que atiné a responderle es "no me di cuenta", y seguí como si nada hubiera pasado.

Cuando regresé a mi casa, una cosa totalmente se sacó fuera de contexto. Lucas estaba on line. Le hablé.

YO: ¿Cómo estás? ¿Qué tal anoche?

LUCAS: Estuvo muy bien. Salimos con todos los chicos y fuimos a bailar. Y bailamos. Y ahora estoy arreglando porque nos juntaremos a jugar al póker esta noche.

Eso explicaría por qué tal vez se encontraba en la casa de Sebastián o en la casa de Tobías. Ellos dos, con quienes salió anoche, sus amigos de juego. Los divertidos de la historia.

LUCAS: ¿Y tú qué hiciste de tu vida ayer? ¿Algún drama nuevo?

YO: Algunos. Pero ninguno muy favorable.

Hasta ese entonces, en ningún momento me había puesto a pensar en que Lucas me había dejado platando (incluyendo ésta) dos noches seguidas. ¿Acaso yo soy una diversión para cuando Sebastián no está? ¿El entretenimiento que soporta la espera hasta que el "divertido" regrese? Confiezo que me dieron unas increíbles ganas de llorar.

LUCAS: Sí, siempre tienes un problema nuevo.

YO: ¿Y después te preguntas por qué no quiero contarte mis problemas?

LUCAS: ¡Calma! Hablar así no te hace bien al corazón.

YO: No es contigo. Es sólo que... no lo entenderías.

LUCAS: Claro, soy una persona que no entiende.

YO: No es eso. ¡Es que ya sé qué me responderías si te lo contara! Digamos que prefiero ahorrarme esa conversación.

LUCAS: Yo te quito todo el drama, lo sé.

YO: De acuerdo. No iniciemos una guerra mundial número, ¿cuánto?, 155. La vida es demasiado corta.

Y de hecho la conversación no avanzó más que eso. Lo único que hicimos fue organizar la fiesta del día siguiente donde Guillermina celebraba el tener un título académico (o sacarnos en cara que el resto no).

Y entonces Lucas se fue. Yo ya no soportaba no saber si era el culpable o la víctima de la historia.

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